Resulta interesante hacer memoria sobre algunos casos históricos que justifican prestar atención al fenómeno de una coincidencia afortunada entre opciones cívicas cruciales y tecnologías que irrumpen en un momento de la política transformando su curso y alumbrando realidades nuevas.
Como primer ejemplo y empezando por nuestro país, se puede proponer una fecha precisa y un instrumento concreto imponiendo un lanzamiento político nuevo: el 17 de octubre de 1945 y la radiofonía, un sistema por entonces nonato utilizado en cadena para todo el país por el coronel Juan Perón para su encendida arenga ante la plaza multitudinaria iluminada "a giorno". La radiodifusión, efectivamente, constituyó una herramienta esencial para la eclosión del movimiento peronista en la política argentina. Nunca antes había tenido importancia como medio de movilización popular ni había sido utilizado así. Piénsese, o recuérdese, lo que sucedió precisamente en esa noche. Decenas de miles de personas en la plaza de Mayo, decenas de miles en todo el país apiñados y pendientes de lo que les llegaba a través del éter de un vozarrón que desde su balcón en la Casa Rosada prometía victoria en las elecciones presidenciales inminentes y para el pueblo argentino "una nación libre, justa y soberana".
Un segundo ejemplo, lejano pero de impacto mundial, fue el de la revolución iraní que desalojó violentamente al régimen pro-Occidente de Mohammad Reza Pahlevi, el Sha de Irán. La crónica nos dice que un fundamentalista islámico, el ayatollah ("Signo de Dios") Khomeini, opuesto a la reforma agraria y las políticas económicas y sociales del monarca, emigró primero a Irak y luego a Francia desde donde coordinó, a partir de 1978, la insurrección en su país y la eyección del Sha. Su método consistió en difundir masivamente mensajes revolucionarios transmitidos a sus fieles y de éstos a la sociedad vía casetes con discursos grabados, naturalmente incontrolables por el gobierno. Se trató de una tecnología nueva y una metodología política antes desconocida. En enero de 1979 se le dio el triunfo y se produjo el advenimiento del de la república islámica. El monarca abandonó Irán y murió en Egipto al año siguiente.
Un tercer ejemplo nos es dado por la justa presidencial de Estados Unidos en 1960, una elección que de algún modo hace "pendant" con la reciente de Barack Obama. El partido Demócrata y el Republicano nominaron en sus respectivas convenciones a dos candidatos relativamente jóvenes, el senador John F. Kennedy de 43 años y el vicepresidente Richard Nixon de 47. Un aspecto dramático de la campaña fue una serie de cuatro presentaciones televisivas, publicitadas como debates, durante los cuales los dos candidatos expusieron sus posiciones y respondieron a preguntas de periodistas. Kennedy, aparentemente en desventaja entre otras causas por su condición de católico, fue quien impresionó más positivamente a la audiencia por su prestancia física, su simpatía y la firmeza de sus exposiciones. Fue una sensación que se concretó en su triunfo electoral por un ajustado margen de 120.000 votos sobre un electorado de 68 millones. Aquí también se dio la coincidencia de una elección políticamente crucial con la proyección de una tecnología, la televisión, que -según se apreció entonces- hizo sin lugar a dudas la diferencia.
Nuestro cuarto ejemplo es la campaña norteamericana reciente. Luego del triunfo electoral del actual presidente -un candidato que, decían muchos escépticos, no podía llegar a la Casa Blanca entre otras cosas por el color de su piel- todo el mundo se hizo lenguas sobre la originalidad de su estrategia dentro y fuera de su partido. Legislador por Illinois poco conocido y joven, había comenzado su cruzada por la presidencia a principios del 2007 en una oficina de Chicago y creado, a partir de entonces y utilizando las herramientas más actuales de comunicación social, una notable red de adhesiones. Confiado en una plataforma de ideas sobre cambios y en su propia energía y carisma, se puso al frente de un sólido equipo joven, técnico y creativo, orientando la tarea de encender el entusiasmo y la acción de un ejército de voluntarios y activistas. Así, movilizados por continua información, diálogo y novedosas modalidades de participación y compromiso, tres millones de adherentes conformaron un respaldo ideológico (y económico por más de 500 millones de dólares en contribuciones hormiga) para alcanzar los votos mayoritarios en comicios que resultarían históricos. La novedad revolucionaria fueron tecnologías de comunicación involucradas en internet, la palabra mágica de nuestro tiempo. Blogs permanentemente actualizados, videos, You Tube, una conversación colectiva en red, sostenida en una base de trece millones de direcciones e-mail, tres millones de amigos Facebook, dos millones de adherentes a "MyBarackObama.com" y miles de otros tipos de mensajes participativos configuraron la dinámica red social de campaña que llevaría a su gestor a la Casa Blanca. "Novedades estrepitosas", así se han calificado las de esta campaña electoral signada por las contribuciones de innumerables legiones de entusiastas del "on line" y el ciberespacio.
Son cuatro casos que patentizan la importancia de un fenómeno propio de la dinámica modernidad que nos ha tocado: la influencia de diversas tecnologías de difusión en el éxito de los personajes políticos. Medios cada vez más sofisticados son aplicados en el mundo al logro de adhesión popular para la conquista de posiciones públicas. Este "momentum" de las tecnologías de la información es una realidad que será cada vez más premiosa para los profesionales de la política.
HÉCTOR CIAPUSCIO (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Doctor en Filosofía