BUENOS AIRES.- El trío pop estadounidense Jonas Brothers se presentó finalmente anteanoche en el estadio de River Plate para enardecer a una multitud de 50 mil adolescentes, sobre todo mujeres, con un repertorio conocido por los "fans".
Paul Kevin II, Joe (Joseph) Adam y Nik (Nicholas) Jerry Jonas, los hermanos de Nueva Jersey, están muy vinculados a la factoría Disney y pertenecen a la empresa Universal Music Group, delineadora de su carrera.
Cualquiera puede acudir a un show de los Jonas Brothers con muchos prejuicios, entre ellos aquél que los señala como un mojón cultural del conservadurismo más craso en su país, a punto de que se ha publicitado que los tres hicieron voto de castidad hasta el matrimonio.
Si es así hay que ver cómo se las arreglan con las oleadas de progesterona que les llega desde las plateas, con chicas "teens" y mamás aún en edad de merecer capaces de algún desatino con tal de tenerlos cerca.
Lo que sorprende es que los Jonas Brothers son músicos interesantes, cantantes con ángel y compositores -si es que son ellos quienes componen- atendibles aunque no originales. Más de un título se asemeja sospechosamente a famosos precedentes.
Los tres andan por los 20 años, tienen cuatro álbumes editados y ya cumplieron decenas de giras por los Estados Unidos y otros países, en tanto su visita a la Argentina fue transformada por algunos medios en algo así como el acontecimiento artístico del año.
A primera vista se parecen muy poco a los grupos de rock tradicionales: pulcros en el vestir y en los peinados, dan la sensación de atrasar 50 años y pertenecer a aquellos grupos pre-Beatles surgidos a todo lo ancho de Estados Unidos a mediados del siglo XX. Hasta el rock que hacen es cuadrado y sus letras están muy lejos de la desazón ante el mundo y la opción por vidas diferentes que curten muchos rockeros, a partir de la década de 1970.
Otra cosa sucede con la telonera Demi Lovato, quien a pesar de pertenecer también a la línea Disney tiene el encanto y el swing suficientes como para llegar en su madurez a compromisos artísticos más arriesgados, siempre y cuando modere su vocecita destemplada cuando habla con el público.
La chica abrió su segmento con "La La Land" y tuvo muy buenos momentos con "Don´t Forget" -tema principal de su flamante CD + DVD- y con "Gonna Get Caught", temas que el público pareció conocer al dedillo.
Porque en varios espectáculos de ídolos populares, auténticos o inventados, extranjeros o de cabotaje, está lo que sucede sobre el escenario y lo que sucede entre el público.
La característica auditiva del espectáculo de anteanoche -y de otros destinados a los "teen"- comenzó al promediar la tarde cuando el Monumental empezó a llenarse de gente azuzada por radios y tevé, que recomendaban instalarse temprano por alguna razón no explícita.
Se trata de un sonido penetrante y repetido que, se supone, proviene de miles de gargantas femeninas que pronuncian una "a" muy aguda y al mismo tiempo un silbido que lo recorre; ese sonido de extemporaneidad emocional duró desde temprano hasta finalizado el espectáculo.
Acompañó la actuación de Demi Lovato y también la de los Jonas Brothers, al punto de tapar muchas veces las voces y la música provenientes de los poderosos equipos; subió y bajó cuando los intérpretes intentaban dialogar con los presentes y estalló en cada final.
Es posible que muchos entendieran las palabras de los artistas -siempre que pudieran oírlas-, pero dio la sensación de que se trataba más de un rito de identificación que de otra cosa, en el que lo espontáneo está fuera. Ni Lovato ni los Jonas Brothers hicieron bises y nadie los pidió, como si hubiese un acuerdo sobre la fugacidad de los hechos, como sucede en tevé, cuando el goce de un artista es privado y circunscripto al hogar. Si no, cómo se explica que familias enteras gasten fortunas en comprar sus localidades y finalmente vean el show con todos sus miembros parados en la sillas cantando a todo trapo más o menos por fonética y aun haciendo la "ola" del fútbol.
La euforia llegó a interrumpir la ejecución de algún tema con ataques de entusiasmadas ovaciones como la descrita, ante la mirada incrédula de los intérpretes, contentos con el festejo del público pero atónitos ante ese exceso de confianza.
Seductores aunque discretos, sin apelaciones abiertas al "sex-appeal", los Jonas Brothers dieron lo que vinieron a dar, incluso con demagogias como vestir una camiseta del 10 y enarbolar una bandera argentina. Algunas jóvenes espectadoras no se dejaron engañar, sin embargo: "Eso lo deben hacer siempre con la bandera de cada país que visitan", concluyeron.(Télam).