Es sabido que la economía influye en la política y las recesiones perjudican mucho al gobierno que está en el poder, cualquiera sea su signo ideológico. Acordémonos del famoso "is the economy stupid" con el que Bill Clinton le ganó a George Bush padre las elecciones presidenciales hace unos años atrás.
Por eso el gobierno niega las cifras que muestran caídas de la producción y dice que estamos recuperándonos muy rápidamente de la crisis al mismo tiempo que anuncia subsidios y créditos para comprar autos, heladeras, lavarropas, televisores y bicicletas, reconociendo implícitamente que estamos en problemas, y adelanta las elecciones, pues en octubre el desempleo en el conurbano bonaerense va a ser peor que en junio, ya que esta recesión no va a pasar en pocos meses. Estamos postergando la aparición del desempleo mediante vacaciones, vacaciones adelantadas, suspensiones y algunos despidos inevitables, al menos hasta las elecciones de junio. Pero los jóvenes que buscan trabajo no lo encuentran, aunque aquel que ya está ocupado tal vez lo mantenga. Aunque casi todos ven dificultades en la empresa industrial en la que están trabajando. Por eso es que las encuestas revelan que un 41% de los ocupados piensa que este año podría perder el empleo, cosa que no va a ocurrir pero sí puede llegar hasta el 10/11% para octubre de este año. Mientras tanto, ese 41% no gasta en nada, por pura precaución.
¿Qué afectó a la actividad industrial? En primer lugar, la crisis del campo, con la violenta caída de la demanda de tractores, cosechadoras, herramientas agrícolas e insumos para el agro, muchas de las cuales están radicadas en pueblos del interior y cuya producción ha caído alrededor del 65%. A la crítica relación con el gobierno se sumó después la caída de precios agrícolas internacionales por la crisis global, en un 40%. Y encima, la sequía, que hizo caer tremendamente los volúmenes de granos producidos: el trigo bajó de 16 millones de toneladas a 8 millones; la soja, de 47 millones a 30 y el resto también bajó sensiblemente. La demanda de camiones y otros medios de transporte para mover una cosecha mucho menor en volumen cayó vertiginosamente, lo que afectó la industria automotriz pesada local.
Las ventas de autos a Brasil y México se paralizaron con la crisis global (recordemos que la producción industrial de Brasil se desplomó en un 14% en el primer trimestre del año). La demanda de acero para gasoductos también disminuyó por la gran reducción del precio del petróleo, y así la mayoría de las industrias sintió el impacto de la crisis internacional o de los errores internos del gobierno. Salvo la industria de alimentos, bebidas, tabaco o medicamentos, que se mantiene en un nivel aceptable hasta ahora pues son compras que se pueden hacer diariamente, pero una decisión de gastar más -en un bien durable, por ejemplo- se posterga "a ver qué pasa".
En definitiva, en la industria antes crecíamos al 9% y ahora caemos al 9%, es decir, hay 18 puntos menos de crecimiento. Y esto, justo para las elecciones, que es el momento político por excelencia, el día de los votos. Su efecto seguramente se hará sentir.
ORLANDO FERRERES (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Economista y ex viceministro de Economía de la Nación