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Ganadores y perdedores | ||
Según el economista levemente heterodoxo Joseph Stiglitz, China se verá relativamente fortalecida por la crisis que está provocando tantos estragos en el mundo por tratarse de un país ahorrativo que se las ha arreglado para acumular los recursos necesarios para recuperarse pronto y que de todos modos ha sabido reaccionar con rapidez impresionante frente al desafío planteado por la implosión financiera. En efecto, si bien China ha sido perjudicada por la caída estrepitosa de sus exportaciones, conforme a las estadísticas oficiales la economía sigue creciendo a una tasa del 6,1% anual, lo que en otras latitudes sería considerado extraordinario incluso en una etapa en que el mundo entero gozara de un boom espectacular. El gobierno chino se siente preocupado por la desaceleración que se ha registrado por entender que sin una tasa de crecimiento superior al 8% anual no podría crearse la cantidad de fuentes de trabajo que se necesita para mantener ocupadas a las decenas de millones de obreros de origen campesino que en los años últimos migraron a las ciudades costeras, pero siempre y cuando no se produzca el "estallido social" que algunos agoreros han previsto las perspectivas inmediatas para el gigante seguirán siendo promisorias. Es que, además de contar con reservas financieras abultadas, los chinos han invertido muchísimo en la educación, de suerte que deberían de estar en condiciones de dominar sectores económicos cada vez más sofisticados. Si lo logran, será una pésima noticia para los países europeos, para el Japón y, en menor medida, para Estados Unidos. Hasta ahora, los habitantes del Occidente desarrollado más el Japón han podido disfrutar de un nivel de vida muy alto merced a la superioridad tecnológica que les ha permitido ser diez o veinte veces más productivos que los chinos, indios y otros. Al reducirse la ventaja así supuesta, les será más difícil por momentos competir con rivales dispuestos a aceptar salarios llamativamente inferiores a los considerados normales en el Primer Mundo. Pues bien: de resultas del compromiso con la educación de casi todos los chinos, incluyendo a los más pobres, y de una proporción creciente de los indios, la brecha ya se ha achicado mucho y pronto podría eliminarse por completo. Para colmo, en todos los países ricos la educación está en crisis al imponerse las prioridades de quienes creen que los colegios y universidades deberían estar al servicio de la igualdad social aun cuando dicho ideal suponga la "nivelación hacia abajo". Bien que mal, en este ámbito los asiáticos han sido mucho más conservadores; con escasas excepciones, creen en el rigor y en el esfuerzo y por lo tanto sus instituciones educativas son resueltamente competitivas, cuando no "elitistas". Por razones demográficas, ya que su población nativa sigue aumentando, y porque la mayoría aún cree que es legítimo premiar a quienes se destacan, los norteamericanos parecen estar en condiciones de conservar su liderazgo económico por algunas décadas más. En cambio, los europeos, los que para desconcierto de sus líderes políticos se han visto golpeados con mayor dureza por la crisis financiera que los norteamericanos, corren peligro de verse rezagados en el orden internacional poscrisis. Ya enfrentan una multitud de problemas vinculados con el envejecimiento de la población que, en países como Italia, España y Alemania, se reduciría drásticamente sin el aporte de inmigrantes tercermundistas reacios a permitirse asimilar, mientras que para todos salvo una minoría la educación deja mucho que desear. Así las cosas, a los europeos les será muy difícil, tal vez imposible, competir con los chinos primero y, un poco más tarde, con los indios en cuanto el nivel educativo de centenares de millones de asiáticos sea, al menos, tan elevado como aquel del grueso de los españoles, italianos, franceses, británicos y alemanes. También se verán en apuros los japoneses que, si bien se han resistido a entregarse al facilismo tan típico últimamente de la mayoría de los europeos y muchos norteamericanos, no podrán impedir por mucho tiempo más que los alcancen los chinos y otros que, como ellos mismos más de un siglo antes, han entendido que la clave del éxito tanto personal como colectivo en el mundo moderno consiste en el esfuerzo educativo. | ||
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