En los últimos días la prensa mundial -no tanto la nuestra, obsesionada con la política aldeana- se ha hecho eco profuso de lo que está ocurriendo en la zona geopolítica que configura la frontera entre Pakistán y Afganistán. Cuando Barack Obama reunió en la Casa Blanca a Asif Alí Zardari y Hamid Karzai, presidentes de esos países, luego de reconocer que el primero de ellos corre un serio riesgo de desestabilización política y militar por tratarse de un "Estado frágil", aclaró que, sin embargo, confía en que "por ahora, sus autoridades pueden garantizar la seguridad del arsenal nuclear con que cuenta". Desde hace meses el ejército pakistaní lucha contra una creciente insurgencia talibán dotada de equipo y armamento por la propia Inteligencia americana durante la guerra de los afganos para expulsar al ejército de la URSS en la década de 1980. Pero hace sólo días comenzó una ofensiva en gran escala con apoyo del poder aéreo estadounidense para acabar con los integralistas del país y desactivar lo que exista de Al Qaeda en Afganistán. Los aviones sin-piloto americanos, utilizados en razón del paisaje abrupto donde se realizan las operaciones, han efectuado bombardeos pretendidamente "quirúrgicos" que dejaron como saldo cientos de muertos en la población y un éxodo masivo de contornos dramáticos. Es en estos operativos que se ha enfocado la mayor parte de la prensa internacional desde principios de mayo pero es mucho de la realidad lo que la información soslaya, siendo sin embargo trascendente. El problema se refiere en particular al hecho de que Pakistán es un país con capacidad nuclear (la única nación musulmana que la posee) y ello hace relación a la seguridad de las instalaciones atómicas ante ataques o intentos de apropiación por parte de terroristas, además de que subsiste allí el centro de una red de ventas de tecnología nuclear a países-clientes sospechosos.
Siendo estos últimos datos relativos a la temida "proliferación" los más preocupantes, veamos algunas referencias al desarrollo de la insólita capacidad nuclear paquistaní y algo del perfil de su artífice, un casi total desconocido para el público argentino.
El físico de la hazaña
Se llama Abdul Qaadeer Khan y se especializó en metalurgia. Nació en Bhopal, la ciudad en la que se produjo en 1984 aquella espantosa catástrofe química en la fábrica de pesticidas de la empresa norteamericana Union Carbide que produjo 15.000 muertos y medio millón de víctimas, una gran parte de ellos cegada. Khan es doctor en Física y está considerado en Pakistán -por haber transformado a su pobre país en un integrante del selecto club nuclear (dispone en la actualidad de varias docenas de artefactos explosivos de esa clase)- un auténtico héroe nacional. Su perfeccionamiento en metalurgia lo alcanzó en Holanda, país en el que se doctoró en 1972 al tiempo que se hacía poseedor de varios idiomas. Con ese bagaje de conocimientos técnicos y lingüísticos se convirtió en intérprete y traductor de documentos clasificados trabajando en URENCO, un consorcio internacional holando-germano.
En 1974 la República de la India, país vecino que -desde la partición territorial que sucedió a la independencia (¿quién, que la vio, no recuerda la gran película "Gandhi" de Richard Attemborough en la que se retrataban los prolegómenos de ese acontecimiento?)- se había hecho enemigo de Pakistán a raíz de la disputa por Cachemira- probó con éxito su primer artefacto nuclear, que llamaron "El sonriente Budha". Desesperado, el gobierno paquistaní se empeñó en emparejar los tantos con su reciente vencedor militar y, cuando Abdul Khan desde Holanda le ofreció sus patrióticos servicios, los aceptó sin dudar. El primer ministro Ali Bhutto -quien alardeó que para obtener la bomba no le importaría que la población se viese obligada a comer pasto- lo puso al frente de un vasto programa de centrífugas diseñadas para enriquecer uranio a niveles suficientes para el explosivo. El doctor Khan, aprovechando de la empresa holandesa la información tecnológica esencial para ese propósito, instaló laboratorios y equipos cerca de Islamabad en 1975. Alcanzó el éxito luego de un costoso esfuerzo nacional. En 1986 se llegó a los niveles de enriquecimiento suficientes y en 1998 Pakistán reveló oficialmente el logro de explosivos atómicos en operaciones demostrativas.
Khan se movió en el origen por comprensibles motivos nacionalistas, pero luego de alcanzado el objetivo y asociado con militares, cedió al interés económico e ideológico estableciendo una red comercial secreta de venta de tecnologías de centrifugación de uranio. Según informes difundidos en Estados Unidos y Europa, tuvo negocios con diversos países, desde Irán y Corea del Norte hasta Libia, traspasando conocimientos aplicados por él en Pakistán. Denunciado, convicto y confeso, fue puesto en arresto domiciliario en el 2004, pero sus restricciones de movilidad en el país fueron levantadas en el 2009 en un gesto del gobierno para demostrar al pueblo su independencia respecto de Washington.
De nada de lo que hizo se arrepiente ahora este típico "maverick" internacional. Con firme obstinación, se ha negado a revelar la intimidad de sus negocios o descubrir sus clientes. Hace poco declaró, en un arranque de megalomanía, que le importa un bledo lo que piense el mundo exterior de sus relaciones políticas y sus empresas nucleares. Dijo a sus compatriotas: "Dejémoslos que hablen. ¿Les gusta nuestro Dios? ¿Les gusta nuestro Profeta? ¿Les gustan nuestros líderes? Nada, así que ¿a cuento de qué vamos a molestarnos por lo que dicen de nosotros?". Una postura propia de alguien como lo que él es, un hombre de armas llevar.
HÉCTOR CIAPUSCIO (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Doctor en Filosofía