No se le dice a un secretario de Estado que es poco menos que inepto, esperando que la relación se recomponga luego con una apelación al diálogo. No se trata a un ministro de autista, si no se espera provocar remezones en las alturas del poder. Cuando una cámara empresaria alcanza esos límites en la relación con un gobierno, no hay forma inocua de reconstituir el vínculo.
La Asociación Hotelera y Gastronómica de San Martín de los Andes alberga a mayoría de empresas familiares. No tiene ni por asomo el poder "destituyente", que el gobierno nacional, siempre dado a la crispación, adjudica a las entidades ruralistas.
Pero la AHyG de San Martín reúne alrededor del 70% de la oferta de camas turísticas de toda la provincia y ese es un poder, si se sabe usar. Hasta el gobernador Jorge Sapag tiene intereses hoteleros aquí, y está afiliado a la asociación.
La reciente declaración de la AHyG, acusando de carecer de políticas y capacidad de gestión a la subsecretaria de Turismo, Alicia Lonac, es más que una muestra de fastidio por acumulación de desencuentros. Es, por carácter transitivo, una rotura de lanzas con el jefe de Lonac, el ministro de Desarrollo Territorial, Leandro Bertoya.
Los empresarios ven con alarma un prolongado estancamiento de la demanda, que se agudizó desde mediados de 2008. Alguien perspicaz podría argumentar que las cosas no están bien en Argentina, y que la meseta es producto de factores externos, que impactan sobre las economías regionales. Es cierto, pero no del todo. Hay otras crisis dentro de la crisis.
San Martín de los Andes se debe a sí misma una profunda revisión como destino turístico: sus problemas de accesibilidad, su proliferación distorsiva en el segmento de dos estrellas, sus lagunas de ausencia entre grandes operadores, son algunos de los muchos asuntos por discutir.
Pero los empresarios ven en la promoción planificada del destino (de la provincia, toda), una herramienta vital para comenzar a revertir el cuadro, a sabiendas de que la competencia entre centros turísticos es encarnizada.
San Martín de los Andes (la región de los lagos, en rigor) no tiene un glaciar, unas cataratas, unas ballenas o un faro del fin del mundo, que son productos que imantan por sí mismos. Entonces, a la belleza del entorno debe agregar más competitividad en calidad de servicio y relación de precios, variedad y segmentación de productos y promoción inteligente.
Y en buena medida, allí está el núcleo del enojo local con la entente Bertoya-Lonac.
La empresa de promoción turística Neuquentur mereció severos reparos durante la administración Sobisch. Aún se deben explicaciones sobre cómo y quiénes manejaban los recursos promocionales, que al mismo tiempo desprendían un tufillo a financiamiento indirecto de aventuras electorales. Pero había un plan de promoción, un calendario de eventos con fuerte presencia neuquina, y una representación mayoritaria del sector privado.
El ministro Bertoya desmembró la idea de Neuquentur, le sumó funcionarios, multiplicó el control estatal y redujo la participación del empresariado a un papel consultivo, bajo el argumento de achicar gastos y agilizar decisiones.
Vista a trasluz, esa "movida" parece tener poco que ver con la proverbial escasez de recursos del Tesoro provincial. Más bien se asemeja a una forma de interpretar el papel del Estado.