Sábado 16 de Mayo de 2009 18 > Carta de Lectores
La realidad tan antipática

Nadie ha hecho más que los colaboradores del ex presidente Néstor Kirchner y su esposa por instalar la idea de que la pareja podría volver a Santa Cruz, dejando el gobierno en manos del vicepresidente Julio Cobos, si de resultas de las elecciones del 28 de junio el oficialismo perdiere la mayoría automática en la cámara baja, pero se sienten sumamente indignados cuando otros toman tales amenazas en serio. Parecería que desde el punto de vista de los funcionarios del gobierno, señalar que los Kirchner ya no cuentan con la aprobación de la mayoría y que por lo tanto el país tendrá que prepararse para un período de transición es de por sí golpista o, para emplear la palabra que han puesto de moda, "destituyente". Era de prever, pues, que voceros oficiales reaccionaran con virulencia frente a la declaración del jefe del gobierno porteño Mauricio Macri de que "el ciclo kirchnerista está terminado, lo importante es cumplir una transición civilizada" hasta que el gobierno nacional se haya ido. Puede que el líder de PRO sólo haya pensado en las elecciones previstas para octubre del 2011 al afirmar que "necesitamos otro presidente que respete a los vecinos de Buenos Aires", pero integrantes del gobierno como el ministro del Interior, Florencio Randazzo, dieron por descontado que Macri quería que "la transición" se completara un par de años antes, lo que nos dice mucho acerca del clima imperante en la Casa Rosada.

Ahora bien: si nuestras instituciones funcionaran como es debido, suponer que la pérdida por parte del oficialismo de la mayoría parlamentaria a la que está acostumbrado abriría las puertas a la "ingobernabilidad" sería ridículo, pero la verdad es que las advertencias en tal sentido que han formulado el ex presidente Kirchner y su sucesora, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, distan de ser arbitrarias. Por las características particulares del matrimonio presidencial y por aquellas de las agrupaciones opositoras, de confirmarse los pronósticos, según los cuales el Frente para la Victoria será derrotado en casi todos los distritos electorales del país, nos espera una etapa sumamente difícil. Aunque en países como Estados Unidos es casi normal que ocupe la presidencia el representante de un partido mientras que otro domine el Congreso, en la Argentina la misma situación plantearía problemas acaso insuperables. ¿Aceptarían los Kirchner la necesidad de negociar, y en consecuencia modificar radicalmente, todos los proyectos de ley con políticos resueltos a destrozarlos? ¿Estarían dispuestos los diputados y senadores opositores a cohonestar algunas medidas a su juicio malas a fin de asegurar "la gobernabilidad"? A menos que todos antepusieran el interés común a sus propias preferencias, no podrían sino multiplicarse los conflictos, con el riesgo de que el país terminara paralizándose.

Aquí los períodos de transición entre un presidente "fuerte" y otro nunca han sido fáciles. Es por lo tanto lógico que el fin del "ciclo kirchnerista" haya provocado tanta incertidumbre. Para que las previsiones más pesimistas no se cumplan, sería preciso que hasta diciembre del 2011 la presidenta Cristina se conformara con el papel mayormente protocolar que está desempeñando desde fines del 2007 pero que un Congreso renovado reemplazara al ex presidente Néstor Kirchner como el responsable de tomar todas las decisiones significantes. Dicho de otro modo, el problema más urgente que enfrentamos en la actualidad consiste en el protagonismo a todas luces exagerado del marido de la presidenta, con el consentimiento sorprendentemente dócil de su mujer, que ha creado un orden político sui géneris que no tiene nada que ver con el previsto por la Constitución nacional. Por supuesto, el ex presidente espera conservar dicho orden como diputado al mando de una bancada mayoritaria, pero a juzgar por las encuestas de opinión tendría mucha suerte si, cuando por fin empiece a sesionar la cámara baja resultante de las elecciones, lograra encabezar una primera minoría. Puede que la democracia argentina aún sea precaria, pero a pesar de todo el país sigue siendo democrático, lo que entre otras cosas significa que tarde o temprano llega la hora en que dirigentes antes populares se ven constreñidos a dar un paso al costado y que no les queda más alternativa que la de resignarse a la realidad antipática así supuesta.

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