Barcelona va por todo. Lionel Messi también. La Pulga es el abanderado de un equipo que hace del fútbol una cuestión lírica, un canto de sirenas, la expresión suprema de un juego bello. La Pulga se coronó otra vez campeón, pero no se conforma porque se relame con la liga y, claro está, con la Champions League. El Barça y Messi ayer se consagraron campeones de la Copa del Rey al golear al Bilbao por 4-1.
Lionel jamás pasa desapercibido. Mucho se habla y mucho se lo compara con Diego Maradona y esta vez no fue la excepción. Es que hace 25 años y unos días, el mejor de todos los tiempos le decía adiós a la camiseta azulgrana en medio de una batahola, justamente frente al mismo equipo, el Athletic de Bilbao, y en la misma competencia.
La Pulga esquiva las similitudes y trata de hacer su camino, exitoso por demás. Ayer apareció en el momento oportuno para poner el 2-1 después de un par de rebotes, y un puñado de minutos después metió una precisa habilitación para que el pibe Bojan liquide al duelo, aunque después Xavi clavaría una bomba de novela. Lo cierto es que el rosarino supo por fin lo que es brillar en el encuentro decisivo de un gran torneo, durante un partido que revolucionó Valencia, cautivó España y se jugó en el estadio Mestalla.
Messi tuvo inteligencia y perseverancia para encontrar su lugar en el campo en un partido muy físico y cerrado, sobre todo en el inicio. Todos méritos suyos para destrabar el partido para su equipo y el suyo particular. Bastante debe agradecerle también al golazo desde fuera del área del marfileño Touré Yayá, que cambió la historia del partido en el primer tiempo, empatando 1-1 el choque que los vascos habían comenzado ganando.
Sin ese gol, la libertad de Messi habría sido menor. Un título y una pequeña gran satisfacción para él, que en mayo de 2006 no pudo jugar la final de Champions ante el Arsenal en París. El Barça ganó aquel partido para conquistar su tercera "Orejona", la primera en 13 años, y desde entonces Messi buscaba revancha. "Fue un título agridulce para él, feliz por la victoria, pero que no pudo sentir del todo como propia", confían sus allegados.
En el primer tiempo Messi fue maniatado por la presión y la marca incesante de rivales que lo superaban en altura, kilos y potencia física (mide 167 centímetros y pesa 69 kilos). Hace mucho que ningún entrenador rival ignora lo que pesa Messi en el sinfónico Barcelona de Josep Guardiola, y hace rato que Messi sabe que tendrá siempre una "atención" especial. Le sucedió, por ejemplo, en los dos partidos de la intensísima semifinal de Champions contra el Chelsea.
Pudo hacer poco en el primer partido y algo más en el segundo. Pero siempre inoculó temor en sus rivales. También le temían sus rivales 11 días atrás en el histórico 6-2 ante el Real Madrid en el estadio Bernabéu.
La Pulga volvió a intentar la sorpresa en varios momentos del segundo tiempo, complicándole la referencia a la defensa vasca. Ese dato, sumado a su tesón -no dudó nunca, no claudicó ante ninguna de las muchas patadas, y hasta recibió una amarilla- le dieron a sensación que buscaba: ser campeón en una final.
El 27 de este mes, en Roma y ante el Manchester United, buscará potenciarla, quién sabe si como tercer hito de un inédito triplete del Barcelona, que el domingo en Mallorca puede consagrarse campeón de la Liga española.