UNIÓN MANTARO, Perú- Unión Mantaro, el último pueblo en un abandonado camino de tierra del valle que produce más cocaína en Perú, no tiene jefatura de policía, iglesia ni clínica de salud. Sus 600 habitantes tampoco tienen agua corriente ni electricidad. Hasta enero, las chozas improvisadas de madera y plástico albergaban a numerosos refugiados de una ofensiva del gobierno contra una pequeña pero letal banda de rebeldes financiados por la droga, restos revitalizados del movimiento guerrillero fanático Sendero Luminoso.
La mayoría de los refugiados regresaron a las aldeas en las montañas colindantes, al tiempo que los rebeldes frustraron la campaña del Ejército en su contra, matando a 33 soldados e hiriendo a 48 desde el arribo de las fuerzas armadas en agosto. Se desconoce la cifra de bajas entre los guerrilleros.
Los reveses sufridos por el ejército -el tráfico de drogas parece intacto- son más que un bochorno preocupante para el gobierno central en Lima. Los críticos dicen que el presidente Alan García debe actuar rápidamente o se arriesga a una inestabilidad mayor.
El tráfico de cocaína en Perú -el segundo en el mundo, después de Colombia- está en auge luego de una baja en la década de 1990. El gobierno dice que los rebeldes que lo han usado para rearmarse están corruptos ideológicamente, pero los campesinos que coexisten con ellos no parecen estar de acuerdo. Al menos no lo dicen públicamente.
La entrada al bastión selvático de Sendero Luminoso, Unión Mantaro, está a dos días de viaje de Ayacucho, la capital provincial, donde el movimiento surgió hace casi 30 años.
A lo largo del camino hacia el Apurimac y Ene, mujeres y niños secan hojas de coca en grandes lechos de lona frente a casitas de ladrillo semi construidas. Un partido político que apoya el cultivo de coca ha pintado la hoja en chozas de madera en aldeas tan pobres que los padres deben contribuir para pagar a los maestros de sus hijos.
La producción de coca aumentó en esta región escarpada a apenas 160 kilómetros de las famosas ruinas de Machu Picchu, al tiempo que los migrantes duplicaron la población a más de 240.000 en poco más de una década.
El cultivo de la coca, un estimulante ligero mascado por las poblaciones andinas, es legal en Perú, pero las autoridades dicen que el 90% acaba en la producción de cocaína. (AP)