El tema de esta carta que hoy queremos dar a conocer es mi papá, Roberto Maier, capitán del Ejército retirado, profesor de Educación Física y hoy acusado por delitos de lesa humanidad. Queremos que se conozca su historia porque, después de casi un año, aún no sabemos cuándo se va a resolver. Y lo necesitamos? por él y por nosotros.
Nuestro abuelo era marino mercante, hijo de inmigrantes, pobre y trabajador. Vivía en Punta Alta. Tuvo un accidente en el que, parece, tuvo la culpa la Marina. Algo confuso, que dio lugar a muchas "interpretaciones familiares". El tema es que, "para reparar", la Marina le dio una pensión a nuestra abuela y becó en sus estudios a los dos hijos. A papá le gustaba el deporte. Quería estudiar Educación Física y no era fácil. Consiguió que lo becaran en el Ejército para estudiar en la Lemos. Obviamente tenía que ingresar al Ejército.
Vamos a resumir la historia porque es larga y no tiene sentido explayarse. Nunca encajó en el Ejército. La disciplina castrense no era su fuerte y siempre tenía problemas y sanciones: dejaba salir a los soldados cuando estaban castigados, le costaba "acatar", etc. Pero tuvo una ventaja que siempre sorprendía: pudo trabajar fuera del Ejército en todos los destinos en los que estuvimos. Fue docente de media, instructor de esgrima, equitación y otras cosas en instituciones y escuelas varias. Nosotros éramos cinco hermanos y los sueldos del Ejército, salvo de coronel para arriba, nunca fueron buenos; así que, suponemos, por eso se le daban "permiso". Igual no le gustaba y esto era la excusa para muchas otras cosas.
Llegamos a Neuquén, desde Mendoza capital, en enero de 1976. Papá dependía aquí, en el Comando de la VI Brigada, directamente del segundo jefe a cargo del Comando. Sus tareas dependían de lo que él necesitara: que fuera a buscar algo a Bahía o Buenos Aires, dar clases de Educación Física a las mujeres policías, ocupar a los conscriptos castigados (que generalmente venían a comer a casa y se entretenían charlando). Papá era el oficial de menor jerarquía de todo el Comando. El resto tenía el grado de mayor para arriba.
En junio de 1976, su jefe le ordenó detener a una persona en Cutral Co, en el marco de un operativo que se realizaría con oficiales, policías de la provincia y federales de toda la región. Los acontecimientos de ese día dan para mucho y no podríamos contarlos en una carta. Fue un operativo que, como ya se dijo, fue muy grande. Había gente en todas las calles y testigos de lo que estaba pasando.
Todo lo que pudo haber opinado o sentido papá no importaba en ese momento, ni importa ahora, pero a partir de allí ya no cesaron los problemas y las persecuciones. Evidentemente el comportamiento de él en esa detención no fue lo que esperaban los militares. Le pidieron el retiro y fue un alivio.
Para este entonces (noviembre del ´76) ya se sabían muchas otras cosas y había rumores de desapariciones. Papá trabajaba en la universidad, en el colegio San Martín y en la ENET 1. No había muchos profesores de Educación Física. Éramos conocidos porque Neuquén era chico; nosotros cinco hermanos y papá docente de colegios "prestigiosos"? aunque no teníamos ni donde vivir. Los alquileres eran caros y nosotros muchos. La mayor de nosotros tenía quince y la menor, dos años.
Al año siguiente le inventaron "pruebas" y lo echaron de la universidad. Aun en democracia siguieron las persecuciones. Existe constancia de todo. Hay dos juicios, presentaciones, etc.
Mamá sufría del corazón y a los 43 años tuvo su primer infarto. Siempre estuvo enferma. Igual tuvo que trabajar y apechugar y ni siquiera entendíamos el porqué.
El tiempo pasó. Nosotros nos criamos como hijos de un docente de clase media de familia numerosa. Como en toda familia somos todos distintos, pero siempre creímos en el compromiso, en la solidaridad, porque eso nos inculcaron. Militamos en agrupaciones estudiantiles y sindicales. Toda la familia se afilió al partido radical en el ´83 "porque Alfonsín era una esperanza". Fuimos a todas las marchas políticas que hubo: en la Semana Santa, contra la obediencia debida y contra el punto final, etc.
Somos parte de esta "comunidad" que es Neuquén, tan particular, tan tipificada. Nuestros amigos, la gente que queremos y respetamos está (si así se puede decir) "de este lado", de los que creen que hay que luchar contra lo injusto, del lado de los que sufrieron, de los que se comprometieron y se siguen comprometiendo.
Como se imaginarán, cuando el 3 de julio del año pasado vinieron a detener a papá, nos queríamos morir. No era sólo lo inesperado de la situación. Era la situación. Mamá había muerto hacía unos meses. Aún papá no lo puede superar. Le allanaron la casa en un momento en que estaban sus nietos (grandes y chicos). Lo esposaron. Lo llevaron de un lado a otro con una presión de más de 18. Salió durante dos semanas en la tapa de los diarios de la región, haciéndolo aparecer como "el Priebke" de Neuquén. ¡El juez lo responsabilizaba de todo el operativo de Cutral Co!
Y nosotros vivimos acá. Y nuestra vida sigue y va a seguir. Y no hay peor condena que la opinión pública.
Va a haber un juicio... Esperamos? Y todo esto se va a contar y los detenidos de Cutral Co van a declarar y papá también y habrá testigos de parte. Pero lo que sale en los diarios queda en la gente.
Quienes nos conocen, y muchos de los que sufrieron y nos escucharon en este tiempo, nos creen, creen en lo que declaró papá. Saben que ese tiempo no era fácil, que había miedo y confusión. Que no todos sabían lo que pasaba. Que no todos los militares eran asesinos, genocidas o represores.
Nuestro papá no lo era. No supo hasta mucho tiempo después todo lo que pasó.
No detuvo a Pedro Maidana "por obediencia debida" porque ése es un término aplicable a cuando los militares llevaban adelante órdenes aberrantes y papá no torturó, no actuó con violencia, se identificó y registró todo lo que le mandaron a hacer. El creyó que esa detención era legal. Era otro tiempo, otro contexto.
Compartimos lo que dijeron las víctimas en este juicio que pasó y entendemos lo que ellos dicen: "Todo esto es muy reparador". Por supuesto que entendemos. No remedia los muertos ni los desaparecidos, pero para quienes sobrevivieron y sus familiares esto es reparador. Al menos en algo.
Pero lo que le pasó a papá no se va a reparar nunca. Pase lo que pasare en el juicio, se pruebe o no, le crean jueces y partes o no, porque la condena social llegó antes. No fue un héroe, seguro. Tampoco hubiésemos querido un héroe como padre. Pero gracias a los medios "de comunicación" nuestro papá, que hoy tiene 73 años, que no tiene más que su jubilación y un departamento del IPVU, que toda su vida se sacrificó por su familia, que su único motivo de vida son sus 13 nietos, ya no va a poder disfrutar del respeto social que dan los años. Y su vida se pasó intentando llegar a esto.
Hay una frase de las Madres que nos resuena todo el tiempo: "Cuando la Justicia llega tarde, no es tan justa.". ¿Es que a nadie le importa a quién se lastima en la injusticia?
María Angélica Maier
DNI 16.819.526
Neuquén