Aquello asuntos que comienzan mal corren el riesgo de terminar peor, cuando se les agrega la deliberada confusión de evitar llamar las cosas por su nombre...
Primero fue el arrebato de una idea. En los albores de la década, un puñado de empresarios ligados a la hotelería de San Martín, pergeñaron lo que debía ser una universidad de turismo y hotel escuela, aprovechando el ya ruinoso hotel Sol, propiedad de la provincia.
El gobierno de entonces, encabezado por Jorge Sobisch, los escuchó, les infló el ego y después los apartó, acometiendo el proyecto con la Universidad Politécnica de Valencia (UPV).
Nacía el Centro Internacional de Educación para el Desarrollo, con el apoyo de una fundación para manejar dineros que la provincia se comprometía a abonar, hasta que el CIEDE pudiera andar sólo.
Una empresa recibió varios millones del Iadep (cuando no), para construir el asiento del CIEDE en la planta basamento (se hizo a satisfacción), y reconvertir las plantas superiores en un hotel escuela cinco estrellas.
Esa parte quedó trunca sin que nadie diese explicaciones, y el edificio, por encima del CIEDE, quedó destripado y abandonado.
Pasó el tiempo y cambió el gobierno. Ya en 2007 el CIEDE comenzó a languidecer, situación que se agudizó en 2008 y colapsó en 2009, con la suspensión de clases por falta de pago de servicios.
A poco de asumir en el municipio, Luz Sapag incluía al hotel Sol entre sus ambiciones. Además de considerarlo potencial palanca de desarrollo, no podía soportar la idea de tener un criadero de ratas a mil metros de su despacho. Le fue transferida la guarda del inmueble vacío.
Sapag quería retomar el proyecto del hotel escuela pero sin el lastre del CIEDE, que era cosa de Sobisch y su gente, personajes que la intendente no soporta ni en fotos. En su entorno nadie lo decía con pelos y señales, pero lo daban a entender.
Funcionarios cercanos a la intendente deslizaban a la prensa, que el CIEDE no tenía la calidad académica prometida y que sus títulos eran dudosos, recogiendo opiniones aquí y allá.
El gobernador Jorge Sapag firmó un decreto para cumplir lo que el propio convenio rubricado por Sobisch ya preveía: poner en marcha un órgano de coordinación y seguimiento del CIEDE, con el municipio, el Ministerio de Desarrollo Territorial y el de Gobierno y Educación.
He aquí otro gran disparate del mimetismo. Ese órgano, cuya finalidad oficial era seguir la marcha del convenio CIEDE, UPV, Estado neuquino, se adjudicó (no en el decreto, sino en el reglamento que se dio a sí mismo) la atribución jamás conferida de ser un cuerpo rector (el CIEDE ya tiene su consejo superior), para convertirse en una intervención política, administrativa y académica.
Ergo, abundaron los cruces: que la plata para pagar los servicios la tiene que poner el gobierno; que la puso; que no la puso; que las carreras son un invento; que se esconde información?
Puede que algunos o ninguno de esos dimes y diretes tenga algo que ver con el meollo del asunto, pero en cualquier caso sería bueno empezar a llamar al pan, pan.
Primero, alguien debería decir que la intendencia no quiere saber nada con la actual conducción del CIEDE, a la que asume como la continuidad de un proyecto prohijado por el peor de sus enemigos políticos. También, que descree legítimamente de la posibilidad de reflotar el proyecto original interesando a inversores por el hotel, si el CIEDE es una imposición en el futuro contrato.
Del mismo modo, sería bueno explicitar, si efectivamente las hay, las dudas académicas sobre las carreras y títulos. En vez de pedir una intervención absurda a la Fiscalía de Estado, podría haberse planteado una auditoría y, de corresponder, la llana rescisión del convenio/contrato.