"Acá se hace a gusto y ´piacere´, y no nos damos cuenta de que la tierra es un patrimonio degradable que pertenece a la humanidad, más allá de los títulos de propiedad". Así lo afirmó el productor Pedro Eddy.
Cuando fue presidente de la Asociación Rural de Patagones protagonizó varias discusiones al momento de intercambiar criterios de manejo con otros colegas.
El enojo viene porque el ex dirigente planteó a propietarios de grandes extensiones que no se podía realizar un desmonte indiscriminado. Sobre todo ahora que ya no se usan cadenas ni tractores sino potentes máquinas viales -de contratistas privados- que suelen trazar huellas profundas de hasta 30 centímetros de espesor con el empleo de modernos dispositivos mecánicos.
Eddy aún se pregunta qué ha hecho el Estado para controlar el desmonte ya que no solo "es un bien degradable sino que enfrentamos un problema cultural".
Los Krieger son ancestralmente nativos de los campos de Stroeder, una pequeña localidad ubicada a 80 kilómetros de Patagones.
Las explotaciones agropecuarias de alrededor están siendo abandonadas, y el pueblo también sufre la dispersión porque tanto el mecánico como el "gomero" no tienen el mismo nivel de trabajo e ingresos que en cosechas anteriores frente a la virtual pérdida total de cultivos finos como el trigo.
En lo de Krieger, la arena se acumula frente a los silos, a las gallinas se le vuelan las plumas y los tanques están vacíos. "Mis hermanos se fueron todos al pueblo, pero yo llego a la tranquera, me resisto y doy vuelta para atrás", afirma Roberto.
Sus campos llevan perdidos toneladas de materia orgánica que le hicieron perder un alto porcentaje de proteínas necesarias para los granos de trigo. (AV)