En vista de la fascinación que siente la presidenta Cristina Fernández de Kirchner por "el relato", no es del todo sorprendente que el gobierno que en teoría encabeza se haya esforzado por crear un país ficticio que esté libre de las lacras que, por desgracia, afean el que efectivamente existe. Luego de darle una economía paralela que es decididamente mejor que la real, ya que en la del relato la inflación no constituye un problema, escasean los pobres y el producto bruto sigue creciendo a un ritmo muy satisfactorio, el gobierno quiere mejorar la calidad institucional llenando el Congreso con gobernadores, intendentes, personajes de la farándula y así por el estilo. Aunque sólo se trata de una ilusión por ser cuestión de candidatos "testimoniales" que no se proponen desempeñar la función por la que esperan ser elegidos, es una forma de asegurarnos que sí es posible otra Argentina -una que se sienta plenamente comprometida con el "proyecto", esta entelequia también ficticia que los Kirchner dicen representar-, lo que a juicio de los autores del relato oficial es más que suficiente como para justificar la maniobra.
Los seleccionados para integrar la elite testimonial oficialista distan de ser personajes impresionantes, acaso porque, un par de actrices aparte, los Kirchner se han sentido constreñidos a limitarse a políticos profesionales. De éstos, el más destacado es el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, que ha aprovechado una oportunidad irresistible para mostrarse más capaz que el ex presidente Néstor Kirchner de cosechar votos. El que los partidos opositores no se hayan animado a participar en el juego, lo que pudieron haber hecho presentando listas llenas de los nombres de intelectuales, gente del espectáculo, deportistas y otros presuntamente capaces de entusiasmar a aquellos votantes que estén interesados en ayudar a formar un parlamento testimonial, no parece haber preocupado a los estrategas oficialistas. Por el contrario, lo toman por evidencia de la incapacidad de sus adversarios para entender las reglas de la política en el mundo moderno en que todo es virtual. Los líderes de las distintas agrupaciones opositoras atribuyen su actitud a su negativa principista a prestarse a lo que dicen tomar por una farsa, pero a menos que el electorado comparta su opinión habrán cometido un error costoso. Bien que mal, en última instancia el resultado del experimento imaginativo ensayado por el ex presidente Kirchner no dependerá de constitucionalistas y juristas sino de los habitantes de las zonas más deprimidas del Gran Buenos Aires. Si les parece aceptable votar por candidatos truchos, Kirchner podrá felicitarse por el éxito de su invento; si se sienten ofendidos, lo que a juzgar por las encuestas de opinión no será el caso, habrá firmado el certificado de defunción de su propio ciclo político. El ex presidente y sus allegados parecen conscientes de que es así, de ahí las alusiones reiteradas a una eventual decisión por parte del matrimonio gobernante de reaccionar frente a una derrota dejando el poder en manos del vicepresidente Julio Cobos. De todas maneras, no se puede calificar de engañosa la oferta del Frente para la Victoria oficialista: a esta altura nadie ignora que en sus listas hay tantos gatos como liebres.
En el exterior, la innovación kirchnerista sólo ha motivado una mezcla de extrañeza y desprecio, pero si brinda los resultados esperados podría hacer escuela entre los estrategas foráneos más pragmáticos y menos escrupulosos. Por cierto, en países como Estados Unidos y Francia, los grandes partidos podrían apadrinar las candidaturas testimoniales de docenas de premios Nobel, eminencias literarias, estrellas de cine y deportistas de fama mundial, para no hablar de ex presidentes, gobernadores populares e intendentes, para conformar auténticos "equipos de los sueños" comprometidos con alguno que otro "proyecto", lo que con toda seguridad ayudaría a que la ciudadanía recuperara la fe en el destino de su nación. Por las razones que fueran, no se les ha ocurrido dicha variante, tal vez porque les haya sido imposible entender el significado de la tesis kirchnerista de que el relato, es decir la forma en que la mayoría interpreta la realidad, sea más importante que la realidad misma.