La retórica proselitista que ha adoptado el ex presidente Néstor Kirchner en un esfuerzo por impedir que las elecciones legislativas debiliten aún más al gobierno de su mujer es peligrosa por varios motivos. Además de contribuir a agravar una situación económica que ya es bastante complicada al dar a entender que teme que después del 28 de junio el país se precipite una vez más en el vacío, insistir en que "si por una causalidad, Cristina no cuenta con la mayoría parlamentaria, volvemos a la crisis del 2001, a la pobreza, a la desocupación; esto explota" -o sea, nosotros o el caos-, brinda a sus partidarios un pretexto para ir a virtualmente cualquier extremo a fin de salvar a la Patria de un destino tan terrible. Se trata de la forma de razonamiento que solían utilizar los militares golpistas para justificar sus intervenciones repetidas y los jefes terroristas para justificar sus intentos de emularlos. Asimismo, se da el riesgo de que los kirchneristas más exaltados, personajes como el piquetero Luis D´Elía, caigan en la tentación de provocar desmanes con el propósito de hacer más convincentes las advertencias del ex presidente. Al fin y al cabo, Kirchner ya ha dejado claro que cree que es de su interés que el electorado se sienta asustado por la presunta proximidad de la anarquía, de suerte que sería lógico que antes del 28 de junio se las arreglara para que tomara más en serio la amenaza así supuesta.
El ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, se encargó de mofarse de la tesis alarmista de Kirchner al afirmar que "si volvemos al 2001, entonces quiere decir que todo lo que hicimos fue un fracaso", aunque en seguida suavizó sus palabras atribuyendo al hombre que acompañó en el poder el haber dado "a la Argentina una solidez económica y una tranquilidad social distinta" que, supone, nos ahorrarían la catástrofe prevista. En efecto, Kirchner tuvo la buena fortuna de ser presidente en una etapa signada por el crecimiento económico tanto de nuestro país como de casi todos los demás, lo que, combinado con la voluntad mayoritaria de convivir en paz, ayudó a tranquilizar los ánimos, pero por desgracia él ni su mujer hicieron nada para mejorar el estado de las instituciones políticas, acaso porque ambos entendieron que en última instancia la precariedad les convendría. Mientras que los demócratas auténticos saben de antemano que perder una elección luego de haber estado en el poder durante algunos años es normal y que por lo tanto hay que prepararse para la derrota que tarde o temprano llegará sin formular previsiones apocalípticas, los autoritarios y los demagogos populistas son propensos a creerse imprescindibles, de ahí su costumbre de hablar en términos que son inapropiados para una sociedad madura.
Además de tratar de asustar a la gente para que vote a favor de las listas "testimoniales" fortalecidas por la inclusión de los nombres de políticos presuntamente populares y celebridades, Kirchner ha insinuado nuevamente que si sus partidarios pierden, su esposa no vacilaría en regresar a Santa Cruz, dejando el gobierno en manos del vicepresidente Julio Cobos o, de producirse una especie de golpe palaciego, de un peronista opositor. Desde mediados del año pasado, cuando merced a Cobos el gobierno perdió la votación en el Senado sobre las retenciones móviles, Kirchner ha mantenido latente la amenaza de abandonar el poder en el caso de que los demás integrantes de la clase política nacional se opongan a su "proyecto". Puede que hasta ahora el amago haya servido para disciplinar a sus huestes, pero es bien posible que en esta oportunidad, lejos de ayudar a aumentar el caudal de votos oficialistas, tenga el efecto contrario, ya que a esta altura los cansados del kirchnerismo comprenderán que a fines de junio tendrán una oportunidad inmejorable para expulsarlo del poder. De no haber sido cuestión de un plebiscito sui géneris sobre la dupla santacruceña sino una elección legislativa rutinaria, hubiera sido menos fuerte la tentación de aprovecharla para castigar a un gobierno poco popular, pero gracias a la actuación casi histérica de Néstor Kirchner y su temor evidente de que el oficialismo esté por experimentar una derrota devastadora, no extrañaría que muchos optaran por expresar la bronca que tantos dicen sentir.