Hay un conflicto entre los Estados Unidos y Cuba que se remonta mucho más atrás de los que se iniciaron después de que el entonces denominado "Ejército Rebelde", bajo el mando de Fidel Castro, ocupó La Habana el 1º de enero de 1959. Es el que nació a fines del siglo XIX cuando, concluido el dominio español, los Estados Unidos -que habían apoyado la independencia cubana- forzaron la inclusión de una enmienda en la Constitución del naciente Estado caribeño que suponía una virtual tutoría estadounidense sobre Cuba.
La enmienda -llamada Platt porque ése era el apellido del senador norteamericano que la propuso al Congreso de su país- establecía en varios puntos condiciones que ponían límites a la soberanía del nuevo Estado. El más contundente fue el siguiente: "El gobierno de Cuba consiente que los Estados Unidos puedan ejercitar el derecho a intervenir para la conservación de la independencia cubana, el mantenimiento de un gobierno adecuado para la protección de vidas, propiedad y libertad individual y para cumplir las obligaciones que, con respecto a Cuba, han sido impuestas a los Estados Unidos por el tratado de París y que deben ahora ser asumidas y cumplidas por el gobierno de Cuba".
El tratado de París, en el que España reconocía la independencia cubana, se firmó el 10 de diciembre de 1898 en la capital francesa. Los Estados Unidos intervinieron en el papel de "mediador", aunque las mencionadas obligaciones con respecto a Cuba no habían sido impuestas "a" los Estados Unidos sino "por" los Estados Unidos.
La enmienda fue eliminada de la Constitución cubana en 1934. Pero la presencia estadounidense en Cuba sobrevivió en la bahía de Guantánamo, cedida a perpetuidad a los Estados Unidos en febrero de 1903. La forma jurídica, ciertamente original entre todas las del colonialismo, fue la de un alquiler a perpetuidad. En 1934 el precio del alquiler se fijó en 4.085 dólares anuales y se acordó que la rescisión del contrato requeriría el consentimiento de ambos gobiernos o el abandono de la concesión por los Estados Unidos.
La base ha cumplido ya más de un siglo sin que, hasta en los peores tiempos de la Guerra Fría, haya demostrado su utilidad en la competencia bélica de los Estados Unidos frente al "Imperio del mal", la ex Unión Soviética. Sólo después del ataque a las Torres Gemelas el gobierno de George W. Bush le encontró un destino, el de usarla como cárcel para los supuestos terroristas, sospechados de tener vínculos con Al Qaeda, apresados por grupos especiales de la CIA en todo el planeta y transportados en vuelos secretos.
La originalidad del contrato de alquiler contagió la de los argumentos usados por el gobierno de Bush para sustraer a esos detenidos de la jurisdicción de los jueces norteamericanos. El argumento fue que como la bahía de Guantánamo es un territorio que, aun ocupado por una base militar extranjera, pertenece a Cuba y está, por lo tanto, bajo su soberanía, los presos allí alojados carecen de los derechos que tienen los detenidos en cárceles estadounidenses. O sea que tales presos no tienen juez ni autoridad humana alguna a la cual acudir. Sólo la divina, que hasta ahora no ha mostrado preocupación por ellos.
Por fortuna, la Corte Suprema de los Estados Unidos se pronunció sobre el caso en el 2004, al establecer que los tribunales del país son competentes para atender las demandas de los presos de Guantánamo debido a que los Estados Unidos ejercen, de hecho, un poder soberano sobre el territorio de la base.
Los cuestionamientos a esa "anomalía" jurídica subieron de tono cuando arreciaron las denuncias sobre torturas. En mayo del 2005 Bush consideró "absurdo" un informe al respecto, pero posteriormente una serie de trascendidos publicados por la prensa liberal estadounidense confirmó que las torturas existían y que eran de conocimiento no sólo del presidente, sino también del vicepresidente Dick Cheney y de los secretarios de Estado, de Defensa y de Justicia Condoleezza Rice, Donald Rumsfeld y John Ashcroft.
Sólo faltaba que Barack Obama lo dijera. Y lo dijo el miércoles pasado, con todas las letras, al afirmar que su antecesor en la presidencia "aplicó tortura". A la vez afirmó que ese reconocimiento, junto con la decisión de prohibir la tortura y la de cerrar el campo de prisioneros de la base harán "más fuerte" a su país.
De todas maneras, la imagen de los Estados Unidos como país protector de los derechos humanos ha quedado resentida. Una de las consecuencias es, en estos días, la decisión adoptada por el juez español Baltasar Garzón en el sentido de investigar las denuncias de torturas recibidas en su juzgado de varios detenidos en Guantánamo que fueron liberados. Esas denuncias, corroboradas por la declaración de Obama, podrían determinar que tanto Bush como varios de sus colaboradores fueran imputados criminalmente. De ser así, habría que concluir en que la base ha significado para los Estados Unidos más perjuicios que beneficios (aunque, muy probablemente, a quienes fueron los promotores de la iniciativa de usarla como un centro ilegal de detenciones y torturas la idea les haya parecido genial).
La posibilidad de que se abran negociaciones entre Estados Unidos y Cuba, existente pero aún distante, incluye planteos, desde el lado estadounidense, que son tajantemente rechazados por el gobierno cubano, por tratarse de "asuntos internos". Tales asuntos podrían englobarse dentro del régimen de partido único, copiado del que existía en la URSS y que también sobrevive en China y Vietnam, vigente en la isla. Ese sistema choca frontalmente con el que rige en las democracias occidentales y que supone la vigencia de libertades como, por ejemplo, la de prensa, que en Cuba no cuentan.
Ésos son, no obstante, cuestionamientos que, del mismo modo que los que opone Cuba, nacen con la Revolución Cubana. No es el caso del territorio "alquilado" a los Estados Unidos en Guantánamo, sometido a un estatus jurídico que, si pudo ser admisible hace un siglo, nadie se atrevería a defender hoy. La devolución de ese territorio a la soberanía cubana no significará, necesariamente, que el conflicto que alguna vez, con la crisis de los misiles, puso en riesgo la paz mundial, se solucione. Pero con toda seguridad contribuirá a que mejore la imagen de los Estados Unidos en el mundo y aun en la misma Cuba. Ése será un importante servicio que la base podrá prestar, tal vez el único, porque hasta donde se puede ver no sirve para otra cosa.
JORGE GADANO
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