Jueves 30 de Abril de 2009 > Sociedad
Ciudad de México, infectada (Por Emilia Pugni Reta desde el Distrito Federal)

El Distrito Federal está infectado de influenza humana, de paranoia y de desolación. Las calles, el periférico, el circuito interior están vacíos. Los supermercados casi no tienen gente, las cocheras de los edificios están llenas, los únicos lugares atestados son los hospitales y las farmacias.

Desde el viernes, más ciudadanos que los que normalmente vemos usan barbijo, pero no todos. El Estado los regaló pero ya no alcanzan, y según los medios de comunicación, la calidad de los mismos no es la mejor para evitar que el virus no se instale en el organismo de los que habitamos la ciudad de México.

El alcohol en todas sus variantes está agotado y los vendedores ambulantes de frutas no dejan de anunciar la oferta de naranjas. Muchos puestos a la salida del metro han cerrado pero otros no pueden, ya que es la única entrada monetaria de familias de más de seis integrantes.

A partir del miércoles, el jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, decidió cerrar los restaurantes, aunque algunos se hicieron los desentendidos y seguían atendiendo a quienes llegaban como si nada a consumir.

La cotidianeidad se está viendo afectada. Ya no planeas ir a tomar un café al parque o hacer una reunión en tu casa para tus amigos. Pero no es así para todos, ya que otros optaron por el escepticismo y asisten a la oficina, compran comida para llevar y argumentan que el barbijo no funciona.

Algunas empresas les han dado vacaciones forzosas a sus empleados, a muchos les han permitido trabajar desde sus casas y otros organismos organizaron guardias rotativas.

Si, los que podemos estamos en casa, compramos un pedido que durará al menos unas dos semanas y estamos en comunicación constante con nuestras familias y amigos, atentos a que no aparezca ninguno de los síntomas descriptos por el gobierno.

Pero muchos otros no tienen la opción de no asistir a sus trabajos, ni de dejar de viajar en metro y esas son las imágenes que muchas cadenas de televisión muestran al mundo.

Las medidas no resultan exageradas pero tampoco obligan, entonces no se sabe si los llamados casi desesperados de los representantes gubernamentales generan conciencia.

Tampoco sabemos si las cadenas de correos electrónicos que nos llegan contienen información verídica y lo que hacen es poner en jaque las conferencias de prensa. Por ejemplo, ayer por la tarde una amiga mexicana me envió un correo que de veras asusta. Aquí algunas citas: “NO es una epidemia de influenza, es un virus que se encuentra suspendido en el medio ambiente SUMAMENTE PELIGROSO”; “Trabajo en el Instituto Nacional de Rehabilitación, donde además de innumerables muertes de pacientes, han muerto ya 10 médicos, y están hospitalizados 2 médicos de 25 años. El hospital Juárez (uno de los más grandes de la ciudad de México) está cerrado por cuarentena”. La cadena termina con un billete de veinte pesos mexicanos, donde el prócer de la imagen tiene puesto un tapabocas. Y la página web del Hospital Juárez está colapsada.

Respecto a la movilidad, aquellos que pueden optan por tomar taxis, evitan el metro y  caminan más. “Por lo general camino, asi que últimamente me pongo tapabocas”, declara Melisa (argentina, con diez años de residencia en México, 26).

Tomás (mexicano, 28) dice “pues sí ha afectado, pero prefiero sentirme seguro y gastar un poco más para llegar al trabajo. Tengo que usar el mismo cubreboca porque no he encontrado en las farmacias. En el trabajo hubo quienes perdieron el suyo y si mañana no lo traen, no los dejarán entrar”.

“El impacto laboral es un desastre, todo se ha suspendido o postergado, pérdida económica indiscutiblemente. Socialmente, estoy aprovechando a visitar amigos, comprar cortinas, estudiar, leer, cosas que no siempre se pueden hacer, pero no mucho más porque todo está cerrado, cines, restaurantes. Físicamente, un bajón ni salir a correr podes, los gimnasios también están con las cortinas abajo”, afirma Melisa.

Ni Tomás ni Melisa conocen a nadie que haya tenido o tenga el virus, pero si saben de gente que semanas atrás sufrieron una “gripe rara” pero que la trataron como una estacional o como anginas y que ya no están enfermos.

Ambos coinciden, sin conocerse, en que hay mucha ignorancia y desinformación en el gobierno, que se nota que no saben a ciencia cierta contra qué están luchando y a que se enfrenta la sociedad. Y eso les hace dudar de las cifras de infectados y de muertos, de que se trate de un virus esparcido por el narco, de que se esté aprovechando la contingencia para tapar la crisis económica mundial.

Mientras ustedes lo miran por televisión y lo leen en los periódicos, nosotros aquí estamos. No creemos lo que está pasando pero hemos buscado en los anaqueles botellas de alcohol olvidadas y empezamos a preocuparnos por la falta de barbijos.

Desde Ciudad de México, Emilia Pugni Reta

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