Convencido de que para comprender a la Argentina primero hay que conocer su sexualidad, Federico Andahazi (Buenos Aires, 1963) se instaló en la alcoba de los principales próceres. Polémico y provocador desde sus inicios, el escritor continúa en la misma línea en el segundo volumen de su trilogía "Argentina con pecado concebida", recientemente publicado y presentado durante esta semana en la Feria del Libro.
En este ensayo el autor escarba en el pasado de los hombres de bronce, revelando que muchos de ellos fueron violadores, machistas, golpeadores y mujeriegos, entre tantas otras cosas.
En su casa de Villa Crespo, uno de los autores más vendidos del país en los últimos años recibe a "Río Negro" con amabilidad. Tras pasar el garaje de entrada donde descansan varias motos de paseo, el siguiente ambiente provoca un sacudón encantador no bien se pone un pie sobre el piso de pinotea, sobre el que se observan un flipper, un elegante diván, algunos sillones, un escritorio y un par de bibliotecas. Allí, en su lugar de trabajo, donde mantener la estética parece ser la norma, Andahazi sostiene su hipótesis: "No se puede entender la historia de un país si no se revisa su sexualidad", con lo que argumenta el hecho de husmear entre las sábanas de quienes hoy sólo quedan estatuas.
El escritor Andrés Rivera asegura que una vez que tiene el dato histórico, eso básicamente ya le soluciona la prosa porque lo que resta hacer después es ficción. "El dato histórico resuelve una parte importante -dice Andahazi-. Lo más difícil en un ensayo es encontrar un tono propio que se imponga a todos los documentos. La prosa ajena es muy pregnante y resulta muy fácil que se te pegue el autor cuando estás leyendo determinados documentos".
Por su parte, García Márquez contó alguna vez que la exactitud de algunos documentos lo presionaban para escribir.
"Justamente él fue uno de mis grandes maestros, y no en el sentido nobiliario del término. Realmente aprendí de Gabo un par de cuestiones relacionadas con la escritura y le estoy muy agradecido por haberme enseñado a trabajar con documentos", cuenta el autor que saltó a la fama a través de su polémica novela "El anatomista" y que luego obtuvo el Premio Planeta 2006 con El conquistador.
-El poder y el sexo están enlazados en su último ensayo.
-Sí. En Rosas, por ejemplo, es muy difícil discriminar estos dos aspectos. Es un caso muy paradigmático y me impresionó mucho. Si digo que una persona escondió a su hija en el sótano y la violaba sistemáticamente, uno automáticamente piensa en el austríaco. Pero no, éste fue Rosas y Eugenia Castro, su hija adoptiva, un caso impresionante e irrefutable. Pude leer las cartas de ella y son totalmente desgarradoras. Le dice "querido papá" al tipo que la viola y con el que tiene seis hijos.
-¿Cómo fue recibido el segundo volumen de "Argentina con pecado concebida"?
-Tuve muchas presiones de distintos lados, desde el teléfono hasta sugerencias más sutiles, como entrevistas que me hicieron ciertos medios gráficos que luego decidieron no publicar. Y la verdad que me molesta mucho. También se enojó una familia tradicional porque conté que un antepasado de ellos usaba consoladores de madera. No fue algo que inventé. Los consoladores aparecieron en una excavación arqueológica. Es difícil remover la historia porque se pueden herir susceptibilidades.
-Y se viene el tercer volumen del ensayo.
-Sí, y ahí me voy a meter con gente que está viva. Va a ser más complicado. La verdad que cada vez que suena el teléfono me inquieta un poco. Igual, me dan ideas, porque tal vez ni había pensado en determinado personaje pero cuando recibo un llamado diciendo "No te vas a meter con fulano, ¿no?", le respondo: "Ahora que me lo decís, no estaría mal". Quiero que no me hinchen las pelotas y me dejen trabajar tranquilo. Ya estoy acostumbrado a las presiones desde el escándalo Fortabat, cuando ella era la mujer más poderosa de la Argentina.
Historia y literatura
-¿La historia es la nutriente de su literatura?
-Depende. Hay que ser muy cauto con la historia. Si bien mis novelas transcurren en el pasado, muchas veces es un obstáculo para la ficción. Hay escritores que se atan de tal forma al documento que eso obtura la imaginación. A veces uno en la investigación se encariña tanto y supone que el lector va a tener el mismo interés que uno en esos documentos. Lo cierto es que son más las veces en que al lector lo abruma el exceso de información. Una novela tiene que estar precisamente documentada, pero no en exceso. Debe enraizarse mucho más en lo verosímil que en lo verdadero.
-En otros libros suyos como "Pecar como Dios manda" o "Argentina..." la cuestión cambia, porque son ensayos.
-Sí, porque no se trata de ejercer el oficio más antiguo del mundo, que es el de narrar historias. Una novela o un cuento no es otra cosa más que una mentira mejor o peor contada. En un ensayo el pacto que uno establece con el lector es otro. En la ficción me dejo engañar amablemente, mientras que si voy a leer investigación o ensayos, el pacto tácito es diferente, de no mentir.
-Comenzar en la ficción, ¿es una ventaja o una desventaja?
-Creo que un escritor que proviene de la ficción a veces está en mejores condiciones de abordar la historia porque a la hora de investigar necesitás explorar el trabajo de otros historiadores y, como uno ya está entrenado en este oficio de la mentira, puede descubrir cuándo los historiadores te están mintiendo.
-A propósito, en "Argentina..." hay un capítulo sobre el sexo de los historiadores.
-Claro, ahí uno percibe claramente cuándo los historiadores mienten, ya sea por omisión o por hacerte cierto recorte del documento. ¿Cuál es el problema? Pasa que muchas veces uno descubre que los historiadores transfieren su propia moral a la figura de los personajes a los que están investigando. En el caso San Martín, citando un documento de Olazábal, que era su virtual cronista, la historiadora dice: "A San Martín nunca se le conoció ninguna relación por fuera de su matrimonio". Me pareció raro, porque era sabido que no era así. Fui a ver el documento de Olazábal y me encontré con que decía: "A San Martín no se le conoció ninguna relación por fuera de su matrimonio porque era un hombre muy discreto, pero en realidad tuvo amoríos con tal, tal y tal...".
Moral y sexo
-Ese tipo de recortes funciona como una mentira, incluso cuando Olazábal no tuvo ningún reparo en contar la verdadera historia de San Martín.
-Sí, Olazábal no tuvo empacho en decir que el propio San Martín era un ser humano con una moral un poco más elástica que lo que muchos de nuestros contemporáneos están dispuestos a tolerar. Cuenta que San Martín y el hermano de Olazábal compartían mujeres, un tema bastante frecuente en la vida militar.
-En su momento, García Márquez fue advertido por la Academia Nacional de la Historia de Colombia, cuando le dijeron que tuviera cuidado con hacer ficción con el general Bolívar. Actualmente, ¿piensa que la literatura ha perdido el, digamos, respeto pacato que existía por los personajes en la Argentina?
-Puedo percibir que existe, efectivamente, cierto afán por derribar próceres. No estoy de acuerdo con eso. Me parece que muchos de nuestros próceres tienen muy bien ganado el bronce. Además creo que no somos nadie para andar pateando estatuas. Sí me parece que la sexualidad tiene un lugar protagónico en la historia, que injustamente se la ha dejado de lado. Lo que digo es que no se puede entender la historia de un país si no se conoce la historia de su sexualidad. Los países, al igual que sus habitantes, son hijos de una trama de relaciones sexuales; si se desconoce ese entramado, mal se puede conocer cómo se forjó un país.
-En el libro plantea que detrás de toda nación hay una política de Estado de sesgo sexual.
-Sí. Por ejemplo, si examinamos la historia de América Latina desde la época de la conquista, nos encontramos con la política de mestizaje: mezclar la sangre de los españoles con la de los aborígenes para extender los apellidos españoles pero sin dejarles a sus hijos ningún derecho a la herencia y demás. Eso fue una política sexual, como tantas otras a lo largo de la historia. Muchas veces se quiere presentar la sexualidad como una pincelada pintoresca o como un dato de color. Y no, la sexualidad está en el centro.
Cerca de la violación
-Es como si los próceres no hubiesen ido nunca al baño, ¿no?
-Claro. Creo que con mucho escrúpulo se ha ocultado su sexualidad y se la ha escindido del personaje.
-¿Qué figura le impresionó en la investigación?
-En primer lugar Sarmiento, que me parece fantástico. Fue casi la excepción a la regla de la hipocresía. No ocultó su sexualidad y no tenía ningún empacho en declarar sus viáticos, entre los que detallaba "gastos por orgía". Para él la sexualidad era tan importante como la comida.
-Hubo un episodio con Mariquita Sánchez...
-Sí, sí. Un día estaban hablando y Sarmiento se distrae, hasta que se dio cuenta de que se había concentrado en la anatomía de Mariquita. Entonces le escribe una carta a un amigo suyo que estaba en Uruguay y le cuenta: "No sabés lo que me pasó. Estaba con Mariquita y de repente tuve una erección". Sencillamente no sabía cómo disimular su estado. Entonces se paró y se puso de espaldas a mirar los cuadros, hasta que entró una persona de la servidumbre y se calmó. Esa carta la termina con una frase fantástica: "No sabés qué cerca que estuve de violar a Mariquita". ¡Lo que habrá sido la escena!
Un chiste muy caro
-¿Qué le generó Belgrano, otro de los personajes a los que se refiere en el libro?
-La vida sexual de Belgrano me impresiona mucho porque atañe directamente a la historia argentina. Siempre me llamó la atención esta imputación que se le hace a Belgrano de ser homosexual. Esto era claramente discriminatorio. Lo que me interesó saber fue cómo surgió esto. Es cierto que Belgrano era un tipo muy atildado, que se vestía con pantalones ajustados, muy prolijos... hoy algún político diría "muy afrancesado".
-Dorrego tiene un problema con Belgrano...
-Sí, Dorrego fue el primero en endilgarle el epíteto, en el marco de una discusión política, para ver quién se posicionaba mejor frente a San Martín. Hay una anécdota en la que se están pasando las voces de mando. San Martín da la voz de mando, Belgrano la repite y, por último, Dorrego da la voz de mando burlándose de Belgrano por el tono de su voz.
-Ese chiste le costó caro a Dorrego.
-Sí, porque lo destierran y lo mandan a Buenos Aires. Además, los opositores de Belgrano de entonces y los que llegaron más tarde lo acusaban de homosexual. Los defensores decían que cómo iba a ser homosexual Belgrano si tenía hijos, como si fuera mejor ser heterosexual que homosexual. Eso me sorprendió mucho, pero más me impresionó cuando la sexualidad se mete en la historia.
-¿A qué se refiere?
-Poco después de que la Argentina se independizara aún no estaba decidida la forma de gobierno. Belgrano era partidario -junto con Bernardino Rivadavia- de establecer una monarquía constitucional. Así emprenden un viaje a Inglaterra con la idea absurda de buscar un rey para la Argentina. Entre las numerosas reuniones que mantienen, Belgrano conoce a una francesa de la cual se enamora perdidamente y permanece tres semanas encerrado con ella en una alcoba, con lo cual finalmente nunca elige un rey. Por eso que, de no haber sido por los impulsos sexuales de Belgrano, Argentina quizá hubiera sido una monarquía constitucional.
Por JUAN IGNACIO PEREYRA
ipereyra@netkey.com.ar
y CARLOS TORRENGO
carlostorrengo@hotmail.com
