River está a seis puntos del líder Vélez y por eso cree que es candidato. Pero no, River es un equipo sin chances futbolísticas y en proceso de descomposición institucional. Sólo las matemáticas le sonríen al "millonario", pero éstas nunca fueron campeonas. El mejor sustento para un candidato es su fútbol, y River no lo tiene.
Los números también le daban para seguir en la Copa Libertadores, pero sin juego no pudo superar la fase de grupos ante rivales sin tradición ni planteles costosos, pero con un mínimo sentido del juego colectivo. Pero a no confundirse. Lo que hacen los once jugadores que Néstor Gorosito manda a la cancha es sólo lo que se ve, pero no es el problema.
River vive profundas crisis demasiado seguido. Hace menos de un año, la eliminación de la Copa, el maíz y el "silencio atroz" de Ahumada. Hace cuatro meses, el último puesto pro primera vez en su historia. Esta vez, la eliminación temprana vuelve a dejar desnudo a un club que nunca se replanteó nada.
Lo mejor que puede hacer River es sostener a su entrenador y darle la oportunidad de depurar el plantel y armar el suyo, con sus ideas y sus intérpretes. Y entender que los liderazgos nunca son forzados. Oscar Ahumada se empecinó en serlo y resultó un fracaso. Bajo su liderazgo, River perdió el juego y la cabeza demasiadas veces. Es un buen jugador, pero no más que eso.
En cambio, Marcelo Gallardo se erigió como un líder auténtico para este plantel. Al fin y al cabo fue quien lo pidió a gritos y no su entrenador. El Muñeco resultó determinante en los últimos tres partidos, con goles y asistencias. Pipo no estuvo de acuerdo con su llegada, allá por febrero, sí en cambio con la de Cristian Fabbiani. El Ogro parece apagarse antes de haberse encendido. Gallardo, por el contrario, es la única luz de un River víctima de sí mismo.
JUAN MOCCIARO
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