No se impusieron límites. El único objetivo que se trazaron fue colaborar para que los chicos puedan tener un comedor donde compartir un plato de sopa o de guiso todos los días.
Así fueron sumando esfuerzos. No solamente de los motociclistas, que rápidamente acompañaron la tarea solidaria de ayudar a la Escuela 87 de El Cuy, sino también de vecinos de Río Negro y Neuquén que quisieron hacer su aporte y ayudar a una comunidad doblemente castigada: por la sequía y el olvido.
Un kilo de harina, otro de fideos, una cajita de lápices, un cuaderno o un abrigo. Se recolectó todo lo que se pueda utilizar para un año que se perfila más complicado que los anteriores.
Rumbos al sur
Ni siquiera los propios organizadores -que pertenecen a distintos clubes de la región- podían creer la cantidad de motos y de aportes en mercadería que fueron llegando el sábado, cuando se reunieron a media mañana en la rotonda de ruta 6 y 22, en Roca.
Ese fue el punto de encuentro para más de cien personas que a bordo de sus motocicletas enfilaron para este paraje ubicado a unos 120 kilómetros al sur.
A su llegadas, los propios docentes y alumnos salieron a recibirlos. A partir de allí fue un ida y vuelta. Un intercambio de experiencias que difícilmente los niños de la escuela puedan olvidar. Más difícil aún será para estos motociclistas, que pudieron palpar una realidad totalmente distinta a la que se vive en la ciudad.
El sábado siguió con asado y paseos para los chicos en motos de todo tipo, y se apagó con un baile en el centro comunitario, del que también participaron varios vecinos. "Estamos inmensamente agradecidos por el esfuerzo de los motociclistas y por el de la comunidad", dijo María Eloiza Mainero, la directora.
Un colorido mural elaborado entre los alumnos y el docente y escultor de Roca, Ignacio Mora, dejó plasmado el domingo una actividad que seguramente formará parte de la historia de vida de estos niños y de los propios motociclistas.