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Todo es política | ||
Por entender Néstor Kirchner que en las elecciones legislativas se decidirá la suerte de lo que suele llamar su "proyecto", hasta fines de junio todas las medidas del gobierno, y las declaraciones que formulen sus voceros, dependerán de su presunto impacto propagandístico. Para el ex presidente, la actual y sus colaboradores principales, es fundamental convencer a la ciudadanía de que la economía está en buenas manos y que problemas como los supuestos por la delincuencia y la epidemia de dengue distan de ser tan graves como quisieran hacer pensar los dirigentes opositores y los medios de difusión. La tarea que enfrenta el gobierno es ardua porque su credibilidad es reducida, pero parecería que confía en que por lo menos el "núcleo duro" del kirchnerismo que se ubica en el conurbano bonaerense preferirá su interpretación de lo que está sucediendo en el país a cualquier otra. Es posible que se haya equivocado, puesto que la recesión ya se ha hecho sentir en las zonas más deprimidas del país y el sindicalismo está mostrando los dientes, pero aún cuando el gobierno consiga conservar su mayoría en ambas cámaras, la realidad económica, que por desgracia dista de ser tan satisfactoria como pretenden los comprometidos con "el proyecto", terminará imponiéndose. Muchos empresarios temen que la hora de la verdad llegue el 29 de junio, razón por la que con muy pocas excepciones han optado por mantener en suspenso sus eventuales planes de inversión, lo que no puede sino agravar la situación económica. Una vez más, nuestro país va a contramano de la "comunidad internacional" en que, como se confirmó en la reunión del G20 en Londres a inicios del mes corriente, se ha consolidado el consenso de que es urgente hacer cuanto resulte factible para impulsar la actividad económica, estimulando las inversiones y, desde luego, haciendo más accesibles los créditos. Aunque en algunos países se resisten a hacerlo por miedo a las consecuencias inflacionarias a mediano plazo de la manía actual por aumentar los déficits a niveles sin precedentes, al gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner le encantaría poder confeccionar un sinfín de "paquetes de estímulo", pero además de no contar con los recursos necesarios, la incertidumbre provocada por el electoralismo frenético hace que todos sus esfuerzos por inspirar confianza resulten contraproducentes. Asimismo, sería difícil subestimar los perjuicios que está causando su guerra obsesiva contra el campo, el que para el oficialismo se ve simbolizado por la soja, aquel "yuyo" que, perversamente, ha sido fuente de una proporción muy significante de las divisas que entraron en el país en el transcurso de los años últimos y que, para más señas, sirvieron para engrosar la caja presidencial. De más está decir que la medida antiyuyo más reciente, que consistió en prohibir la siembra de soja transgénica en terrenos de las Fuerzas Armadas, sólo ha servido para intensificar la sensación de que aquí todo se ve subordinado a los prejuicios ideológicos de la presidenta, su marido y quienes integran su estrecho círculo áulico. Un motivo legítimo para adelantar la fecha de las elecciones consistiría en la voluntad oficial de ahorrarle al país una campaña prolongada y reñida en un período dominado por una peligrosa crisis internacional de repercusiones imprevisibles, pero en opinión de la mayoría de los interesados en las vicisitudes políticas se debió a la conciencia de que bien antes de octubre próximo resultaría necesario tomar medidas muy antipáticas que le costarían al gobierno una cantidad enorme de votos. Como es natural, la convicción del grueso del empresariado de que el 29 de junio el panorama frente al país se habrá modificado de manera radical y que el gobierno se verá obligado a hacer lo que temió hacer antes ha creado una situación que a juicio de algunos se aproxima a la parálisis. Puede que hayan exagerado, pero no cabe duda de que, de resultas del protagonismo exclusivo de la política y de la voluntad del matrimonio presidencial de ir a virtualmente cualquier extremo en sus esfuerzos por conformar a su clientela, tendremos que esperar dos meses más para saber qué exactamente se propondrá hacer el gobierno para que el país sobreviva a la crisis sin experimentar perjuicios que de actuar con sensatez podrían evitarse. | ||
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