Hace tiempo -o no tanto, digamos, un año- fue "la" noticia. Se estaba construyendo en un túnel gigantesco de Europa, el acelerador de hadrones, para reproducir el llamado big-bang o acto creador del universo. El asunto es que un montón de científicos/as y un montón de plata se unieron para semejante objetivo. Se popularizó como "la máquina de Dios" o "la partícula de Dios". Autoestima alta la de esta gente, ¿eh?
Recuerdo haber escrito sobre esto, con cierta ironía que me aparece a veces -le voy avisando, ahora también- y comparaba el intento humano con el descrito magistralmente por Jorge Luis Borges en "El Golem". Y recuerdo que la mentada columna atrajo comentarios donde me mandaban a lavar los platos, me caracterizaban de anticientífica y otras lindezas. Bien; odio quiero más que indiferencia, como dice el bolero.
Después de varios meses de dedicarme -intelectualmente hablando- a otros menesteres, me pregunté: ¿y la máquina de Dios? Así que anduve navegando por Google y cuanto medio de prensa castellana podría encontrar, ¡y oh sorpresa!, después del incidente que a poco de empezar detuvo el intento, no se sabe nada. Precisemos: no se publica nada, lo cual no significa que no pase nada.
De modo que especularé, actividad mental válida que me resulta sumamente gratificante, y espero que a usted también.
La primera conclusión es, aplicando el criterio conocido como "la navaja de Occam", la más sencilla: no se publica nada porque no hay novedades. Todavía estarán reparándola, o enfriándola para repararla, o lo que sea que estén haciendo, agarrándose la cabeza y diciendo ¡oh God!, no sé si dirigiéndose al Creador o al artilugio ese. Con lo cual aquí termina el tema. Por ahora, ya que he tendido algunos contactos con personas científicas para actualizar la información que, le aseguro, le transmitiré a usted.
Pero no lo vamos a dejar así, ¿verdad? Especulemos.
Puede ser que lo que está pasando sea tan importante que los cerebros científico político-militares hayan considerado que nosotros, gente común, no debemos saberlo. No sería la primera vez, y viene a mi memoria el "proyecto Manhattan", que culminó en la bomba atómica, con los conocidos resultados.
Debo aclararle: me encantan las teorías conspirativas. A los gobernantes también, lo cual no sé si me legitima o me deslegitima. Como admiradora de "Expedientes X" y ahora de la reciente "Fringe", serie que la Warner emite los martes, no me resulta difícil suponer que el asunto es un top secret vaya a saber con qué aviesas intenciones, porque las intenciones del "hombre del cigarrillo" o "el patrón", respectivamente, enemigos acérrimos de los buenos en esas series, son siempre aviesas. El mundo está lleno de ejemplos y sin ir más lejos, sólo recuerde el "Operativo Cóndor", que usó esta maravillosa ave para denominar la caza de subversivos, extremistas o como los llamaran, en toda América del Sur, allá por los ´70.
Quizás usted se pregunte: ¿y a mí qué me importa? Debería. Ejemplos anteriores mediante, y otros que ni sabemos, han incidido en la vida de millones de personas, y no estamos exentos por ser argentinos.
Claro que entre el dengue, la droga, la desertificación, el calentamiento global, la hambruna creciente, la crisis (¿terminal?) del capitalismo tal como lo conocemos, ¡mire que nos vamos a estar preocupando por la máquina de Dios!
Sin embargo, como el concepto de ciencia separado de sus consecuencias ya nos ha traído bastantes problemas, no me gustaría que un día de éstos Keenu Reeves toque mi puerta y, como en "El día que la Tierra se detuvo", me diga: "El tiempo humano terminó. Ya han hecho mucho daño".
En fin; esto es lo de siempre: lo urgente desplaza a lo importante. La paradoja, o "parajoda", es que lo urgente es importante y lo importante, urgente.
MARÍA EMILIA SALTO
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