Luego del contundente triunfo del presidente Rafael Correa, enfrentará a partir de ahora una nueva etapa, prácticamente fundacional del Ecuador. Es que ésta fue la primera elección con la nueva Constitución y la primera vez que votaron los militares y policías, los presos sin sentencia firme, los jóvenes de entre 16 y 18 años, los ecuatorianos en el exterior y los extranjeros que viven en Ecuador. Además, se inauguró un sistema alabado por todos los veedores internacionales, el de un Consejo Nacional Electoral separado de un Tribunal Contencioso Internacional que garantiza la independencia de estos órganos para controlar las elecciones.
Los candidatos de la oposición quedaron muy lejos de Correa y otra incógnita es cómo se logrará articular cierta oposición en la Asamblea Nacional (equivalente a nuestro Congreso pero unicameral).
Durante las 10 horas que duró el proceso electoral no hubo incidentes mayores, más que algunas denuncias menores y cruces verbales en algunas escuelas de Quito entre simpatizantes de Gutiérrez y Correa.
El ex presidente Gutiérrez (gobernó entre 2003 y 2005) votó a las 7:30 de la mañana en una escuela céntrica de la capital ecuatoriana, en medio de una turba de periodistas y simpatizantes que enfundados en camisetas rojas no dejaban de entonar cánticos partidarios.
Del otro lado del patio de la escuela, separados por un férreo control de la policía nacional, partidarios del gobierno le respondían con insultos y alusiones a su frustrado gobierno que debió concluir antes de tiempo por el descontento general de la población.
Miembros del Consejo Nacional Electoral intentaron hacer entender a unos y otros que está prohibida cualquier manifestación proselitista el día de los comicios, y lo propio intentaron algunos soldados del Ejército. Pero eso lo único que logró fue enardecer aún más a los seguidores de Gutiérrez que empezaron a acusar a los gritos una supuesta falta de libertad de expresión y de democracia. Los gritos e insultos fueron increscendo y llegaron a niveles preocupantes, pero no pasaron de ahí.
Los militantes de Sociedad Patriótica (el partido de Gutiérrez) se trasladaron luego a la escuela donde votaría Correa a las 8:30 y la escena se repitió como calcada. Otra vez tuvieron que intervenir la policía y el ejército, y todo quedó en escaramuzas.
Después de sufragar, el presidente siguió con un verdadero tour de urnas.
Acompañó a votar a su candidato a alcalde de la ciudad de Quito, Augusto Barrera, luego comió y se tomó un avión a Guayaquil para acompañar a emitir su voto a su hermana y a su madre. Cuando ya estaba asegurado su sexto triunfo consecutivo en dos años y tres meses, Correa voló nuevamente a Quito donde encabezó los festejos que habían comenzado a la tardecita, cuando los simpatizantes del oficialista Movimiento País se fueron congregándose en la amplia Avenida de los Shyris, en la zona norte de la capital ecuatoriana.
Más allá de las consabidas y previsibles denuncias de fraude de la oposición, tanto los observadores de la Unión Europea cuanto los de la Organización de Estados Americanos (OEA) coincidieron en señalar que en términos generales no hubo graves irregularidades. "Fue una elección limpia, con los problemas normales de cualquier elección, pero la verdad es que la Constitución y el sistema electoral ecuatoriano son de lo más avanzado en América Latina", dijo el observador uruguayo Walter Gasparini .
Es interesante analizar los motivos de tanta diferencia entre el presidente electo y sus adversarios políticos.
En primer lugar hay que decir que comienza una etapa fundacional del Ecuador, luego de la muerte de los partidos tradicionales y de tantos años de inestabilidad política (entre 1996 y el 2006, en 10 años hubo 10 presidentes). Luego de la asunción de Correa en enero del 2007, lo que él llama "la partidocracia" quedó muy malherida y ni siquiera pudo articular una real oposición en el Congreso.
Luego se sucedieron otros triunfos electorales (entre ellos, la Constituyente y el referéndum por la Constitución). Todos esos triunfos fueron fortaleciendo al gobierno y desorientando a la oposición.
Hasta que llega ésta, que es la sexta victoria de la "Revolución Ciudadana", un triunfo aplastante que con vistas en el futuro no deja vislumbrar una oposición fuerte y seria. Acallados los ecos de los festejos, eso puede llegar a ser un problema para el propio Correa, quien por su estilo de gobierno necesita tener con quién confrontar.
Es más, el obstáculo mayor puede llegar a venir de él mismo, de sus errores o excesos. O de sus propias filas, lo cual también es para tener en cuenta.
"Nosotros conocemos bien a nuestros enemigos, internos y externos, los tenemos identificados, pero los más peligrosos son los enemigos que pueden llegar a surgir de las propias filas del gobierno, los que están encubiertos, los políticos del viejo régimen que se reciclaron para no perder la teta del Estado, los bolsones de corrupción que permanecen en el aparato burocrático, ésos pueden ser nuestros peores enemigos", graficó un allegado directo a Correa.
La otra opción de oposición es que se potencie la figura de Jaime Nebot, quien ayer fue reelecto como alcalde de Guayaquil. Nebot, dirigente socialcristiano, es muy popular allí, pero no así en el resto del país.
Es que existen enormes diferencias históricas, culturales, étnicas, económicas y políticas entre Guayaquil y Quito, los dos polos del Ecuador. Esas diferencias existen y no sería extraño que se potenciaran como estrategia política de la derecha, al no ver otras alternativas de confrontar la hegemonía nacional del proyecto de Correa.
Guayaquil es la capital económica del país y ya se ven algunos indicios de un discurso economicista, disgregador, autonomista y hasta secesionista al estilo de los dirigentes cívicos de la llamada "Medialuna" boliviana.
MARIANO SARAVIA
Especial para "Río Negro"