-Hoy está muy dedicado al ensayo, pero para toda una generación usted es "La cruz invertida" de hace 40 años. Medio millón de ejemplares...

-Y con esa novela gané el Premio Planeta en 1970.

-Tengo claro por qué la generación en cuestión sigue pensando en ese libro, porque desde la ficción...

-...se metió en la tremenda historia que ya se estaba tejiendo en Argentina, ¿no?

-¿O en América Latina?

-Sí, es cierto, el escenario que daba vida a la novela, juventud que iba a las armas, teología de la liberación, represión, etcétera, en ese tiempo abarcaba de una manera u otra toda Latinoamérica. Fue un libro que impactó mucho...

-Una vez le escuché decir que le salió solo. ¿Qué significa eso?

-Casi sin esfuerzo; no fue una novela que no me dejara dormir. La escribí en menos de cuatro meses sin que me persiguiera. Algunos de sus tramos los liquidaba en un par de horas.

-¿Cómo explica ese nivel de resolución?

-Porque ficcionaba sobre algo que estaba en marcha, palpable, al alcance de la mano. En ese tiempo, finales de los ´60, yo vivía en Río Cuarto, donde ejercía la medicina. Tenía tiempo para contemplar, reflexionar, escribir... sin internet, claro.

-En algún lado leí que tampoco tenía teléfono...

-A punto tal, que cuando me informaron lo del Premio Planeta o la posibilidad de que lo ganara, bueno... llamaron a la clínica donde trabajaba.

-¿Dónde se siente más cómodo, en el ensayo o la ficción?

-Me gusta escribir, el placer de transferir imaginaciones, reflexiones.

-¿Qué le dio para escribir el ejercicio del psicoanálisis?

-Ver pasar todo lo que hay en la vida frente a uno: el sufrimiento, el dolor, la angustia, la esperanza, las ganas de luchar cuando se está derrumbado...

-Por el tiempo de "La cruz invertida" usted escribe "Crónica de un palestino". Muchos años después viene la novela sobre Brown. En el primero aborda el drama del pueblo palestino de 35 años atrás. Con el almirante, aborda un hombre con una psiquis muy particular. ¿Qué puede enlazar lo uno con lo otro?

-El destino, el destino a partir de sufrimientos, de desesperanzas, de los riegos de vivir, como el caso de Belgrano, nuestro Belgrano. Mi reciente libro "Pobre patria mía" logra su título desde Belgrano, que murió pobre, olvidado, luego de ser una de las mentes más brillantes de la Revolución de Mayo y de haber entregado todo por la causa revolucionaria. Un intelectual formidable que en su hora final ve cómo su patria que tanto amó se va convirtiendo en algo regido por lo que yo llamo la ley de la selva. Es él quien dice "Pobre patria mía". Yo sólo me encargo de recoger esa reflexión.

-¿No cree que nuestra historia tiene mucho del "Poema conjetural" de Borges, en el sentido de que quienes dieron la puntada inicial para armar el país soñaron algo muy diferente de lo que realmente salió y ellos terminaron olvidados, asesinados? El caso de Alberdi es patético, por dar un solo ejemplo.

-Sí, creo que hay mucho de "Poema conjetural" en todo esto. Es cierto, nuestra historia tiene mucho de "Poema conjetural"... de tierra donde suelen triunfar más la mezquindad y las diferencias terminantes que la grandeza de espíritu, la solidaridad, la necesidad de algo común a todos que nos aliente a reunirnos como comunidad. Ésta es una sociedad muy enferma por mil causas, pero muy enferma, violenta, tensionada.

CARLOS TORRENGO