Para los convencidos de que en última instancia lo que llaman el "poder blando", es decir, el atractivo internacional de los distintos países, importa tanto como el "poder duro" militar y económico o incluso más, el presidente norteamericano Barack Obama ya ha logrado una serie impresionante de éxitos. A juicio de sus admiradores, el papel protagónico de Obama en la reunión del G20 en Londres a comienzos de este mes, su visita bien publicitada a Turquía en que habló de su respeto por el Islam aseverando que contribuyó a formar Estados Unidos y, últimamente, su presencia dominante en la Cumbre de las Américas que acaba de celebrarse en Trinidad y Tobago sirvieron para mejorar radicalmente la imagen mundial de la superpotencia y por lo tanto asegurar que en adelante su relación con los demás países sea mucho más amistosa. Sin embargo, aunque el propio Obama afirma que merced a sus esfuerzos se ha abierto una "nueva era" en el Medio Oriente, América Latina y otras regiones conflictivas, las abundantes manifestaciones de buena voluntad que ha cosechado de los dirigentes de otros países aún no se han visto acompañadas por hechos concretos positivos. En Londres, Francia y Alemania rehusaron adoptar las medidas económicas que Obama les había pedido, varios aliados europeos de la OTAN se negaron una vez más a enviar más tropas de combate a Afganistán, los iraníes reaccionaron frente a su intento de congraciarse con ellos arrestando y, luego de un proceso relámpago, condenando a ocho años de cárcel por "espionaje" a una periodista estadounidense, si bien de origen iraní; los norcoreanos probaron un misil de largo alcance so pretexto de querer poner en órbita un satélite comunicacional y, en Trinidad y Tobago, los presidentes reunidos tuvieron que conformarse con una declaración de compromisos que fue aprobada "sin unanimidad", o sea, con un pedazo de papel sin valor alguno. Con todo, el consenso es que el clima de la cumbre fue sumamente amable y que el nuevo presidente norteamericano se desempeñó muy bien.
Obama se ve ante un dilema. Por un lado, quiere que su popularidad personal, que se debe a sus características étnicas y a su fama de ser un buen orador, ayude a atenuar la hostilidad hacia Estados Unidos de buena parte del mundo musulmán, Europa occidental y América Latina, pero por el otro corre el riesgo de que sus interlocutores lo tomen por un débil que preferiría ceder a asumir una postura que muchos considerarían antipática. Si persiste en privilegiar el "poder blando", dando a entender que a diferencia de su antecesor, George W. Bush, no se le ocurriría echar mano al "duro", los enemigos de Estados Unidos no tendrán por qué resignarse a reformas que podrían resultarles desastrosas, pero si Obama decide que en circunstancias determinadas no le cabe más alternativa que la de recordarles que la opción militar no se ha visto abandonada por completo, su popularidad mundial podría evaporarse con rapidez desconcertante.
La conducta reciente de los regímenes iraní y norcoreano hace pensar que sus líderes han decidido aprovechar lo que para ellos es una oportunidad acaso irrepetible de conseguir sus objetivos nucleares inmediatos. Asimismo, a juzgar por su retórica reciente, los líderes de una plétora de agrupaciones islamistas en Asia y África se han sentido estimulados por la actitud presuntamente vacilante de Obama, lo que podría tener consecuencias gravísimas en Pakistán y Somalia, donde son cada vez más las zonas sometidas al despiadado código legal islámico conocido como "sharia". Mientras tanto, la dictadura cubana no puede sino sentirse reconfortada por el apoyo que le brindaron los mandatarios latinoamericanos y por lo tanto es poco probable que se haya dejado preocupar por el pedido de Obama de que conteste a la decisión de atenuar el embargo comercial con hechos, no sólo con palabras. Al fin y al cabo, desde el punto de vista de los hermanos Castro y de sus amigos en países como Venezuela, Bolivia y Nicaragua, hay muchos motivos para creer que Obama estará dispuesto a anteponer la relación con los gobiernos latinoamericanos a su eventual deseo de impulsar la democratización y el mayor respeto por los derechos humanos en la isla, razón por la cual no les será necesario hacer nada que pudiera ocasionarles dificultades.