El cientista político norteamericano Steven Levitsky explica el colapso de la Renovación peronista de hace dos décadas debido a que en el "PJ resultan más racionales las estrategias oportunistas". Oportunismo que en aquellos años llevó a muchos dirigentes, incluyendo al mismo jefe renovador Antonio Cafiero, a abandonar la transformación "partidista" del peronismo y subirse al proyecto "movimientista" de Carlos Menem. De allí la gran transformación del peronismo de un partido del bienestar y base sindical a otro clientelista bajo un programa neoconservador. Cambio drástico de posiciones dirigenciales que se dio al poco tiempo en que Menem se erigió en indiscutible ganador de las internas partidarias. Otros cuadros partidarios se sumaron al nuevo liderazgo después de las elecciones generales de 1989. Entre las mudanzas más destacadas cuentan los renovadores José Luis Manzano y Carlos Corach, figuras que resultaron clave para el armado político de la primera presidencia de Menem.
Siendo más preciso el estudioso citado afirma que este tipo de estrategia oportunista tiene sentido en un contexto de debilidad institucional de los órganos de conducción partidario: "Dado que el partido no ofrece seguridad en los cargos ni una carrera política rutinizada y dado que el camino primordial hacia los puestos de poder y prestigio pasa por el Estado y no por el partido, los dirigentes justicialistas que quieren preservar o mejorar su carrera política deben mantener buenas relaciones con aquellos otros que controlan los cargos públicos". En este marco si un dirigente "no actúa en forma oportunista, su carrera política puede verse seriamente perjudicada", insiste el politólogo.
Y no sólo se trata de la estructura organizacional con sus órganos de conducción partidaria como el consejo nacional o el congreso. Esa debilidad se extiende a los tribunales que visan la conducta "ética" de sus integrantes. En efecto, las decisiones de estos órganos al sancionar a algún dirigente bajo la acusación de "inconducta partidaria" son revertidas inmediatamente por medio de amnistías o ante la constatación de que esas penas carecen de eficacia. También al momento en que esos dirigentes sancionados muestran un importante caudal electoral "por fuera" del partido y son requeridos nuevamente como si nada hubiera ocurrido.
Esa interpretación sobre el "oportunismo" como estrategia racional está expuesta en la obra de Steven Levitsky dedicada al análisis organizacional del mundo partidario peronista: La transformación del justicialismo, del partido sindical al partido clientelista, 1983-1999, Siglo XXI, 2005. En ese libro Levitsky aborda algunas situaciones especiales: los cuestionamientos internos de Carlos "Chacho" Álvarez, Carlos Grosso, Antonio de la Sota, José Octavio Bordón, entre otros. También refiere a la salida, ruptura de varios de ellos. El protagonismo de varios de ellos en las batallas más recientes a favor o en contra del actual presidente del PJ es parte de la continuidad de esa estrategia. En ese sentido el análisis del autor de referencia nos sigue siendo útil.
Ese oportunismo está alimentado por el tipo de flexibilidad estructural con que cuenta el PJ como maquinaria partidaria. Flexibilidad que otorga ventajas debido a que el peronismo dispone de una amplia base de masas inhallable en otra expresión política de la Argentina. El peronismo está en condiciones de conservar un caudal electoral relativamente estable donde desarrollar estrategias de innovación -oportunistas- y aun en condiciones de equivocarse sin sufrir de desafecciones electorales significativas. El mismo Levitsky considera que esta flexibilidad, junto con la autonomía de sus dirigentes y el grado de federalismo de sus organizaciones provinciales, produce cierto caos que resulta beneficioso. En otros términos el peronismo logra ser una construcción política electoral exitosa aun cuando en él convivan dirigentes "oportunistas" y programas políticos contradictorios.
Desde otra vertiente política la UCR parece estar siendo animada por un similar esquema caótico. Han pasado más de diez años desde su estallido como organización. Durante esos años los radicales se han visto obligados a aceptar estrategias oportunistas nos muy distintas de las ensayadas dentro del peronismo. En gran medida éstas han sido más decisivas que las promesas de relanzamiento e imaginada reconstrucción partidaria. Y lo que quedó de un radicalismo histórico conservó rutinas organizacionales en apariencias más ordenadas pero de resultados poco eficaces que las ensayadas desde el propio peronismo. Actualmente la voluntad de terminar con la diáspora de dirigentes marcha de acuerdo con esa racionalidad. El otorgamiento de una nueva vida partidaria a Julio Cobos resulta parte del plan, aunque las razones de este perdón están más próximas al parecido de familia oportunista que lo emparenta al peronismo.
Pensando en la historia de los últimos sesenta años del radicalismo, el filósofo político argentino Carlos Strasser decía que "el partido radical no ha ostentado demasiada virtud cívica republicana ni ha sido más institucionalista que pragmático, y hasta crudamente oportunista".
GABRIEL RAFART (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Profesor de Derecho Político de la UNC