| | | | | | Click para ampliar | | Alejada de la tevé por ahora, la uruguaya vuelve al cine con una comedia. | | | Sólo el BAFICI superó en entradas vendidas, a la nueva producción nacional “Música en espera”, que sigue en el gusto del público porteño, a casi un mes de su estreno. Natalia Oreiro la protagoniza junto a Diego Peretti y Norma Aleandro. Ezequiel, músico, no logra inspirarse para componer la banda de sonido de una película titulada “La Espera”. Su director necesita cuanto antes estrenarla. Una hipoteca y el divorcio, no lo ayudan a estar tranquilo. Llama al banco y pasando de interno a interno, descubre la melodía que andaba buscando y conoce a Paula, secretaria del gerente, a punto de ser mamá soltera. La madre de ella llega de España para acudir al parto y conocer a su pareja y en menos que canta un gallo, Ezequiel pasa de cliente a papá del bebé. Así comienzan las desventuras de la pareja tratando de engañar a la futura abuela. Oreiro tiene un rol que la saca del estereotipo de chica hiperquinética saltando de un lado a otro, imparable, y la sienta en otra personalidad más cercana a sus años de ahora (31), con una serena gestualidad.“Hay directores que no quieren mostrarte lo que van filmando, otros que sí. Yo prefiero que me muestren. Depende mucho de las personalidades. Hay actores que no se pueden ver y si yo veo lo que acabo de hacer, puedo corregir y mejorarlo. Sin un registro de lo que estoy generando, componiendo, muchas veces y sobre todo en una película cuando uno se entrega cien por ciento a la mirada del director, está muy vulnerable. Entonces, está bueno verse para mantener la continuidad dramática. Cosa muy complicada en cine, porque se empieza por el final, a veces, después se rueda el principio o el medio y hay que saber exactamente de dónde se viene. Verse ayuda muchísimo para seguir en un mismo tono.”, cuenta Oreiro a “Río Negro”. “Me parece que, sin duda, hay un crecimiento natural relacionado con el paso de los años. Se puede crecer y simplemente envejecer o ir aprendiendo a medida que va creciendo. Y madurar. Es lo que intento hacer. Eso, en lo personal, de alguna forma se ve reflejado en las elecciones en lo laboral. Puedo estar mejor o peor en un proyecto, pero siempre procuro hacer algo diferente. En esta comedia -si bien cercana al género que más he hecho- la diferencia es que de los tres personajes principales, el mío es el más sobrio. Paula debe controlar la situación y la seriedad. A ella le suceden las cosas y la risa brota de lo dramático y no del gag. Y eso, me corría del lugar que venía transitando, particularmente en televisión, donde era la graciosa y tenía el remate del chiste. El personaje se separa también de lo que he hecho porque es una mujer controladora, la chica perfecta, bastante mentirosa…_Manipuladora._Sí. Cree estar haciendo lo mejor para el resto de las personas, pero empieza a entender que no es lo mejor para ella. Es lo que los demás quieren que sea, está en un momento clave de su vida y se da cuenta -por su embarazo, cosa que debe sensibilizar mucho como mujer- que todo lo que consiguió -grandes logros, aparentemente- no la pone feliz. No hace más que mentir y no sabe qué quiere. Eso me ubica en un lugar diferente como actriz, es un rol muy contradictorio que se vuelve querible con el pasar de los minutos. De movida es mala onda, todo le cae mal; viene su madre a visitarla y la trata media seca, pero es un chica vulnerable, común, como tantas.–Muchos actores dicen que en sus personajes, algo de ellos hay. ¿Cómo trabajaste esa relación con tu madre en la ficción, de enfrentamiento y búsqueda de protección a la vez; de ocultamiento y ganas de que la historia se devele…-Es interesante esto que decís. Si bien Paula trata de ocultar una situación, pareciera hacer todo adrede para que la bomba explote y sacarse un peso de encima que cargaba desde hace tiempo. La escena del hospital cuando le cuenta a su madre la verdad, es el momento más relajado de la película. Parece todo hecho para que pueda liberarse y ser ella. Yo soy de las actrices -cada uno tiene su manual- que piensan que para transmitir un sentimiento hay que conocerlo. Y cuanto más años tenga, más experiencia actoral y más posibilidades interpretativas tiene. Es difícil hacer personajes lejanos a uno, si no se bucea en los sentimientos. En lo personal, es claro que lo más alejado de mí es el tema de la maternidad. Era muy importante no ser una maquieta de embarazada, con un almohadón. Obviamente, todos saben que no estoy esperando un bebé y debí actuar el momento de los nueve meses. Y lo abordé con mucho respeto. Un mes antes de filmar, pedí que me dieran una panza similar a la que iba a usar, para familiarizarme con el peso y la posición del cuerpo. No quería hacer lo típico, el dolor de cintura…- La mano atrás apoyada en la cadera.-Cosa que evité particularmente. Traté de no hacer lo primero que venía a la mente. Fue una técnica particular que apliqué en esta peli. Pensaba en lo típico y decidía hacer lo opuesto. Si venís con muchos años de trabajo y de cosas pegadas entre sí, se tiende -sobre todo en televisión- a hacer lo espontáneo, lo primero que surge porque no existe tiempo para profundizar. Para mí, era importante hacer lo contrario a lo que se me ocurría. Con Hernán (Goldfrid, el director) participamos de muchos cursos para padres embarazados. Fuimos a hacer gimnasia con futuras mamás, hablamos con obstetras, distintos médicos, leímos juntos un montón de libros. Salía a caminar por el barrio con la panza, la gente ni se daba cuenta que era yo…–Como si estuvieran por ser padres.–¡Exactamente! Fue muy bueno para mi relación con Hernán. Esta era su opera prima y me encantó cómo me dirigió, lo que hizo con la película. Es muy talentoso y generó un vínculo de mucha confianza, donde realmente los dos aportamos al personaje y yo lo escuchaba, le tenía mucho respeto y me sentía cuidada. Uno se entrega y si del otro lado (la voz de Naty se va endulzando) hay dudas, uno se pone muy insegura. Construimos juntos a Paula…–Hablás de la gestación de un papel, pero parece la historia de una pareja que espera un hijo.–Fue muy generoso Hernán desde el principio. Ensayamos bastante con todos los compañeros, con Diego, con Norma, con Pilar Gamboa. Se trabajó mucho eso, aportamos situaciones que vivíamos en los ensayos. Los autores siempre estuvieron muy abiertos al ida y vuelta, manteniendo la estructura del guión, por supuesto. En cuanto a Norma (Aleandro), teniendo una relación muy distinta con mis padres, hay un punto de conexión. Yo me vine muy chica de Uruguay y todo el tiempo tenía que mostrar que me iba bien. No quería preocuparlos. Nunca supe lo que ellos hubiesen querido que fuera, no tengo ningún mandato familiar. Siempre hice lo que quise y ellos me dieron una libertad enorme y mucha confianza. Pero era muy chica, en un país nuevo, sola, con un trabajo distinto, empezando de cero, sin mis padres y mis amigos. Tenía mucho de disfrute porque era una aventura, pero había situaciones que trataba de no compartirlas con ellos para no preocuparlos. Y en un punto, eso generó que yo fuera la fuerte de la familia. Con los años, empecé a sentir que Natalia podía sola, no necesitaba, se las arreglaba bien. Por momentos, me convertí en madre de mis padres, un lugar que yo me busqué… En este aspecto, me sentía familiarizada con mi personaje. A Norma la conozco desde hace muchos años, soy madrina de su nieto, muy amiga de su nuera; su marido ha sido mi terapeuta mucho tiempo. Tenemos una relación larga, nos conocemos bien, filmamos otra película juntas, y “Música en espera” nos encontró en un lugar distinto, estamos más grandes ambas. No me costó construir la relación de mamá con ella. Pero (sonríe) había que actuarla… | |