Nunca antes como en este comienzo de siglo, un gobierno dependió tanto del esquema agro-exportador.
La administración Kirchner reposa todo su andamiaje en los frutos que colecta de la renta de la tierra. Tan meneado y vapuleado por los ritos oficiales, el perfil agroexportador de la Argentina es de tal nitidez que no deja margen para la polémica. Más aún, con todas las dificultades que enfrenta la producción agropecuaria en cualquiera de sus formas, aun con todas las trabas que le pone el gobierno y, en el límite, casi como tomándolo como rehén, sigue siendo el sector rural la principal fuente de ingresos de un modelo que se presume de "progresista".
Exceso de vanidad o no, delirio de poder o apenas un insignificante marketing político, la administración regente arremete contra los chacareros, pero no puede dar un paso firme si no cuenta con los beneficios que le deja el campo.
Pero esos beneficios son cada vez menores y de hecho apuntan a caer drásticamente. Los efectos de una zigzagueante política cambiaria, la fuga de capitales de los últimos meses, la suba de tasas de interés, aumento de costos en dólares, una inflación indómita, trabas a las exportaciones y los efectos de la sequía, configuran un panorama desolador para el sector que tendrá efectos multiplicadores sobre el resto de la economía.
El sector está en un momento crucial y aquí se define no sólo su suerte sino la de todo el país. El campo está a punto de iniciar la zafra de la soja, que presentará magros rindes y una caída en la cosecha de casi el 25% respecto del año anterior. Mientras tanto, con precios inusualmente en alza, el gobierno se frota las manos esperando apoderarse del 35% de ese botín para subsistir y atender el clientelismo electoral. Nuevamente, el "yuyo" es la tabla de salvación cuando la crisis arrecia. La petulancia y la ignorancia dan miedo, pero adquieren perfiles gigantescos cuando se las alimentan de los cenáculos del poder. Y, lo que es peor, ese miedo se transforma en pánico cuando se las quiere consagrar como pautas de convivencia.
Más allá de la soja, lo que está en juego ahora es la siembra del trigo. Sin capital, con sequía, con retenciones y trabas a la exportación y con una oferta mundial en exceso, muchos productores dejarán de cultivar el cereal por falta de rentabilidad y no es de extrañar que en el 2010, la Argentina, el otrora granero del mundo deba importar trigo. ¿Para qué invertir en fertilizantes, correr el riesgo por la falta de humedad en los suelos, depender del precio fijado por el burócrata de turno y finalmente enfrentar la competencia de países productores que llegan mejor a los mercados? ¿A qué precio se venderá el trigo en enero? ¿Cuál es la rentabilidad? Algo similar ocurre en el caso de la carne vacuna. Con exportaciones trabadas, con una faena de vientres que supera con creces la reposición, con liquidación de capital y cierre de establecimientos, no es de extrañar que se tenga que importar carne en pocos años más. Peor aun, a este ritmo con la madeja burocrática que existe para exportar, la Argentina corre serio riesgo de no poder cumplir con la cuota Milton que vencerá el 30 de junio.
El castillo de naipes que construyó el gobierno sobre la endeble base de las retenciones está a punto de desmoronarse y amenaza con colapsar a la economía en su conjunto.
La caída en la demanda por parte del campo repercute en el resto de la industria y el comercio, cuyas estructuras de costo tampoco pueden soportar mucho tiempo más sin ajustarse.
Los primeros afectados fueron los sectores siderúrgicos, automotor y metalmecánico. En silencio, para no crispar los ánimos oficiales, los despidos, suspensiones y cancelación de contratos de personal continúan sin cesar y amenazan con extenderse por todo el país.
Las ventas de autos caerían un 20% este año y otro tanto o más la producción. La velada amenaza del flamante presidente de la Unión Industrial Argentina, Héctor Méndez, planteando límites para evitar despidos, se convierte en un presagio de los meses por venir. Con precios crecientes en dólares, aumento del costo del dinero, impulsado por el BCRA y producto de la puja dólar-tasas, pedidos de aumentos salariales, cierre de importaciones, caída en las ventas y una inflación rebelde, el modelo camina por un estrecho desfiladero, al borde del abismo "estanflacionario", una suerte de reedición del colapso de la "partitura gelbardiana" a comienzo de los ´70.
La crisis ha dejado innumerables oportunidades de negocios en el mundo, en especial, en países con una larga tradición de crecimiento económico, estabilidad, bienestar general, respeto y seguridad jurídica.
¿Quién va a invertir en la Argentina de hoy cuando el gobierno confisca empresas, estatiza ahorros privados, controla el comercio exterior, el tipo de cambio, las tasas de interés, desalienta la producción, en un ambiente enmarcado por epidemias sanitarias y una ola criminal sin precedentes?
MIGUEL ÁNGEL ROUCO
DyN