VIEDMA (AV)- En la capital provincial hay cuatro adolescentes que aún no asomaron a la vida plena y ya acumulan sobre sus espaldas 60 causas judiciales.
El tobogán hacia las comisarías aparece con el ocio callejero, una denuncia por la "desaparición" del menor de edad y una pelea con los efectivos policiales que, al encontrarlo, se ven obligados a abrir una causa por atentado y resistencia a la autoridad.
Así se sumergen en mundo delictivo, primero con pequeños hurtos y arrebatos y finalmente con robos a mano armada y violentas detenciones que ponen en riesgo su integridad y la de terceros. En ese grupo de chicos hay quienes ya pasaron en nueve ocasiones por los juzgados penales de Viedma al quedar imputados en causas graves.
Las ataduras carcelarias vuelven aún más rancio clima cotidiano. A vuelta de fojas, sus expedientes judiciales crecen en volumen y se multiplican luego las fugas de los hogares creados para la supuesta contención de estosniños y adolescentes.
Estas contabilizaciones van engrosando los archivos de la Oficina Tutelar de Viedma, un organismo encabezado por el comisario Gustavo Calvo e integrado por un equipo de asistentes sociales y psicopedagogos.
El ranking de causas -que recae sobre el reducido grupo de jóvenes- se conformó desde 2005 en adelante. Pero desde junio del año anterior, otros nueve siguieron por la misma senda incluso reuniendo antecedentes de raigambre penal. Los registros oficiales se completaron durante ese ejercicio con otros 13 menores de edad.
Entre los policías y algunos vecinos preocupados, calculan que en el haber de estos adolescentes hay más delitos que los contabilizados en los registros oficiales, ya que las bases de datos con otras jurisdicciones de la ciudad no están intercomunicadas con la central.
En el medio, se percibe que quienes comenzaron a deambular por las comisarías con apenas nueve o diez años provienen de hogares con situaciones de abandono, violencia, adicciones y desprotección; ámbitos donde parece más habitual que haya jóvenes no estudian ni trabajan.
Los extremos son, por ejemplo, haber sustraído 3.000 pesos a una mujer que había gestionado un crédito para realizarse una operación o bien lo opuesto: que la Policía haya tenido que actuar para salvaguardar la vida del menor tras un ilícito. "Uno de los chicos le robó a un corpulento taxista, y se lo tuvimos que sacar de las manos" para evitar una golpiza que pudo ser mortal, reconoció a "Río Negro" el titular de esa dependencia.
Calvo y el trabajador social Marino Peralta admiten también que "a veces los menores aparecen muy alterados", se dan casos de "reincidencia" y "todos los datos después los trasladamos a Promoción Familiar y la Defensoría de Menores para encauzar el problema".
Si bien no se puede certificar que en algunas oportunidades la desprotección signifique el fácil acceso a la drogas, los funcionarios policiales creen que la solución a la problemática pasa por la integración con la comunidad y la creación de un centro de recuperación de adicciones. La premisa de trabajo es que no se vea a los chicos como delincuentes actuales o en potencia.