Peligrosamente complicado y confuso -más que el tránsito automotor de Semana Santa hacia y desde los centros de descanso o el pleito vecinal por el muro que el intendente Gustavo Posse quiso levantar para combatir la delincuencia en una zona que divide San Isidro de San Fernando- se está tornando el proceso electoral que debería tener su cenit la noche del 28 de junio.
Oficialmente no hay nada, pero... en una vuelta de torniquete hacia un plebiscito que determinará el grado de gobernabilidad de la Argentina y la continuidad o no del actual proyecto económico y social, el gobierno, desfavorecido por las clases medias y altas urbanas y gran parte de los sectores rurales, resolvió concentrar la batalla en el distrito más poblado y donde habita la mayor cantidad de gente humilde.
Por eso, el jefe del justicialismo Néstor Kirchner decidió sostener su etérea candidatura a diputado nacional y ordenar, como las encuestas no eran demasiados generosas con él, la incorporación como escolta del gobernador bonaerense Daniel Scioli.
El ex campeón de motonáutica resistió primero por lo bajo el "abrazo del oso", aunque luego se disciplinó (pensando en sus futuras aspiraciones presidenciales) tras lograr que 119 intendentes peronistas del conurbano bonaerense aceptaran dar "un paso al frente" encabezando la lista de concejales en cada uno de sus partidos. Hubo corcoveos y juristas y estamentos no K reaccionaron calificando al procedimiento como estafa y aberración.
Con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, machacando, al tiempo que inaugura obras públicas, con que la redistribución del ingreso a los más pobres se hará en base a lo que se recaude entre los más ricos, el matrimonio pareció resignado a privilegiar el modelo por sobre sus aspiraciones personales. Y si es cierto que una parte de la sociedad rechaza el estilo de los Kirchner -razonaron los consortes del matrimonio-, es la hora de dibujar con más precisión la silueta del "tercer hombre", que no es otro que Scioli, para que de ser posible tome la posta en el 2011.
"¿Nos quieren joder a Cristina y a mí? Bueno, entonces van a tener que jugar todos", razonó en Olivos Kirchner y luego lo repitió en la localidad de Los Menucos, donde el gobernador radical K, Miguel Saiz, elogió al senador peronista Miguel Pichetto, enhebrando un nuevo y original punto en la madeja de la política rionegrina.
Kirchner afirma que el adversario a vencer en estas elecciones es Eduardo Duhalde, protector de la dupla Francisco De Narváez y Felipe Solá, y subestima a Margarita Stolbizer, quien arma en nombre de la Coalición Cívica de "Lilita" Carrió, con radicales, socialistas, cobistas y exponentes de la combativa Mesa de Enlace agropecuaria.
La última voluntad de Raúl Alfonsín fue ver "juntos" a los suyos para ofrecer una alternativa.
Tomaron bríos los radicales bonaerenses y le reclamaron un trato igualitario a Margarita, sostenidos en su poder territorial y en la envergadura aún no muy precisa de la figura del vicepresidente Julio Cobos, a quien el gobierno quiere, permanentemente, sacarse de encima. "Su situación es inviable, insostenible", dijo una alta fuente de la Rosada a "Río Negro", preanunciando la tormenta que se viene.
Algunos jefes comunales y el vicegobernador Alberto Balestrini pusieron reparos a la estrategia K, pero terminaron bajando la cerviz ante quien ejerce el mando sin cortapisas.
"Kirchner quiere evitar las dobleces. Hay una vieja práctica del peronismo bonaerense, donde los intendentes vivos construyen a dos puntas, y después llenan los concejos deliberantes de adeptos. Esta maniobra ha sido desbaratada", razonó un K y debe ser así porque despertó la ira abierta de Duhalde, el candidato que promociona el gremialista de UATRE, Gerónimo Venegas, para el 2011.
Al concentrarse en el núcleo duro del peronismo, Kirchner y Scioli vuelven a hermanarse (por supuesto que uno subordinado al otro, hasta aquí) y atan su destino.
¿Si Scioli pierde se va como vaticinó Duhalde? "Y... también si se le acercaba mucho De Narváez, hubiese quedado debilitado", replican los K. En este punto es oportuno recordar lo que hace poco dijo el piquetero oficialista Emilio Pérsico sin ser desautorizado por Kirchner: "Vamos a salir a defender nuestro proyecto y a plebiscitarlo en las urnas. Y si perdemos, entregaremos el gobierno y que siga gobernando Cobos".
Obviamente, hay serios y fundados cuestionamientos a los Kirchner y éstos deberán hacer una lectura correcta de los mismos el 29 de junio. Ésa es la demanda de un conjunto de peronistas enrolados en su propio bando y que anticipan desde ya que demandarán correcciones y cambios estructurales.
"Hay que volver a dialogar y a lograr un equilibrio interno", le dijo un gobernador en "off" a este diario. Kirchner tiene problemas graves en varios distritos. En Córdoba, con la irrupción de Eduardo Mondino, rompió con el mandatario Juan Schiaretti y le presentará batalla con una lista afín del Frente para la Victoria.
Capital Federal está irremediablemente pérdida y en Santa Fe confía en llegar a un entendimiento postrero con el senador Carlos Reutemann a través de una fórmula de neolemas que le daría cobertura al diputado Agustín Rossi, con quien "Lole", otro potencial aspirante para el 2011, no tiene ninguna afinidad. Ese paraguas todavía tiene agujeros que dejan pasar el agua.
¿Y la rebelión del campo? Su lucha pasó a segundo plano, con la soja subiendo de precio por tonelada y con un dólar a 3,70. Igual los ruralistas se quejan por la sequía, pero ahora se los ve dispuestos a " bancarse" los porcentajes finales del 28 de junio. Son ellos los que quieren a Kirchner de rodillas.
Uno de los "racionales" del kirchnerismo vaticina jornadas difíciles y una futura composición parlamentaria en la que el oficialismo deberá aprender a convivir en minoría, como Michel Bachelet, en Chile, o Lula, en el Senado brasileño. "Hay que tranquilizar el ambiente", pregona.
Su jefe patagónico por ahora no lo escucha y sigue despotricando contra Alberto Fernández, el ex jefe de gabinete que no tuvo éxito cuando aconsejó a Scioli independizarse de Kirchner. Fernández ahora promueve la postulación de Aníbal Ibarra en la capital federal.
Los ánimos no están calmados.
Por suerte para el gobierno, hay muchos opositores, pero no una oposición compacta.
ARNALDO PAGANETTI
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