"Mercenarios", le gritaron a los jugadores de San Lorenzo los mismos hinchas que los idolatraban el semestre pasado, cuando el "Ciclón" arrasaba y hacía furor en un torneo Apertura que se le escapó a pesar de que le llevaba a Boca (campeón en un triangular inédito y mal organizado) once puntos de ventaja.
La violencia siempre hay que condenarla y lo vivido por el plantel "azulgrana" en la vuelta desde Potosí es totalmente repudiable. Uno de los errores más grandes en el fútbol argentino es que los hinchas se sienten con derechos infinitos (insultar, escupir, agredir) por el hecho de poner en juego los sentimientos domingo a domingo.
Con aquello de "mercenario" y su irracional accionar, ese grupo de 60 enervados (¿barras?) le hizo saber a los jugadores que lo que ganan siendo uno de los planteles más caros del fútbol argentino (sólo detrás de Boca) no se condice con las energías que dejan en el césped. Que su fútbol debe ser mejor. Que los resultados son desastrosos. Que no sólo se juega por la paga. Eso sobre todo.
Los futbolistas cada vez piensan menos en lo que hacen dentro de la cancha. El dinero y los celos manejan el balón. Dos ejemplos aún frescos: Burruchaga renunció en Banfield porque no soportaba más al irrespetuoso presidente Portell, pero también lo empujó la interna entre Bertolo y Bustamante; Santoro dimitió de Independiente por los resultados, pero más por la mala relación con sus dirigidos.
San Lorenzo tiene el mejor plantel del fútbol local pero perdió 8 de los últimos 11 partidos y padeció la quinta eliminación en primera ronda de las últimas seis participaciones en la Copa. Culpar a Russo de todo sería hacer un exagerado reduccionismo, porque jamás pudieron ayudar las constantes expulsiones y peleas de Bottinelli y Bergessio, los exhabruptos y las fallidas actuaciones de Orión y las faltas a entrenar de Silvera (al menos 15). Los jugadores son los mayores responsables.
Hoy, aún conociendo los contínuos triunfos coperos, Boca es un polvorín. Palermo, Ibarra, Battaglia y Cía no soportan más las licencias y los desplantes de Riquelme y ahora la gran batalla que se viene es por la renovación de los contratos en junio. El "Titán", un buen tipo para casi todo el mundo, ya le hizo saber al manager Carlos Bianchi que no aceptará la pesificación de su sueldo y que se negará a que algún miembro del plantel supere lo que él gana. Lógicamente apunta a un Juan Román que ya no tiene aceptación en el equipo, pero goza del resguardo del "Virrey" y Carlos Ischia.
Viendo este panorama habría que preguntarle a Maradona si mantiene la convicción de que el jugador es "lo más sano del fútbol", como tantas veces lo repitió cuando estaba al frente de una suerte de sindicato de futbolistas.