BUENOS AIRES (ABA).- "Ese día vi y escuché muchas cosas, pero la frase que más me impresionó fue la de un hombre que rozando el ataúd le gritó a la gente de seguridad: "¡Suéltenlo, que lo lleve el pueblo!".
Esa es la primera evocación que brota de Juan José Ávalos, el granadero de 33 años que el 2 de abril estuvo en el jeep verde que trasladó la cureña con los restos del ex presidente Raúl Alfonsín, desde el Congreso Nacional al cementerio de la Recoleta.
Ya el día anterior, apenas pasado el mediodía, a Ávalos le había tocado cumplir funciones en las escalinatas del parlamento: "En principio uno estaba preparado para asistir a un servicio más de ceremonial, pero a las dos horas que tomé posición, cuando ni siquiera se había formado la cola, observé la cantidad de gente que llegaba y me di cuenta de la dimensión especial que estaba tomando el acontecimiento".
El granadero continúa con su relato, a partir de aquel miércoles en que llegó el féretro al Senado: "Desde las escalinatas se advierte todo, me llamó la atención la cantidad de gente de menos de 25 años muy compungida y conmocionada, con lágrimas en los ojos, hombres con niños en brazos, y muchas personas de cuarenta y pico que recordaban el primer voto en democracia en 1983. Incluso, una pareja irrumpió en llanto recordando ese momento pese a que, aclaraban que no habían votado a Alfonsín".
Entre los personajes públicos, destacó las palabras y señales de dolor que expresó el actor y político radical Luis Brandoni al llegar al sepelio.
Las emociones más fuertes vendrían al concluir la primer jornada: "Al llegar al cuartel, a la medianoche se nos impartió la orden a mi y a (Santos) Villalba que íbamos a ser los encargados de hacer la guardia de honor en el transporte de la cureña. Había que descansar, levantarse a las 6 y estar impecables para partir".
El jueves amaneció con una lluvia torrencial, "preparamos los equipos de agua para los uniformes. La instrucción era comenzar los desplazamientos después de los discursos y la misa, pero estaba tan colmado el lugar que los movimientos se hacían lentos". Ávalos recuerda que estaba a su lado el vicepresidente, Cobos, y que no tuvo espacio ni para hacer con el sable el saludo de rigor. Después la lluvia cesaría y empezaría a revelarse el sol.
Al bajar la explanada y cruzar la avenida Rivadavia para tomar Callao, Ávalos recuerda que la multitud empezó a vivar al ex mandatario, a tirar rosas. "Se sentía el calor de la gente, a mi me embargó la emoción", testimonió el joven granadero.
La marcha hasta llegar al destino definitivo se detuvo varias veces. "Se hacía imposible avanzar, muchas personas que no eran radicales, y grupos de comunidades de países limítrofes como Paraguay, Bolivia y Chile se integraron al recorrido".
En la narración de Ávalos la emoción se manifiesta tanto en sus ojos como en la vibración de su voz. "Fue un evento histórico y de los más importantes que viví el haber estado en el último recorrido de un gran hombre y caudillo", agregó el joven con el uniforme patrio. Y en sus palabras se entremezclan como en una fotografía la narración objetiva de los hechos con sus sentimientos.