Parece indudable que el tema del calentamiento atmosférico va a constituirse en uno de los dominantes en la discusión de los tiempos que vienen. Desde el lado de los ambientalistas activos, tuvimos hace unos días lo que se calificó como el puntapié inicial de "La Hora del Planeta" con el apagón simbólico que impulsó la organización "World Wildlife Fund", al que se adhirieron 4.000 ciudades de 80 países. Recorre aún el mundo ante públicos conmovidos la película "Una verdad inconveniente" -que patrocinó Al Gore y le propició el Nobel de la Paz del 2007- en la que se exhiben imágenes preocupantes sobre la degradación del paisaje de la Tierra. Personalidades señeras de la cultura se manifiestan alarmadas sobre lo que vendrá si nos mantenemos inactivos. Está, por otra parte, fuera de dudas la existencia de una posición consolidada en la opinión pública mundial acerca de la vulnerabilidad del ecosistema planetario y su dependencia de las emisiones producidas por las actividades que utilizan combustibles fósiles.
Como reacción, y para confirmar que habrá polémicas porque el asunto es en sí mismo contencioso e involucra, al lado de sus aspectos científicos otros patentemente políticos y económicos, han surgido voces críticas que hallan también oídos sensibles. Un ejemplo del ámbito de la literatura popular es el de Michael Crichton (aquel de "El Parque Jurásico") quien manifestó, vistiéndolas en ropaje de novela con su "Estado de Miedo", varias objeciones suyas acerca de la alarma sobre el cambio climático. Que no se puede decir que la tendencia al calentamiento de la Tierra se deba a la actividad humana, que no es seguro que ese fenómeno sea negativo y -ya en el terreno de la denuncia- que las organizaciones ecologistas han sumido a la gente, por intereses espurios, en una lamentable quasi-histeria. Desde el lado académico, el danés Bjorn Lomborg se hizo referencia frecuente, con su libro "El ecologista escéptico", de quienes manifiestan dudas sobre la importancia del llamado "efecto sierra". Este economista sostiene que, si bien el cambio global existe, los modelos que se utilizan para analizarlo no sirven, las proyecciones que de él se hacen son demasiado pesimistas y los mandatos del Protocolo de Kyoto son de imposible cumplimiento.
En cuanto a la consideración del asunto desde el lado estrictamente técnico es significativa la posición hecha pública recientemente por John D. Theon, un influyente científico ex NASA que ha impugnado las opiniones del meteorólogo James Hanson, quien asesoró a Gore en su película y en su prédica calificándolo como "un activista que difunde temores". Dice que los modelos climáticos son inútiles porque no reflejan los procesos reales y denuncia que algunos científicos han manipulado los datos con el objeto de influir sobre decisiones públicas. Esta opinión fue compartida en diciembre último por el comité específico de la minoría republicana en el Senado de Estados Unidos que manifestó -reflejando la raíz política de esa actitud- su desacuerdo con las inquietudes acerca de un calentamiento global inducido por el hombre ("Anthropogenic Global Warming") que propone el "Panel sobre Cambio Climático" (IPCC) patrocinado por la ONU.
Ahora, y ya en un nivel confrontativo abierto y provocador, tenemos en papel de impugnante a Václav Klauss, presidente de la República Checa, quien publica un libro ("El planeta azul, no verde") que ha sido traducido a varios idiomas y en el que se presenta, más allá de esa impugnación, como crítico absoluto de todo ambientalismo. El ecologismo es para él "una ideología metafísica que rehúsa ver el mundo, la naturaleza y la humanidad como realmente son". Liberal de la escuela de Von Hayek, sostiene que lo que está realmente en peligro no es el clima sino la libertad. Y los responsables de ello son quienes pretenden imponer una dictadura salutista global, enemiga del capitalismo y del libre mercado. (Václav Havel, predecesor suyo en la presidencia, calificó públicamente de "capitalismo gansteril" a sus ideas económicas). Los datos que da quieren ser contundentes. Señala, por ejemplo, que la temperatura media global en el siglo XX aumentó apenas en 0,6 grados y nada hay que pruebe que esta modesta variación se haya debido a la acción de los hombres. Da elementos que muestran lo ilusorias que son en realidad las energías alternativas (eólicas, geotérmicas, etc.) e, irónicamente, les pregunta a los catastrofistas ("neocomunistas travestidos de "verdes") si no han pensado que sería bueno que ese calentamiento que imaginan haciendo subir los océanos resulte al final de beneficio y les regale, por ejemplo, una Siberia cultivable y fértil.
Mal que le pueda pesar al presidente Klauss, pareciera que las cosas se están encauzando en un sentido acorde con ideas diferentes de las suyas a partir del cambio mayor que representa el viraje del poder político en los Estados Unidos. El acceso de Obama a la presidencia y las designaciones efectuadas en las jerarquías específicas de su administración ya indicaron desde el principio que las reticencias de Bush y los republicanos entraron en proceso de superación. Clara prueba de ello es el reciente lanzamiento por la Casa Blanca de una propuesta de crear un "Foro de las Mayores Economías sobre la Energía y el Clima" con el fin de facilitar un acuerdo sobre el calentamiento global a presentarse en la reunión programada para diciembre en Copenhague. El objetivo preciso de "colaborar para el logro de una política de aumentar la oferta de energía limpia y reducir los niveles de gas sierra" dice a las claras que se ha comenzado a transitar una senda novedosa. El encuentro de los representantes de 16 países económicamente mayores (de los latinoamericanos se incluye a Brasil y México) debería, según el texto de la invitación, contribuir a generar el liderazgo político necesario para alcanzar dentro del año un acuerdo internacional sobre la reducción de emisiones nocivas en la atmósfera que tome el lugar del Protocolo de Kyoto.
Y si algo faltara para convencernos de que el tema ambiental ha ingresado en la agenda de los dominantes en la política grande y con una orientación positiva, el documento fundacional para un nuevo orden económico global que suscribieron las veinte naciones más importantes (G 20) en Londres el 2 de abril expresa el objetivo de una recuperación económica "respetuosa del medio ambiente" y el de llevar a cabo "una transición hacia tecnologías limpias, innovadoras, poco contaminantes y que usen eficazmente los recursos".
HÉCTOR CIAPUSCIO
Especial para "Río Negro"
(*) Doctor en Filosofía