Aunque de manera precaria e insuficiente, la precipitada reaparición de Jorge Sobisch en el escenario interno del MPN, de la mano del inicuo acuerdo sellado por el gobernador Jorge Sapag, ha tenido la virtud de generar algunos anticuerpos.

Ocurre que a pesar de ser el partido provincial una fuerza de intereses, en la que pesa más cualquier beneficio personal que un sesudo argumento ideológico, no son pocos los que perciben al antiguo mandamás neuquino como un sujeto a cuyo lado no hay lugar más que para incondicionales, y como un peligro latente, capaz de arrastrar -como ya lo mostró en exceso- multitudes al abismo detrás de su loca ambición personal.

Así, después de cierto grado de desorientación inicial, los sapagistas han tornado a explicar esa especie de gol en contra que fue para ellos el pacto entre los dos Jorges, como un acuerdo limitado, impulsado por las delicadas circunstancias económicas y sociales que atraviesa la provincia, y falazmente tergiversado por el ex gobernador en provecho propio.

"Sapag es un fondista, un ajedrecista que a último momento terminará torciéndole el brazo", sugieren cerca del gobernador. Y añaden que, inclusive, nadie debería dar por segura su promesa de que no le interesa la reelección: "En realidad, quiere hacer el mejor gobierno de la historia del MPN, pero dentro de su estilo, que es más el de un diplomático que el de un político de barricada".

En verdad, parecen olvidar el peso que tiene en política lo gestual y que por más que se explique que el acuerdo resultó otro y el gobernador fue sorprendido en su buena fe por el uso mediático que hizo su antiguo socio, en la cabeza de la gran mayoría de la gente -acostumbrada a caricaturizar los gestos del poder- el polémico acuerdo entre Sapag y Sobisch ha sido registrado como una gran aflojada del primero.

"Jorge está recaliente -admiten los más íntimos- porque el acuerdo sólo incluía la voluntad de ambos de excluirse y no era 50-50 como pretende Sobisch sino de 80-20", en alusión a la repartija de cargos entre ´blancos´ y ´azules´ acordada entre ambos. Por lo demás, aseguran que el 50-50 no expresa la realidad del partido, porque al ex gobernador sólo lo sigue ciegamente la seccional primera, pero el resto del MPN, como el grueso de la sociedad, le ha retirado su confianza para siempre. "Si el horizonte es Sobisch en el 2011, el partido desaparece", se entusiasman.

Así las cosas, un grupo de diputados y dirigentes sapagistas está dispuesto a dar batalla en una interna si el reparto de cargos partidarios no expresa una proporción que los favorezca claramente.

En cuanto a las candidaturas a cargos electivos, los sapagistas quieren a Brillo para diputado y están buscando una figura "con peso propio" para encabezar la lista de concejales de la capital.

Sostienen que Sobisch lo quiere fondear a Brillo en el Concejo para que no sea un estorbo en el 2011 y hasta sugieren que el ex gobernador está amagando con la posibilidad de ir él como candidato a diputado para asegurarse los fueros, no sea cosa que el nuevo TSJ lo haga trajinar los tribunales.

En el oficialismo reconocen que mientras el MPN se desangra en intrigas palaciegas, Mansilla -líder de Une y uno de los referentes de la coalición municipal- recorre los barrios enhebrando el descontento.

Es un secreto a voces que el ex abogado de ATE y sus aliados de la CTA tienen en mente el proyecto de recrear una suerte de MPN popular, "como el de los orígenes". Los ´90 -y sobre todo Sobisch- terminaron desvirtuando la esencia de un movimiento que se concebía como representante de un espectro social muy amplio, desde los comerciantes y los pequeños propietarios hasta los empleados y la gente de barrio.

Aunque es cierto que Une crece mientras el MPN no cesa de perder representación territorial, ese agrupamiento está confrontado a diario con las contradicciones del frente en el que está inmerso, y desde luego todavía está muy lejos de constituir una amenaza para la fuerza hegemónica.

Precisamente, los sectores que integran la coalición municipal no se ponen de acuerdo entre sí, y por ello subsiste la posibilidad de que en lugar de una sean tres o más las listas que vayan a la elección municipal. Sucede que los peronistas no quieren resignar el primer lugar, los quiroguistas amenazan con lanzar una lista radical y Une no termina de acordar con Libres del Sur y el Frente Grande.

Un tema clave que Farizano no atina a decidir es la fecha de la elección. En lugar de señalar un camino y crear un hecho nuevo, el intendente no para de girar en redondo. Radicales y kirchneristas lo presionan para que la unifique con los comicios nacionales. Pero el precio de no enfrentar a sus socios parece demasiado alto para una gestión que, de movida, está condicionada por sus propios correligionarios.

El inexplicable arreglo que Sapag hizo con Sobisch tiene en la conflictiva situación que enfrenta en el frente sindical uno de sus mayores atenuantes.

La intransigencia de algunos sectores gremiales se parece por momentos a una protesta adolescente. Sólo que no está en juego un berrinche juvenil sino el interés de toda la sociedad. Cinco semanas de huelga docente es demasiado. Algunos gremialistas no lo advierten, pero cierto tremendismo a ultranza termina siendo funcional al deterioro de la educación y la salud. En suma, se convierte en un bumerán.

El gobierno tampoco hace las cosas bien. El decreto que confiere los aumentos en Salud está plagado de contradicciones e imprecisiones, al punto que es blanco de ácidas críticas por parte del propio oficialismo.

Para colmo de males, como lo dado no conformó a nadie, el gobierno se verá precisado a modificar la oferta, pero en ese caso los aumentos ya otorgados, que son cuantiosos, se convertirán en el piso de la negociación.

HÉCTOR MAURIÑO
vasco@rionegro.com.ar