Si tengo la posibilidad de emitir moneda, no importará quien haga las leyes", dijo hace más de 100 años Nathan Rothschild, integrante del clan bancario más importante desde la existencia del capitalismo hasta hoy.
La reciente cumbre del G20 celebrada en Londres fue un cúmulo de retórica que poco va a aportar a la solución de la monumental crisis que padece la humanidad. Líderes de diversos países y organizaciones suscribieron un documento común en el que básicamente se decidió inyectar cerca un billón de dólares al FMI y al Banco Mundial para que actué como prestamista de última instancia para rescatar países en emergencia, muchos de ellos en real estado de cesación de pagos. República Checa, Hungría, Letonia, Polonia, entre otros, se ven seriamente comprometidos en su viabilidad fiscal frente a la caída de exportaciones, devaluación, desempleo y fuga de capitales.
Se resolvió además ajustar los controles a las calificadoras de riesgo, los fondos de inversión especulativos de alto riesgo y los paraísos fiscales. De detallarlos específicamente, estamos seguros de que en su nómina no se integrarán el estado de Delaware en los EE. UU., las islas de Man en Inglaterra, Luxemburgo, Suiza y algunos otros, pero lo cierto es que se adoptó la decisión de flexibilizar el secreto bancario de algunas jurisdicciones. La lucha contra el lavado de dinero y la evasión fiscal fue uno de los puntos que con expresión de voluntad pura se incorporó en las conclusiones.
Se prestó marcada atención a la defensa de la globalización, señalando que se castigarán las políticas proteccionistas de los países que pretendan regular el comercio exterior de sus economías.
La dupla EE. UU.-Inglaterra ha logrado imponer el dólar como moneda de salvataje de países, muchos de ellos en desarrollo, a los cuales les espera un gigantesco endeudamiento que conllevará a comprometer sus recursos naturales y pauperizar su mano de obra.
Mientras, y más allá de lo resuelto, la cuestión geoestratégica del dólar continúa siendo una variable central para los EE. UU., ya que esa victoria durará poco tiempo. Hemos asistido a una nueva vuelta de tuerca de concentración del poder financiero en aquel país. Pocos bancos han deglutido a decenas de ellos, emergiendo de las cenizas el City y el Morgan Chase mediante decenas de miles de millones de dólares inyectados por los contribuyentes, pero sin respaldo técnico alguno. Es lógico, en tanto la Fed, el Banco Central de los EE. UU., no es igual al argentino o al de muchos otros países. Se trata de una entidad privada dominada por un pequeño grupo de bancos donde la participación mayoritaria es detentada justamente por el City y el Morgan Chase y cuyos dos últimos titulares -incluido el actual- han sido dependientes de esas instituciones .
En el mes de setiembre del 2007 expresábamos en el suplemento "Económico" de este diario que el dólar era el gran problema y hoy líderes de China, Brasil, la India y Corea del Sur claman por la sustitución del mismo como moneda de cambio mundial. Está en marcha ese proceso, existiendo actualmente diversos proyectos en danza, que por supuesto no se dan a publicidad pero que resultan el preámbulo de la batalla entre el dólar y el euro que se avecina y que tal vez ocasione la desaparición de ambos. Se pretende que el FMI sea la herramienta de creación y monopolio de esta moneda de cambio, pero dependerá del resultado de la puja de intereses en juego .
Lo cierto es que la Fed continúa detentando el monopolio de la moneda del comercio mundial: emite dólares y títulos del Tesoro de los EE. UU. y mediante ello puede asegurarse colocar deuda al mundo entero para -entre otras cosas- financiar los monumentales déficits de los EE. UU. Solamente el último año se ha duplicado la emisión total de dólares en circulación. Reitero: en un año se emitió un monto igual a todo el circulante; esto quiere decir que el disloque es inevitable no sin antes producirse graves tensiones mundiales .
Y es que la caída de ganancia de capital de las empresas multinacionales se ha acelerado en los últimos 30 años limitada por la carencia de expansión de capital en orden a la sobreoferta de bienes y servicios, los cuales no pueden ser colocados al 40% de la población que no consume, los pobres .
La especulación financiera se transformó en un falsificado dinamizador de riqueza y la globalización fue el vehículo para ello por sobre todo atisbo de recuperación de la economía real. Ha sido un experimento efímero y hoy enfrentamos una recesión global o algo mucho peor. Mientras tanto otros actores (China y los asiáticos emergentes, Brasil) pugnan por redefinir otro mapa de influencias desplazando a los EE. UU., que perderá su hegemonía unitaria. El movimiento de China con nuestro país, arrimando reservas para atender -paradójicamente- obligaciones de deuda nominadas en dólares, es una clara manifestación de ello .
El presidente Obama ha optado por acelerar el rescate de las entidades financieras -los dueños de la Fed- que ya se han llevado casi 3 billones de dólares (miles de millones) de acuerdo a lo expresado por uno de los directores del programa de Alivio de Activos en Problemas (TARP), información ésta aparecida en el "Wall Street Journal".
Los directores de los escasos grandes bancos que quedan en pie han ido a agradecerle dicha colaboración en un reunión anunciada por los medios el día 27 de marzo. El presidente de la Unión Europea e, incluso, Lula han dicho que semejante solución implica incentivar el incendio en proporciones mayúsculas.
Todo ello en medio del escándalo de los premios a los directores de muchas compañías financieras y un secretario del Tesoro de los EE. UU., empeñado en los megarrescates y subsidios, intentando ahora "prestar" a inversores privados para que compren activos financieros sin valor. La solución resulta otra vuelta de tuerca al plan de Bush y recibe ingentes críticas dentro de los EE. UU., ya que se ve directamente dirigida por Wall Street.
Tal vez Obama se transforme en el caso más dramático de un presidente con altas expectativas iniciales que diluya su poder y credibilidad a la velocidad de apenas un verano.
La debacle se ha venido acelerando entonces con la libre emisión del dólar sin respaldo sobre el oro disponible luego de la Segunda Guerra Mundial. Esto fue advertido por el presidente Kennedy y originó el dictado de la orden ejecutiva 11.110 que decía que la maquinita de hacer dinero sólo era posible en caso de encontrarse respaldados los dólares emitidos en metal de plata. El negocio de la emisión sin respaldo, el préstamo al Estado norteamericano y al mundo entero, corrió peligro .
Kennedy fue asesinado 4 meses después por un tirador que, nos dicen, actuó solo y a horas del suceso el vicepresidente a cargo del Ejecutivo, Lyndon Johnson, revocó la orden 11.110.
Así, la emisión del dólar continuó su marcha, sin importar quién haga las leyes.
DARÍO TROPEANO (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Abogado.