| ||
Adiós a Las Vegas | ||
Un día más en Las Vegas. Otro día en el que los crímenes –mayores o menores– requieren que los investigadores salgan a buscar rastros, huellas y todo lo que ayude a encontrar culpables, en la ficción. Y un capítulo más en el que Gil Grissom en “CSI - Crime Scene Investigation” reparte rutinariamente tareas a sus subordinados. Como si fuera otra de sus asignaciones a casi un minuto de comenzado el episodio del lunes pasado anunció que abandona el laboratorio sin dar explicaciones, parco como siempre. Mañana, a las 20, se verá por AXN el último capítulo en el que aparece este personaje que se destacó y avanzó en protagonismo en una serie que comenzó con un elenco coral. Se ganó al público por las particularidades que tan bien le imprimía William Petersen, el actor que, ya alejado del programa –aunque sigue trabajando en la producción–, se prepara para volver a su gran amor: el teatro. Petersen alcanzó con esta serie la fama cuando ya no era joven. Con su experiencia le puso el cuerpo a su personaje, encorvándolo, llenándolo de pequeños gestos. Su criatura está llena de detalles, de esos pequeños que crean el universo de un personaje de ficción sin necesidad de explicar todos sus movimientos y motivos de tal manera que lo hacen cercano al televidente. Antes de la despedida final Grissom resolverá el complejo caso de un asesino serial; y en esta tarea aparece el doctor Raymond Langston, quien sin tomar su lugar en la ficción, sí lo hace en cuanto al lugar de protagonista del ciclo. Petersen no es el primer actor destacado que abandona una serie, y como sucede en estos casos buscar a quien ocupe ese espacio no es fácil. Más cuando se trata de uno de los programas de ficción que lidera en audiencias en los Estados Unidos. Crear un personaje que conecte con los espectadores y elegir al actor que lo encarne sin que se caiga el rating fue todo un desafío para el creador de “CSI” Anthony Zuiker y su equipo. Muchos nombres se barajaron, entre ellos los de John Malkovich y Kurt Russell, pero finalmente fue Laurence Fishburne (el Morpheo de “Matrix”) quien se transformó en Langston. El público lo aceptó sin dudas, aunque previas encuestas en internet mostraban más disgusto que aceptación a su incorporación. En números el último capítulo en el que apareció Petersen fue visto por 23 millones de personas, un pico único en el ciclo, y los que le siguieron ya sin él mantuvieron los 20 millones que en promedio siguen “CSI” desde hace ocho años; y es más, dentro de esa cifra se aumentó en 5.7 puntos en el segmento más codiciado por las cadenas de tevé: el de mayores de 18 a 49 años, adultos que por su poder de consumo atraen a los anunciantes. El liderazgo de audiencia no es lo único que la distingue, aunque no sea un dato menor. Quizás lo más importante es que su aparición creó todo un género: el de las series de forenses. Los científicos, médicos y laboratoristas que colaboran con la justicia desde allí comenzaron a llenar la pantalla chica, ya sea en sus desprendimientos (“CSI Miami” y “CSI New York”) o en ciclos como “Bones”, “Crossing Jordan” o “Criminal Minds”, entre otras. Todo comenzó el 6 de octubre de 2000, cuando salió al aire el primer capítulo de “CSI” y manteniendo el suspenso se distanció de los habituales argumentos de los policiales al elegir como protagonista de su historia a un grupo de científicos forenses. La serie mostraba de forma muy creativa, innovadora –asequible al común de los mortales– y distinta a todo lo visto antes los efectos en el cuerpo humano de heridas, venenos y enfermedades. Esta es una de las características que la hicieron diferente, y estos efectos especiales, efectistas y efectivos, luego comenzaron a repetirse en todos lados. Un éxito de este tipo no se mantiene sólo con lo que puede producir una computadora, sus guiones originales y las buenas actuaciones redondean un producto de excelente factura, que también tiene en la dirección uno de sus puntos fuertes, que atrajo a muchos fanáticos entre los que está Quentin Tarantino quien se dio el gusto de dirigir un episodio doble lleno de adrenalina, tierra y hormigas en la quinta temporada. El equipo original estaba formado, demás de Grissom, por Catherine Willows (Marg Helgenberger), una ex stripper, divorciada y con una hija; Nicholas Stokes (George Eads), el ex jugador de béisbol un tanto ingenuo con un pasado de abuso sexual en la infancia; el médico forense Albert Robbins (Robert David Hall), uno de los pocos que logra despegar de su trabajo y el capitán James Brass (Paul Guilfoyle), policía delegado del sindicato con conflictos familiares. También estaba Warrick Brown (Gary Dourdan), uno de los personajes más ricos del ciclo, quien en la primera temporada tuvo problemas con su adicción al juego y luego fue manipulado por un juez y antes de abandonar la serie acusado de asesinar a un mafioso. Luego se fueron incorporando Greg Sanders (Eric Szmanda) un joven poco convencional que pasa del laboratorio a la investigación de campo bajo la tutela de Grissom; David Hodges (Wallace Langham), especialista en rastros egocéntrico y arrogante, Sara Sidle (Jorja Fox) una adicta al trabajo que tuvo que esperar varias temporadas y pasar por una etapa de problemas con el alcohol hasta conseguir el amor de su jefe, y quien abandona el trabajo al no poder superar una experiencia traumática en la que fue víctima de una asesina serial. El personaje de Grissom no fue el primero en irse y los anteriores alejamientos en la serie sirvieron para sumarle motivos a su retiro. En sus nueve temporadas “CSI” se caracterizó por explicar en detalle todo lo que fuera científico mientras que la vida de los personajes principales no estaba ausente y aparecía en los argumentos muy puntualmente, sólo cuando era necesario. De esa forma siempre había un misterio a su alrededor. Sobre todo cuando se trataba de su protagonista. Grissom aparecía como desapegado de los que lo rodeaban, ensimismado en su ciencia, escondido en sus libros, aunque siempre con una palabra o una mirada hacía notar que esa distancia no era real, que siempre estaba al lado de los suyos. Y los suyos eran los compañeros de trabajo. Por eso los episodios finales están tan bien construidos. No hay grandes discursos. Es un final cómplice con el seguidor del ciclo en el que no tiene que explicar –y no lo hace– los motivos de su alejamiento. Se notan en sus gestos el cansancio, el dolor por la muerte de Warrick, su amigo, casi un hijo y la ausencia de Sara, la mujer que ama. Se nota que se va para dejar atrás la muerte y conectarse con la vida, su vida.
SILVINA FERNÁNDEZ | ||
Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí | ||