Domingo 05 de Abril de 2009 Edicion impresa pag. 29 > Internacionales
El país del consumo replantea sus prioridades
Acostumbrados a la compra desenfrenada como modo de gratificación, los norteamericanos ahora sólo escuchan que deben ahorrar para pagar las deudas. Bregan por otra mentalidad.

TOWNSHIP, Pensilvania, EE.UU. (AP).- En el centro comercial Ross Park, en Pensilvania, las grandes tiendas por departamentos ofrecen casi a gritos sus mercancías. Allí está L.L. Bean, que parece decir: Ninguna compra es demasiado grande. Artículos selectos en Ann Taylor y Morini tienen un descuento del 60%. Le Gourmet Chef exhorta a todos a "Comprar Má$ y a Ahorrar Má$´´. Pero el problema es que cada vez se compra y se ahorra menos. El país del consumo desenfrenado, afectado por la peor recesión desde la década de 1930, comienza a reformular sus prioridades. El Estados Unidos que ha ingresado en el siglo XXI enfrenta contradicciones casi insolubles. El pueblo norteamericano adora ir de compras. Pero ahora le dicen que debe ahorrar. El problema es que el pueblo norteamericano quiere de todo y desea una gratificación inmediata.

Hasta ahora, el lema era: "Compre ahora, pague después´´. En estos momentos, sin embargo, hay que cancelar las cuentas. El crédito, personal e institucional, se ha extendido hasta el absurdo. Y los templos del consumidor han comenzado a colapsar. Chrysler y General Motors comienzan a preguntarse si sus cajas fuertes se habrán vaciado después de un siglo. Starbucks, donde vendían café ``latte´´ a cuatro dólares, está echando a miles de empleados. Y para completar la retirada, está ofreciendo una marca barata de café instantáneo. La cadena de venta de artículos electrónicos Circuit City cerró hace poco sus puertas. Un total de 567 negocios apagaron sus luces. La crisis económica es grave. Y en Washington y en Wall Street, tratan de solucionarla.

Pero, sin importar lo eficaces que sean esas curas, intentan imponer una solución financiera a un dilema que es, de muchas maneras, cultural y psicológico. Pues Estados Unidos es el país del consumo. Y no sólo porque sus habitantes deseen consumir. Es lo que el gobierno recomienda siempre. Es lo que nos encanta hacer, es lo que se supone debemos hacer. Visto desde cierta distancia, es como si Estados Unidos fuese un país donde todos los seres humanos tienen la mentalidad de un niño de cinco años, que gastan y destruyen todo lo que se pone a su alcance, y que siempre exige y exige más para gastar. Bueno, esos caprichos han concluido. Y en los márgenes de cualquier posible recuperación económica acecha una pregunta que muy pocas personas se animan a analizar: en el alba de un gobierno que ha prometido traer cambios a todos nosotros, ¿podemos cambiar a nivel personal?

El 29 de enero de 2009, Robert Gibbs, secretario de prensa de la Casa Blanca, informó que el objetivo del plan de estímulo económico era "poner dinero en las manos y en los bolsillos del pueblo´´, con el propósito de que ``usen su mano para llegar al bolsillo, y gasten ese dinero´´. Pero alguien le preguntó: ¿Y qué ocurre con los ahorros? ¿Acaso la crisis no era el resultado de la falta de ahorros y del exceso de deudas? Para salvarse de ulteriores críticas, Gibbs respondió de manera enfática: "No estoy desalentando el ahorro´´. Y es en ese punto que radica la tensión.

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