Viernes 03 de Abril de 2009 Edicion impresa pag. 22 > Debates
Una reivindicación que desnudó carencias actuales

La reivindicación de la figura de Raúl Alfonsín tras su fallecimiento, en toda su dimensión como un hombre con medio siglo en la política, puso al desnudo, sin pretenderlo, el nivel de la dirigencia que hoy lo sucede.

Al repasar sus discursos, sus ideas, sus convicciones, todo bajo un manto claramente apasionado que le imprimía a lo que hacía, es difícil encontrar un semejante en el escenario político de estos días.

Lamentablemente para la Argentina, no es factible nombrar al o los sucesores de ese estilo de hacer política, más allá del color partidario.

 

El rol de las ideas

Está claro que su gobierno fracasó, al margen de las responsabilidades. Pero la adhesión de la gente pareció ir más allá de su gestión gubernamental en el retorno de la democracia.

Porque tal vez perciben que con Alfonsín partió una generación de políticos cuyo objetivo era imponer sus ideas sobre el adversario.

No como ahora, que el objetivo es derrotar al competidor, de cualquier manera y sin importar los argumentos.

La orfandad quedó expuesta con la muerte del hombre de Chascomús: difícilmente se vuelva a ver por las calles a gente llorando y desfilando durante horas en el velatorio... de un político.

Ni Néstor Kirchner, ni Elisa Carrió, ni Julio Cobos, ni Cristina Fernández, ni Eduardo Duhalde, ni Mauricio Macri ni Hermes Binner, por citar algunos nombres de la diversidad política actual, podrían alcanzar ese peldaño.

Algunas de las premisas que marcaron la época de la cual Alfonsín pudo haber sido el último de sus íconos tenían que ver con el "consenso", "el diálogo", el "renunciamiento de intereses personales", "el debate de ideas".

Parece extraño que se hagan de esos conceptos aquellos que hoy gobiernan y quienes son oposición, en medio de una campaña electoral feroz cuyo único objetivo es ver de rodillas al contrincante.

"Alfonsín demostró que se puede hacer política y ser decente", se escuchó decir en el velorio del ex presidente en el Congreso nacional.

A partir de este hecho, ¿podrá repensarse la dirigencia política vernácula a partir de ciertos valores como el respeto por la Constitución nacional y por las instituciones, la búsqueda de los consensos en los disensos, los debates sobre los problemas de fondo de la Argentina?

Parece utópico.

Ni siquiera el ciudadano común puede asistir a un diálogo maduro entre el oficialismo y la oposición. Por el contrario, es testigo de la permanente disputa de "cartel" en el seno de la oposición y de "poder" en el ámbito gubernamental.

Quizá sea esperanzador apostar a los jóvenes políticos que están haciendo sus primeras experiencias. El destino del país está atado a la evolución o involución de la dirigencia nacional.

 

Por WALTER SCHMIDT

DyN

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