Viernes 03 de Abril de 2009 Edicion impresa pag. 22 > Debates
Liderazgo de pasión vs. mesura

En 1980 Raúl Alfonsín escribió "La cuestión Argentina". Era el típico libro-programa de un líder en ascenso dispuesto a traspasar la frontera de su tiempo. Hablaba del inicio de una nueva época capaz de dejar atrás un capítulo de la historia del país demasiado costosa de democracia entrecortada. También de un régimen político signado por la permanente lucha entre corporaciones.

Alfonsín decía en "La cuestión argentina" que se debía evitar "una democracia homeopática impulsada por aquellos que nunca la practicaron". La democracia deseada por el líder radical tendría una nueva esencia basada en una convicción: la democracia sólo sería posible en la medida en que se la practicara intensamente. Era urgente construir un orden democrático y un Estado de derecho. El nuevo orden debía aceptar la regla de la mayoría y por ende tendríamos una democracia mayoritaria. El Estado de derecho aseguraría las libertades y si bien contendría los impulsos de las mayorías no siempre sería así, ya que en Alfonsín había algo de ese entendimiento "populista" tan latinoamericano.

Para el dirigente radical la realidad democrática era para líderes en acción, de biografías en movimiento; también de políticos de la responsabilidad. Estaba convencido de que sólo la democracia haciendo su historia alimenta al político democrático de la misma manera que las convicciones de éste le confieren a aquélla todo su significado. Y Alfonsín era el tipo de líder político que hace un siglo el sociólogo alemán Max Weber entendió necesario para las nacientes democracias de masas. Y en ese liderazgo político -que en 1980 aún debía abrirse camino- debían combinarse dos almas: la de "la pasión ardiente" y la de "la mesurada frialdad".

Sin duda, Alfonsín llegó a 1983 reuniendo ambas almas, aunque la primera prevaleció más que la segunda; por ejemplo, en la interpelación pública, en el sentido de ruptura dado a todos sus discursos de campaña. ¿Qué fue, acaso, la denuncia de un pacto sindical-militar? Hasta la ilusión de superar los liderazgos de Yrigoyen y Perón daba rienda suelta a ese liderazgo de la "pasión".

No hay quien desconozca en Raúl Alfonsín un liderazgo apasionado, ardiente, intenso. Su "pasión democrática" nunca fue puesta en duda. Aunque esa convicción no pudo avanzar hacia una democracia sustantiva. Los factores de poder le impusieron la realidad de la democracia electoral, que por momentos parecía más propia de una democracia tutelada. De hecho, una vez que dejó la presidencia su pasión se abocó de lleno a darle solidez a la democracia electoral. A pesar de ello, de tanto en tanto parecía regresar a su cauce inicial al insistir en que lo "sustancial" ahora era pasar a la dimensión "institucional" de la democracia.

El liderazgo de Alfonsín posterior a 1989, ¿resultó de la responsabilidad, de la "mesurada frialdad"? ¿Acaso esa mesura no había llegado antes, con la Semana Santa de 1987 frente al alzamiento carapintada y las llamadas leyes del "perdón"? Weber decía que un político de la responsabilidad es muy distinto del de la pura pasión. Reconocía en él acciones de mesura, "para guardar la distancia con los hombres y las cosas". El "no saber guardar distancia" es uno de los pecados mortales de todo político, insistía.

¿El liderazgo del Alfonsín ex presidente supo guardar esa distancia de los hombres y las cosas? ¿Qué tipo de líder se construyó detrás de la realidad del Pacto de Olivos, la candidatura de Massaccesi, la formación de la Alianza, la promoción de De la Rúa candidato presidencial, el apoyo a Duhalde, entre otras acciones de "realismo político"? ¿O acaso ese tipo de liderazgo no había hecho su debut en su tiempo presidencial cuando promovía la figura de la renovación "ortodoxa" de Carlos Menem para contener el ascenso del también renovador aunque "socialdemócrata" de Antonio Cafiero? ¿Y al momento de adelantar las elecciones sabiendo que el ganador sería el mismo Menem?

No hay duda de que la historia de nuestra democracia electoral le debe mucho al liderazgo de Raúl Alfonsín. Es posible que la combinación de ambas cualidades que bien refería Weber sea la razón de su permanencia como figura central de la política reciente. También es posible observar dos épocas para un mismo liderazgo. La primera más marcada por la pasión. Y una segunda ya del ocaso, centrada en esa mesura que da el realismo político.

 

Por GABRIEL RAFART

grafart@gmail.com

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