Desde que se hizo cargo de la selección argentina, Diego Maradona afirma que su equipo es Javier Mascherano más diez. Lo es, en parte, en el plano futbolístico. Pero la selección argentino incluye muchos otros planos. Sobre todo simbólicos. Y es en ellos donde Maradona se impone, antes como jugador y ahora como entrenador.
Desde su aparición en la Primera de Argentinos Juniors, Diego es el fútbol argentino. Es a partir de él que la selección es un destino irrenunciable. Si César Menotti institucionalizó a la selección a partir de un proyecto a largo plazo, Diego le dio espíritu. En fin, nada fue igual después de él.
Como jugador de selección, Maradona hizo de la camiseta albiceleste un símbolo nacional como no lo había sido hasta entonces. La selección interesó a las multitudes a partir de su presencia. Por consiguiente, su retiro generó un vacío que nunca se llenó hasta ahora que volvió. Aunque sea como entrenador, pero volvió.
Y si el sábado, el Monumental fue lo que fue, a partir de un partido sin atractivos futbolísticos y por una Eliminatoria que para Argentina no significa gran cosa, sólo se explica por la presencia de Maradona sentado en el banco. Ni Messi, ni Mascherano, ni Agüero... Maradona. Él, síntesis del fútbol argentino, le devolvió al publico futbolero argentino el interés por la selección.
Varias generaciones de futbolistas transitaron la era posmaradona y con ellos la selección deambuló Mundial tras Mundial. Decenas de cracks fueron investidos como los posibles herederos. Fracasaron todos sencillamente porque sólo Diego puede ocupar el lugar de Diego. Y esto también nos lo demostró aquel Monumental eufórico del sábado.
¿Cuál es el lugar de Diego? Ya no dentro de la cancha. Tampoco afuera. Su lugar es el fútbol y su imagianario donde siempre será infalible.