PUERTO SAN ANTONIO ESTE.- Quienes hayan recorrido las playas que se extienden a lo largo de la Ruta Provincial 1, tomando el sendero que comienza en una desviación cercana a la baliza "San Matías" del puerto San Antonio Este y que termina en "La Lobería" viedmense, seguramente se habrán maravillado por las bondades naturales que aporta un paisaje que asombra por la diversidad natural que encierra.
Es probable que también haya protestado por la falta de mantenimiento del camino, imaginando lo distinto que sería entregarse al disfrute del recorrido sin pensar en las posibles o concretas averías sufridas por sus vehículos.
Pero ¿qué pasaría si en lugar de un mantenimiento continuo que facilitara la circulación por ese paraíso natural las cosas se simplificaran aún más y una carpeta asfáltica cubriera el pedregullo convirtiéndolo en una lisa pasarela? Seguramente habría más conductores transitando y las playas comenzarían a poblarse de asiduos visitantes. De a poco, la presencia de una masiva cantidad de público se convertiría en una variable inesperada para la naturaleza circundante. Y, claro está, para adaptarse a esa invasión el cambio que provoca cualquier adaptación se haría sentir primero en el eslabón más vulnerable de una cadena, en la que sólo la conciencia del patrimonio natural salva a este tipo de espacios de la acción del hombre, que cuando domina olvidando que debe preservar tiende a perjudicar al entorno que alentaba su deseo.
Obviamente, habría muchos que fundados en evitar contratiempos se saltearían estas razones, aunque como esa ruta es un producto turístico en sí mismo no debería ser tan fácil expresar "asfalto es sinónimo de progreso" para acallar molestas conjeturas.
Pequeñas ciudades como "Ca-bo Polonio", en Uruguay, (ver aparte) han hecho de esta dificultad de tránsito una manera pintoresca de imponer pautas que enriquecen la estadía de visitantes.
Sin embargo, la realización del asfalto ya es casi un hecho para este corredor natural que vincula parajes considerados como áreas naturales protegidas sobre las que aún no existe un plan de manejo, o que, como en el caso de "Caleta de Los Loros", posee uno considerado obsoleto.
Sin estos planes que establecen el ordenamiento territorial y el de las actividades que se pueden realizar en la búsqueda de mantener las condiciones naturales que dieron motivo a la creación de esa protección, parece aventurado estar ante una inminente pavimentación.
¿Fue analizada la obra desde su relevancia turística y se decidió dar lugar al advenimiento del turismo masivo, cambiando la esencia del producto que se ofrece? Si es así, ¿se irá regulando sobre la marcha, en la infructuosa carrera de tratar de organizar lo que debía pautarse de antemano? Según la opinión aportada por uno de los referentes del Codema parece que sí. (Ver aparte)
Tal vez debido a esto, los que apuestan a un turismo "sostenible" aconsejan pensar antes de lidiar con lo que otros han hecho del lugar turístico que anhelábamos conseguir.
Este análisis, según el reconocido especialista en turismo Colin Hunter, debe plantearse sin olvidar a todas las partes interesadas en ese cometido, ya que "para lograr la sustentabilidad de cualquier desarrollo turístico hay que integrar e interrelacionar tres dimensiones fundamentales: la de la comunidad local, la de los visitantes y la de los recursos naturales que constituyen el principal atractivo turístico".
Buscando no arruinar ese atractivo, en Europa, por ejemplo, se comercializan los "caminos de playa" con la recomendación de transitarlos de una manera "amigable" con el entorno y la mirada puesta en la revalorización del terreno natural, que es sometido a un mantenimiento clave, que invita a realizar el recorrido de a pie a través de una variante del turismo de aventura denominada "senderismo" que a veces se enriquece con la creación de "bicisendas".
Convertir ese tránsito en un desafío fundado en aceptar las pautas impuestas por la naturaleza se ha vuelto en algunos lugares la forma de "vender" un producto natural único, que se distingue por aquellas complejidades que lo convertirían en un paisaje más si se modificaran.
Lamentablemente esta discusión para definir si es mejor una ruta provincial Uno con o sin asfalto hasta ahora no tuvo lugar en Río Negro. (ASA)
VANESA MIYAR
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