"Tito" Fuentes, con ojos de sangre, grita: "No nos vamos sin llevarnos a sus nenas". Entonces treinta doncellas de diferentes edades y portes escalan el escenario y la testosterona sube, se mezcla con la espesa niebla que gobierna el lugar. Los Molotov gritan "Me gusta chi chi, me gusta cha cha", y el estribillo despierta aullidos.
En el corazón del boliche el ritual es aguerrido y sudoroso, digno, dignísimo de lo que entregan los cuatro incendiarios que disparan dardos envenenados contra el racismo, los gobiernos, la corrupción y la destrucción ambiental. De una u otra forma, ellos siempre son una respuesta. Respuesta latina a tus problemas.
La mayor virtud de Molotov es hacerles creer a sus súbditos, a esos dos mil y pico que saltan, gimen, gozan, que no hay vida después de Molotov. Su música es una furiosa marea de sensaciones, ajustada, precisa, perfecta desde su esencia y evolución.
Hay pocos golpes de efectos en los recitales del cuarteto mexicano (al menos en el que brindaron el sábado por la noche en el boliche Kimika), porque en su realidad todos son golpes. El comienzo fue tan elocuente como el desenlace de esta historia. "Gimme tha power" encendió la mecha y "Chinga tu madre" inyectó adrealina en los cuerpos.
"Parásito", himno maldito de "Apocalypshit", tronó con un rosario de insultos que cayó sobre seres odiados por ellos (sea Bush o los jugadores del América mexicano) y el magnífico "Frijolero" transformó el lugar en un sauna. El teatral "Tito" Fuentes se mueve con la gracia de un mimo despintado, como una patética reina de la noche, y sus contoneos son el preludio de "Rapsodia bohemia" de Queen, una versión bien "molotovniana", irónica, agresiva y caliente.
Mientras el ritmo funky de "Cerdo" se cuela por los poros y el cuarteto vomita un agudísimo "muerde tu cuerpo" que promete escalofríos, varios pibes se toman la cabeza porque el recital arrancó en horario, algo impensado dentro de la cultura del rock.
Esmirriado, peinado a lo flooger, lejano pero carismático, Randy "Gringo Loco" Ebright sacude los platillos con potencia. Por eso, "Amateur" suena intenso y profundo. A esa altura dejan de intercalar instrumentos, los cuatro cantan, los cuatro insultan, los cuatro llaman a los "cabrones" a que se olviden de que mañana habrá un mañana.
Y arremete "Matate Tete", con Micky y Paco como cómplices de un momento único. Poco se ve a esa altura. Todo es difuso y lo único que cuenta es lo que allí sucede. Gran virtud de Molotov. No hay futuro después de Molotov. Eternamiente es un buen nombre para bautizar uno de sus discos. "Puto" se multiplica como un grito desesperado. "No nos vamos sin llevarnos a sus nenas", tira el guitarrista. Se escucha "Rastaman-dita". Ellas suben. Dispuestas a todo.
SEBASTIÁN BUSADER