El final del paro del campo permitió correr el velo de la realidad en el interior del país. Lejos de la bandera clientelista que enarbolan algunos gobernadores y que muy pronto van a arriar a medida que se intensifique el deterioro económico, el interior del país se encuentra al borde de un colapso económico de un tamaño similar a la bonanza que registró en los años anteriores merced a los espectaculares precios de los commodities.
De la burbuja motorizada por los "hedge funds" hasta la debacle actual, el sector agropecuario fue cruzado por el huracán internacional y arrinconado por una pertinaz sequía, pero sobre todas las cosas es azotado por el terremoto doméstico del kirchnerismo. Todo en cuestión de meses. ¿Un vendaval sobre un castillo de naipes? Es posible. ¿Previsible? Seguro, la burbuja se iba a desinflar y debía provocar un reacomodamiento de la ecuación del negocio rural. Lo que no resultaba previsible era un fenómeno meteorológico tan agudo que, aunque sus efectos podrían haberse mitigado, es imposible de determinar. Pero mucho menos previsible era la sucesión de yerros cometidos por la administración Kirchner en la política rural.
Con caída de precios, la crisis financiera y el virtual cierre de los mercados exportadores producto de los ROE multicolores de la ONCCA, el gobierno no supo -¿no quiso?- armar un sistema de defensas para el sector y, en definitiva, para el país. El meridiano del mapa agropecuario no pasa hoy por las retenciones. Lo que está en juego es la misma sustentabilidad del negocio rural y con ello, la viabilidad para la mayoría de las poblaciones en el interior del país. Resultaría ocioso recordar el efecto multiplicador que tiene la actividad del campo en el corazón productivo del país.
Sin embargo, cabe preguntarse: ¿qué respuesta darán los gobernadores e intendentes que hoy se ufanan de recibir supuestos fondos de las retenciones a la soja cuando tengan que enfrentar la cadena de quebrantos, suspensiones y despidos derivadas del parate rural? ¿Quién les asegura a esos políticos de turno que van a recibir las sumas de dinero prometidas? El anuncio de la coparticipación de las retenciones sojeras sólo sirvió para frenar la reimpresión de cuasimonedas que algunos gobernadores tenían planeado hacer para tapar sus dislates administrativos, financieros y fiscales. ¿Están tan seguros de que los chacareros van a regalar su soja, con precios en picada? El horizonte del futuro rural presenta aún mayores problemas, tanto para los granos como para la hacienda y los tambos como para algunas economías regionales.
En el caso de los granos, los productores dependen de un insumo caro y escaso para poder continuar con sus explotaciones: capital. Los estragos de la sequía obligan a volcar toneladas de agroquímicos para poder sembrar el trigo de la próxima campaña. Habrá que poner dinero para poder recomponer los suelos.
La voladura de campos es la imagen más frecuente en los caminos de la Llanura Pampeana. ¿Cómo hacer una inversión en un negocio que tiene precios internos manipulados por los burócratas de turno y exportaciones cerradas? Eso para la cosecha fina. Para los granos gruesos, aún es largo plazo. Y en el caso de las carnes la perspectiva es peor. Con una profusa liquidación de vientres, sin reservas de pasturas y con una zafra de terneros cada vez más intensiva, las probabilidades de no poder cumplir con la cuota Hilton a mediados de año son altísimas y la pérdida de este millonario mercado serán otro incentivo más para abandonar la ganadería. Hacia el mismo sentido marchan los tambos. Las economías regionales de frutas, vid, cítricos, arroz y lanas, además de la sequía, enfrentan un problema adicional: la competencia de otros países emergentes devenidos en nuevos productores rurales pobres pero que se encuentran más cerca de nuestros habituales compradores, lo que les hace ganar competitividad.
Con este panorama, las perspectivas para el año próximo vislumbran cuellos de botella para la producción rural.
La sustentabilidad del campo es la garantía para una rápida recuperación económica del país y el abastecimiento de la población. Al margen de la sequía, la política agropecuaria oficial va a derivar en la "mesa vacía de los argentinos", otro logro del modelo kirchnerista.
MIGUEL ÁNGEL ROUCO
DyN