-Ha recorrido un largo camino en el radicalismo, ha sido testigo directo del desplome del poder del partido.
-Usemos el pretérito: desplome que fue, porque el radicalismo está reposicionándose en la sociedad.
-Pero desplome, gradual si se quiere. Este año se cumplen 20 de la partida apurada de Alfonsín de la Casa Rosada dejando una crisis sin precedentes.
-Que no fue el peor momento en ese proceso.
-¿Cuál lo fue?
-El 2001. Terrible. Por más que el que se caía era el gobierno de la Alianza, la sociedad interpretó correctamente que en ese esquema de poder el radicalismo era decisivo y el presidente también era radical. Corolario: el grueso de la responsabilidad era radical. Cero de atenuante. Además, en el afán de mantener la convertibilidad, se afectó la base electoral del partido: la clase media, corralito y etcétera, etcétera.
-Usted dice que el radicalismo está reposicionándose de cara a la sociedad...
-Es un proceso iniciado no más allá de dos años atrás.
-Si es así, es un proceso algo particular en sus características. La UCR no tiene un líder excluyente, en el frente interno el poder está muy distribuido, el poder de la orgánica del partido giró largo tiempo en el vacío. Salvando diferencias, este partido tiene más del radicalismo, tiene mucho del partido de tramos de los años ´30. ¿Qué puede hoy seducir del radicalismo?
-Restablecer el equilibrio de poder en la Argentina. La UCR es la única fuerza, al margen del peronismo, que aun con el vaciamiento de votos que tuvo, está en toda la geografía nacional mediante un radicalismo difuso que, separado del radicalismo orgánico y oficial, está instalado en el conjunto social. Es ese radicalismo que pudo votar a "Lilita", a Ricardo López Murphy o al mismo De Narváez... es el radicalismo del "voté a éste pero sigo siendo radical". Yo camino mucho el mapa del partido, la provincia de Buenos Aires, donde nuestro poder...
-...pero ahí el poder del partido está muy lastimado. ¿Cómo se sale de ese estado?
-Efectivamente, está lastimado, pero se está reconstruyendo. Usted no se imagina cuánto nos ayuda en esa tarea en esta provincia la digna y argumentada posición que fijaron las bancadas radicales en relación con la resolución 125. Desde el punto de vista político-institucional, el radicalismo salió fortalecido, se reencontró con mucho de la razón de su existencia: estar con los sectores medios, en este caso, vinculados con la actividad primaria. Los senadores Sanz, Gerardo Morales, el diputado Oscar Aguad y muchos otros han dado un inmenso aporte al radicalismo con la calidad con que brindaron esa lucha.
-El que el radicalismo tenga un buen desempeño parlamentario está en su canon histórico. Vale el recuerdo del Bloque de los 44, por tomar un ejemplo. Pero cuando uno extiende la mirada sobre la historia del partido como práctica de poder?
-Yo sé lo que usted me va a plantear: el déficit que tenemos, de frente a la sociedad, cuando manejamos el gobierno nacional. Hay una imagen muy fuertemente instalada de que una vez en la Casa Rosada no sabemos gobernar... ¡lo dice la gente, qué nos vamos a engañar! ¡Y lo dice desde lugares concretos de nuestra historia!
-¿Tiene datos sobre ese convencimiento?
-Sí, y son interesantes: del 60% de los argentinos que sostiene que no servimos para gobernar disminuye al 40% cuando se trata de juzgar cómo gobernamos provincias y a un 30% en lo que hace a municipios.
-Esa convicción de que la UCR pierde la brújula cuando entra a la Rosada ya es cultura aceptada en ciertos planos, incluso intelectuales. Beatriz Sarlo, por ejemplo, sostiene que aun a costa de inmensos riesgos el peronismo es el único que puede gobernar Argentina y?
-¡Aceptar eso como político, como partido radical, es resignarse! Si ése es nuestro destino, bueno, larguemos la política. Pero, además, hay otra cuestión relacionada con esto: el peronismo se ha filtrado decididamente por esa veta que deja el radicalismo. Lo hace desde esa relación muy íntima, desde ese convencimiento muy fuerte que tiene de que el poder debe ser ejercicio sin temblar la mano, y así es considerado por amplios sectores, incluso no peronistas, como la única fuerza capaz de ejercer el poder. Colado en esto, tiene capacidad para impedir que otra fuerza gobierne. Éste es el núcleo duro de muchos de los problemas políticos del país, el núcleo que hay que romper. La punta de lanza de esa fractura es el radicalismo. La sociedad percibe día a día esta anomalía, máxime con el estilo prepotente que le impone el kirchnerismo al ejercicio del poder. El radicalismo no va a bajar los brazos ante un sistema político que el peronismo quiere monopolizar... incluso desde distintas variantes.
-¿Cómo es eso?
-Fíjese lo que pasa ahora. Tenemos a De Narváez y a Solá encabezando al peronismo disidente que expresa una larga historia: el peronismo disidente siempre termina reubicándose en la próxima ola peronista, como pasó con los frepasistas peronistas que terminaron reubicándose con Kirchner. En alguna medida, desde lo electoral hace tiempo que el peronismo funciona desde una especie de ley de lemas: muestra dos opciones pero siempre es lo mismo. Y esta cultura de hacer política engaña a la gente. Mire, uno de los problemas más graves que afectan el funcionamiento de nuestro sistema político es que la sociedad tiene del manejo del gobierno la noción que le otorga el peronismo, que asume con poder legitimado pero termina siempre manejándolo sin limitaciones, arrinconando a las instituciones. En todo este trámite, la sociedad termina educándose en un manejo del poder definidamente desinstitucionalizado. Lamentablemente, mucho de la concepción del ejercicio del poder que tiene la sociedad argentina está basado en la forma en que lo ejerce el peronismo.
-¿Qué debe hacer el radicalismo para superar la imagen negativa que tiene en materia de ejercicio del gobierno nacional?
-No se sale de una crisis sin dejar mucho de lado. Como punto de partida, es esencial una renovación muy amplia y profunda de la dirigencia. No vamos a cambiar ese convencimiento con las mismas caras de los que estuvimos desde el radicalismo, en lo más duro de la transición.
-Volvamos a la provincia de Buenos Aires. No hay radicalismo a escala nacional, con poder, sin ella. Pero hoy, el bonaerense es mucho de cosas muy encontradas. ¿Qué hacer?
-Lo primero, que mi generación admita que es un tapón que impide mejorar la imagen del partido, alentar su renovación. Tenemos que corrernos, aun aquellos que tenemos razón para creer que gozamos de buena imagen pero también formamos parte del tapón. Yo no voy a dar nombres, pero hay mucha gente que ha llevado al partido a ser sinónimo de manipuladores, internistas, partes, gente que se ocupa de los espacios de aquí y allá. Esto es lo primero que hay que desalojar: ese tapón.
-¿Hay gente para recuperar el partido en la provincia?
-Por supuesto, tenemos muy buenos intendentes: Meoni, "Cachi" Gutiérrez... que están volviendo al partido después desengañarse con K. También hay que recuperar a Elvio Aprile, de Mar del Plata, un gran jefe comunal que quedó muy mal con la crisis del 2001, lo devoró la crisis. Está el presidente del partido en la provincia de Buenos Aires, Daniel Salvadores... su gran prestigio viene desde dos vertientes: una, un trabajador incansable de la política; dos, él llegó a la presidencia de la mano de Leopoldo Moreau pero inmediatamente se independizó de Leopoldo, tomó distancia y gobierna con todos los radicales. Sí, sí, hay figuras.
De cuna radical
Juan Manuel Casella tiene 67 años. Nació en cuna radical en una ciudad -Avellaneda- en que el partido de la Revolución del Parque siempre le marcó la cancha al peronismo. Junto a Córdoba, dos de los focos de permanente resistencia dura a la fuerza nacida el 17 de octubre del ´45.
Hijo de un periodista de "La Prensa", también radical, de importante trayectoria en "La Prensa" de los ´40 y parte de los ´50, Juan Manuel Casella suele decir que "la tinta y el radicalismo ya estaban en mis pañales".
En 1987 fue candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires. El 6 de setiembre -una fecha cargada de historia muy cruda para el radicalismo (golpe contra Yrigoyen en 1930)- enfrentó al peronista Antonio Cafiero. Perdió. Y ese día comenzó el desmantelamiento del poder de Raúl Alfonsín: ese domingo el oficialismo perdió 15 provincias y la mayoría en Senadores y Diputados, todo un paquete de poder conquistado en octubre del ´83.
Manuel Casella acompañó como vice a Eduardo Angeloz en la fórmula presidencial de la UCR. Ante tanto panorama fiero para el partido, perdieron pero con importante performance: 36% de los votos.
Fue la última elección en los marcos de la transición en que el radicalismo superó largamente el 30% de los sufragios.
-Y... estaba yo como vice -ironiza hoy Juan Manuel Casella, dedicado de lleno a la abogacía y la política, desde donde trabaja para la candidatura de Ricardo Alfonsín (hijo) para diputado nacional.
CARLOS TORRENGO
carlostorrengo@hotmail.com