Quizás usted sea una de esas personas adictas a la serie "Lost". Mundos paralelos, presente -pasado - futuro al mismo tiempo; "hay que saber algo de física cuántica" comentaba uno de los guionistas. El 24 de marzo, y días previos, y ahora mismo, tengo al sensación de que no necesitamos saber ni de la serie, ni de la cuántica. Sencillamente, opera.
En los colegios -cuando hay clases- y en cualquier artículo o debate, se va absorbiendo la diferencia entre una dictadura y una democracia, y al acto en que asistí en conmemoración de tan nefasto aniversario, me refiero al de 1976, todos los tiempos eran lo mismo. Según casi todos los mensajes, estábamos viviendo en una dictadura. No, no "como si". Era convicción, y cuando hay convicción en alguien se nota. Es su voz apasionada, es su cuerpo crispado.
Claro que en simultáneo, se denostaba la democracia -que tiene facturas pendientes de todo tipo con la sociedad-, en una plaza, en medio de una ciudad, sin nadie que viniera con un carro hidrante o después controlando si un Falcon verde sin patente te seguía. En simultáneo también con tantas injusticias por reparar, por tantas muertes sin esclarecer, desde días antes y siempre apelando al golpe de Estado, todo se asimilaba igual, todo era lo mismo. Dicho en programas televisivos masivos, en calles y rutas donde el único ataque, si se puede llamar así, provenía de conductores hartos de esperar.
Democracia mediante, se puede -está en discusión si se debe- hacer casi cualquier cosa. Incluso gobernar mal, redistribuir mal, gestionar mal, y la consecuencia es que efectivamente, para las nuevas generaciones que están fuera de la cinta transportadora del trabajo en blanco, mal o bien remunerado, la palabra "democracia" está tan vacía de contenido como sus mentes o sus estómagos. Sí, más vale que la democracia justifique su origen, aquél de "Libertad, Igualdad, Fraternidad" que cambió al mundo occidental y cristiano.
Ahora bien, el rol dirigencial, de cualquier tipo: el control de un medio de difusión; el ascendiente sobre la ciudadanía, ponen una cuota de responsabilidad en esto de difundir un mensaje cuántico: estamos como con los militares. "Peor", he escuchado decir a algunos mediáticos, artistas o no.
¿Cómo puedo yo considerar "pasado" un período que se llevó a mi hermana Mara un día del ´76 en Córdoba, y aún no sé dónde derramar una lágrima o dejar una flor? Para los miles que tenemos familiares, amigos, compañeras, desaparecidos y desaparecidas, le aseguro, la cuántica funciona. Hace falta un enorme esfuerzo de realismo para decir "eso fue pasado".
Pesadillas de otro tenor, también de tiempos simultáneos, desató la siempre implacable Hebe de Bonafini luego que varios artistas y vedettes pidieron vida por vida: recordó la dictadura y adelantó que va a empezar a contar quién asistía a las fiestas de quiénes, y encabezaban las mesas y cantaban y bailaban y desarrollaban otros verbos más íntimos con los dictadores y sus esbirros. ¡La que se armó! No podía sacar la vista del televisor cuando una llorosa Noemí Allan explicaba que ella fue sólo a hacer su personaje y si se puso una gorra?
Cuántica pura. Lo que me intriga, lo que me encantaría, en realidad, es si la Justicia va a dar curso al pedido de una hija de desaparecidos para que, con los antecedentes del juicio de Nüremberg, se investiguen los bancos que financiaron la dictadura, derramando el cuerno de la abundancia dineraria para que ellos derramaran la sangre de los demás. Esta gente siempre cree que su hora no va a llegar nunca? pero a veces llega. Lo que habrán sentido estos días, aunque sea un aleteo de inquietud.
Sí, cuántica pura. Todo pasa todo el tiempo. Para los que sí sabemos la diferencia entre democracia y dictadura, nos preocupa estas jóvenes generaciones para las cuales la historia es algo que se lleva a examen y el presente parece que, según dicen referentes directos, es continuidad de ese pasado del que no quieren ni enterarse. Súmele escepticismo, droga, apatía, violencia? ojo con la cuántica.
MARÍA EMILIA SALTO
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