"Porque nos gusta llorar". Ésta es la razón que dan los creadores de telenovelas para escribir esos dramas.
Al menos ésta fue la tesis que sobrevoló la primera mesa redonda del ciclo "Telenovela ¿Cultura sentimental latinoamericana?" que se celebra hasta el próximo 31 de marzo en la Casa de América de Madrid. Un foro de discusión y debate sobre el origen de la telenovela y su influencia en la sociedad.
Abría fuego la mesa llamada "Un bebé aparece abandonado en un portal", y tras este título estaban los escritores y antiguos guionistas de telenovela Boris Izaguirre, de Venezuela, y Santiago Roncagliolo, de Perú, y los expertos en este género Reynaldo González, de Cuba, y la argentina Nora Mazzioti.
"Las telenovelas son dos personas que se aman y un guionista que hace lo imposible para que no se junten. Y en esta mesa tenemos a algunos de esos guionistas a los que tanto odiamos al ver las novelas". Así definía el colombiano Daniel Samper este género y a sus creadores. Y así, entre bromas, intentaba moderar y poner orden en una mesa en la que se cruzaban anécdotas de los participantes. Unas anécdotas que definen perfectamente el género televisivo por excelencia en Latinoamérica y a su creador, Félix B. Caignet.
Reynaldo González fue el encargado de introducir al auditorio a este personaje "del que nadie sabe mucho, ni siquiera cuantos años estudió en el colegio. Lo que sí se sabe es que fue compositor, sin haber estudiado nunca música y pintor sin tener ni idea de pintura. Su escuela fue la calle". Y de la calle salieron precisamente las historias con las que se nutrieron las primera radionovelas emitidas en Cuba y madres de la telenovela actual.
"Caignet salía a la calle después de la emisión de un nuevo capítulo para ver las reacciones de la gente. A partir de lo que oía volvía a casa y escribía los siguientes episodios", explicó González. Ésa fue la fórmula del éxito.
Si le añadimos los ingredientes más comunes del género, que son, según Mazzioti "las emociones, una bipolaridad (ya sea blanco contra negro o pobre contra rico), un gran amor y muchos obstáculos", tenemos las telenovelas que hoy se ven en todo el mundo.
"El derecho de nacer", "La esclava Isaura" o "Lucecita" son algunas de las novelas que se repasaron en la mesa redonda, con especial atención a esta última, de la que Santiago Roncagliolo fue guionista. Según el autor peruano, "los argumentos de las telenovelas son tan inverosímiles que el trabajo del buen escritor es hacerlos creíbles. Por ejemplo, en ´Lucecita´ la protagonista era una campesina pobre e inculta que llegaba a la ciudad. La actriz fue Angie Cepeda, alta, rubia, nadie se la podía creer en ese papel. Pues bien, la cosa funcionó".
La cuestión, según los expertos, no es si algo es creíble o no en las telenovelas. Se trata de situaciones extremas, muchas veces absurdas, pero que sirven al público para evadirse todos los días. Reynaldo González opina que "la gente no llora por el drama de los personajes, así que da igual que no sea muy creíble. El público llora por su propia vida. En cuanto ven alguna similitud con su vida real se echan a llorar y así se desahogan de sus propios problemas a través de la historias de la televisión. Si todo el mundo viese una telenovela, no tendrían que existir los psiquiatras".
Pero el éxito de las telenovelas no es algo particular de Latinoamérica, aunque sea verdad que la mayor parte de ellas se crean allí. Según Mazzioti, lo curioso de la situación actual "no es que se venda el producto, que ya sucedía antes, sino que ahora lo que se vende es el formato. Países como Rusia, Turquía o China compran un argumento y lo rehacen ellos con sus actores". Esto ha ocurrido también en España con "culebrones" como "Sin tetas no hay paraíso" o "Betty la fea". Y "Betty" se ha emitido en televisión en versión original y en sus versiones española y americana en el plazo de algo más de cinco años.
"Atrás quedó el tiempo en el que en el estudio de rodaje de ´Celeste´ en Buenos Aires se instaló una máquina que pitaba cada vez que alguien decía ´vos´ en lugar de ´tu´", comentó Boris Izaguirre. "Y es que si se quería vender la telenovela fuera de Argentina, el acento tenía que ser lo más universal posible. Como es normal, la máquina no dejó de pitar en todo el rodaje".
Pero este es un caso aislado ya que las telenovelas se han convertido en el mejor retrato cultural de un país, al reflejar sus costumbres, sus formas de hablar "e incluso la situación política y social de cada país", según Roncagliolo. Ése es el mejor ejemplo de que no se trata sólo de historias lacrimógenas para después de comer.