Fueron las peores doce horas de su vida. Estaba sola, muerta de frío y en medio del agua del Río de la Plata. Laura Di Battista sólo tenía el chaleco salvavidas para agarrarse. Rezó, pensó en sus hijas y hasta luchó para no dormirse. Pero cuando estaba a punto de dejarse ganar, vio las luces del helicóptero que venía a rescatarla.
Su pareja, Luis Crespo, un piloto civil de 45 años, había nadado durante siete horas, desde que se les rompió la lancha en la que planeaban irse a Colonia para buscar ayuda. "La lancha se ave-rió. Se abrió el piso y empezó a entrar el agua y a hundirse", con-tó Laura ayer a todos los medios. Allí desaparecieron sus bolsos, sus documentos y celulares. Estaban a 6.000 metros de la costa.
Como ella no se sentía bien, Luis tomó coraje. Le dio un beso en la frente y dijo: "Mi amor. Voy a buscar ayuda. Esperá". Y se fue. Eran las 15:30.
Luis efectivamente nadó hasta la costa y avisó a Prefectura. Ya eran las once de la noche. Un guardacostas, tres barcos y un helicóptero salieron a buscar a Laura.
Recién la vieron a la una y media de la mañana. Un hombre se tiró desde el guardacostas y la subió al barco. Estaba shockeada y congelada. A las cuatro de la mañana una ambulancia que la esperaba en la costa la llevó al hospital Cestino de Ensenada. "Nunca perdí las esperanzas, pero no sabía si ella iba a aguantar. Gracias a Dios, mi mujer es una maravilla", dijo él. (Agencias)