-Si vos te bajás, yo también me bajo.
-Está bien, entonces me bajo.
Así de sencillo, sin pena ni gloria terminó la que prometía ser la madre de todas las batallas en el MPN.
"¿Qué pasa en la principal fuerza política de Neuquén que nadie tiene ganas de pelear?", reflexionó un observador político de la oposición.
Es cierto que Sobisch no puede asomar demasiado la nariz sin que un piquete lo escrache o sin que un juez de esos que ya no le temen decida procesarlo por una de las tantas causas que lo salpican. ¿Cómo haría en tales circunstancias para mezclarse entre la gente en una campaña electoral?
No es menos cierto que Sapag ha sopesado las dificultades que tiene por delante -crisis financiera internacional, baja estrepitosa del precio del petróleo, alta conflictividad gremial- y ha concluido que "para la guerra siempre hay tiempo", una consigna que parece guiar sus pasos en política.
Pero una y otra certeza apenas si logran ocultar una realidad incontrovertible: el MPN es un partido desmovilizado, que no controla las principales ciudades, que carece de cuadros y de una propuesta para los tiempos que corren; una fuerza que avanza por inercia y porque no existe propuesta superadora: la oposición tampoco está a la altura de las circunstancias.
El hecho de que en esta gran aflojada protagonizada por los líderes del partido provincial el más beneficiado haya sido Sobisch -si Sapag perdió consideración pública, el ex gobernador recuperó algunos porotos- no alcanza para revertir el tema de fondo: ¿qué tendría para ofrecer Sobisch que la sociedad no haya experimentado ya con fuerte pesar?
La atrofia en el tejido político de la fuerza también se aprecia en la falta de nuevos portadores: por más títulos que exhiban -y en verdad los tienen-, Salvatori y Lores son figuras que ya cumplieron su etapa de mayor protagonismo.
Fuera de los pichones de Sobisch, que crecieron entre los desatinos del anterior gobernador y a los que la sociedad preferiría tener lo más lejos posible, y de algunos vecinalistas rapaces de los que nunca faltan, ¿qué cuadros jóvenes de relevancia tiene para ofrecer el MPN en cualquiera de sus versiones?
Es lo que ocurre cuando hay que hablar de candidaturas. Si se confirma el adelantamiento de las elecciones nacionales, el MPN no tendrá más remedio que acudir a José Brillo -sobischistas y sapagistas ya lo han acordado- para encabezar la lista de candidatos a diputados nacionales. Ocurre que el propio Brillo también era hombre del consenso para la nómina de concejales, pero no hay otros.
"Con Sobisch abrimos el juego", sostuvo Sapag ante los intendentes para disimular un poco el episodio que certifica que el MPN es el partido del dedo. Para colmo, en los últimos tiempos, un dedo que no tiene nada nuevo que ofrecer.
Si el MPN no logra salir del círculo vicioso de la decadencia, la oposición, sumida en sus propias miserias, tampoco alcanza a despegar. No se sabe cuándo van a ser las elecciones de concejales, Farizano duda entre unificarlas con las nacionales o patearlas hasta el 28 de octubre. Pero ya está visto que las haga cuando las hiciere lo más probable es que se presenten por lo menos dos listas. Algo que de verificarse contribuiría a acentuar el desencanto de la gente con la coalición municipal.
Por lo pronto, se habla de una lista que encuadre a la UCR y el PJ, encabezada por el peronista Martínez, y de otra que nuclee a la "izquierda", encabezada por Mansilla, de Une, y probablemente respaldada por el Frente Grande y Libres del Sur.
Cerca de Farizano dicen que las dos listas serían "propias", pero de concretarse este pequeño cisma no se podrá ocultar que en el gobierno de la coalición la dispersión no sólo se aprecia en la gestión sino también en lo estrictamente político.
Como para curarse en salud, los farizanistas alegan que Quiroga perdió las dos elecciones en mitad de mandato. Pero a nadie se le escapa que el ex intendente ejercía un control del gobierno que en esta gestión no se ve.
En realidad, más allá de su amplitud -una rara virtud en la política argentina- Farizano se encontrará en breve en una encrucijada. Si dilata la convocatoria correrá el riesgo de perder el arrastre del gobierno nacional, pero si la posterga podría quedar sin poder de decisión. Quiroga, que ya controla el partido, se convertirá en seguro candidato a la gobernación y árbitro absoluto de la situación.
El ex intendente se eyectó presuroso del gobierno kirchnerista al que auspiciaba y ahora apuesta sin sonrojarse a nuclear a todos los que se le oponen. Inclusive pretende colectar los votos del sobischismo, atragantado con el romance entre Sapag y los Kirchner.
Es cierto que el candidato del MPN partirá de un piso alto, acaso un 30%, pero como no aparece una figura carismática y el partido está devaluado le costará superar ese piso. En el caso de Quiroga, en cambio, el techo aún no se conoce.
En el Frente para la Victoria las posibilidades son tres: que baje Parrilli -algo siempre incierto-, una fórmula integrada por Beatriz Gentile y el mercantil Sergio Rodríguez -todavía no está resuelto quién va arriba- y recurrir nuevamente a Silvia Sapag, que termina el mandato que le transfirió Massei.
La eventualidad de llevar a un Sapag fascina al kirchnerismo, que no parece dispuesto a poner demasiado esfuerzo en Neuquén, partiendo de la base de que hay tres bancas para repartir y cuenta al postulante sapagista como propio.
Como si fueran pocos candidatos Une, el Frente Grande y Libres del Sur barajan los propios. El primero a Julio Fuentes, el segundo a Raúl Podestá y el tercero a Jesús Escobar. Tampoco descartan la posibilidad de unirse, acaso detrás de Podestá. Pero no parece fácil, los separa el kirchnerismo. La unidad incluiría una propuesta común para la elección municipal y pavimentaría el camino hacia el 2011. El tema es que para ese entonces puede ser Quiroga quien los una o los separe.