Le confieso que me shoqueó la coincidencia. En mi anterior columna compartía con usted las espantosas imágenes de la hambruna africana, convertidas en obras de arte. Premiadas. Y resulta que Benedicto XVI, conducción de la Iglesia Católica, estaba preparando las maletas para visitar, por primera vez en su papado, África.
En el viaje habló con los periodistas. Y cómo.
La verdad sea dicha, habló de todo, revelando un exacto conocimiento de los problemas africanos, puesto que nadie puede negar que éste es un hombre muy inteligente y muy preparado. Y que la Iglesia Católica tiene una fuerte presencia en ese continente. Lo que opacó el resto del "todo" fue su enérgica condena al uso de preservativos, principal defensa contra el sida.
La condena mundial fue unánime, teniendo en cuenta que se dirigía a un continente que tiene 22 millones de infectados, las dos terceras partes de los sidósicos del mundo, y que muchos países y organizaciones dedican enormes esfuerzos a combatirlo en África. Cierto es que son los mismos países que lo invadieron, depredaron y condenaron a un nivel de vida tal que sus defensas naturales son muy, muy bajas, y sus condiciones de higiene pésimas. Leo sus declaraciones escandalizadas y yo me escandalizo también, del Papa y de ellos.
Claro que hay depredadores y beneficiarios de los frutos de la fe, que escandalizan aún más. Mientras Su Santidad se dirigía a Camerún, el diario "Le Messager" publicaba una encuesta sobre 30 obispos de ese país, acerca de dos cuestiones: "capacidad de gestión" y "tren de vida". Algunos salieron muy mal parados: "codicioso y retorcido"; "amante del lujo y el dinero", "alimenta una mujer y tres hijos". Todo muy coherente con los principios católicos. Todo muy familiar, ¿verdad?
Y para rematar, me llamó la atención la encuesta que un representante de la Organización Mundial de la lucha contra el sida informó en un programa televisivo respecto a este tema: dijo que cada vez que un líder religioso, católico o no, pero principalmente católico, condena el uso de preservativos, la curva de infectados aumenta drásticamente. Daba el caso de la campaña del cardenal nigeriano, un "palpable", usted recordará, que hubiera sido el primer Papa Negro. ¡Vaya con la diferencia! Espero que este atribulado mundo tenga mejor suerte con el Sr. Obama.
Bien, esta afirmación despertó preguntas para las cuales, realmente, no tengo respuestas. ¿Por qué es tan determinante la opinión de la Iglesia, en qué alma cae la semilla occidental y cristiana derechista y por qué germina? ¿Será tan grande la aculturación, la apropiación de un pueblo de fe -de fe de siglos, no superstición como peyorativamente caracteriza occidente- hacia un credo y sus normas, aunque esas normas atenten contra su vida?
Qué difícil ponerse en el lugar del "otro", de "otra" tan lejana en distancia y cultura. Quizá la Santa Madre sea eso, una red que al par que contiene con hospitales y escuelas, apresa en directivas terribles. Conocemos madres así. Claro que no hablamos de nosotros, gente que vive la inseguridad como un escándalo a combatir. El sida, creo, es un nombre más de la muerte, lenta o rápida, que se ha adueñado de este territorio idealizado en películas, con esos arbolitos chatos y esos atardeceres y esas cebras. Aunque, para ser justa, debo decir que el bonito de Leonardo DiCaprio, el romántico héroe de "Titanic", pisó tierra -y creo que muchos lo hicieron- cuando filmó "Diamantes de sangre" y la relación de la codicia con la muerte aparece como una realidad naturalizada. No es la única película. No es el único libro.
Así que nada me gustaría más que, en clave de Y, no optar entre el tema del preservativo o el tema de la devastación de un pueblo. Si uniéramos ambas partes de la ecuación, quizá muchos líderes tan escandalizados estos días dejarían de ser hipócritas. Y nosotros también.