En un esquema de creciente tensión -el viernes por la noche se reforzó la seguridad en el Congreso nacional ante el verosímil rumor de que un grupo de chacareros se aprestaba a tomarlo-, los moderados parecen no tener cabida para neutralizar el debilitamiento político y el divorcio, una vez más, entre el gobierno y una parte visible de la sociedad.
Los sucesos corren a velocidad suicida. Cada noticia aporta una grano de arena a la crispación general en un marco de inseguridad y debates inconducentes sobre la pena de muerte: la oposición parlamentaria finalmente se unió pero no consiguió impedir que los diputados K dieran media sanción al adelantamiento de las elecciones para el 28 de junio. El campo, en alerta y movilización, volvió a cortar rutas. Dispuso también un paro hasta el viernes a medianoche, luego de que la presidenta Cristina Fernández anunciara, sin bajar el nivel actual de retenciones a las exportaciones de soja, la coparticipación automática del 30% de lo recaudado a provincias y municipios.
Cebada y desbordada la dirigencia agropecuaria -Eduardo Buzzi, un ex aliado de la Federación Agraria, puso el grito en el cielo y sentenció que es plata para la campaña-, Néstor Kirchner apeló a esa sorpresiva medida para disciplinar a los peronistas díscolos que están con los pies en el plato pero piensan -igual que los detractores Mauricio Macri y "Lilita" Carrió- que algo cambiará luego de los venideros comicios de medio turno.
Kirchner ejerce la jefatura del PJ con el látigo. Mantiene a raya a gobernadores como Mario Das Neves, de Chubut, y Juan Schiaretti, de Córdoba, quien no estuvo el jueves en Olivos, aunque mandó a su vice, el ex basquetbolista Héctor "Pichi" Campana.
En la quinta presidencial hubo mandatarios -el radical K Miguel Saiz, por caso- que respiraron aliviados con la ayuda extra que servirá para resolver graves problemas fiscales y reclamos gremiales, pese a que Cristina fue muy clara cuando especificó que los recursos de la soja deben ser destinados a pavimento, escuelas, cloacas, etc.
Un desbordado Kirchner no ocultó su obstinación por romper la resistencia del campo -fue procaz- y avisó: "Si hace falta, manoteo 5.000 millones (de dólares) de los 43.000 que tenemos en el Banco Central e inundo de obras públicas a todo el país". Algunos justicialistas, que descalificaron al piquetero Emilio Pérsico (éste llegó a afirmar que si se pierden las elecciones hay que entregar el gobierno a Julio Cobos), opinaron que Kirchner está actuando sin sentido común.
Un presidenciable potencial del PJ, según escuchó un cronista de "Río Negro", alertó en el florido jardín de Olivos: "Hasta el 28 de junio acompañamos, después le marcamos la cancha nosotros. No vamos a permitir que nos lleve al abismo".
El único mandatario que conocía el secreto fue el gobernador Daniel Scioli. Se enteró la mañana de ese jueves y calmó la ansiedad de los barones del conurbano bonaerense, en quienes confía Kirchner para obtener alrededor del 35% de los votos y salir indemne del test de las urnas.
Scioli habló con Das Neves sobre el desenvolvimiento del país. "¡Qué paciencia hay que tener!", repitió este alineado y moderado dirigente sobre Kirchner.
Por la tarde, el secretario de Agricultura, Carlos Cheppi, reunió a los especialistas provinciales en la sede porteña del banco del primer Estado argentino. Varios ministros (Florencio Randazzo, de Interior, Sergio Mazza, jefe de Gabinete) no tenían confirmado por dónde venía el sablazo. Incluso el halcón Ricardo Echegaray se enteró en el último minuto, cuando fue convocado con otros directores de la AFIP.
Pese a sus rezongos íntimos, Scioli trabaja codo a codo con Kirchner y Alberto Balestini en el armado de listas. Su hermano José la integrará. El "traidor" Felipe Solá, miembro del peronismo disidente, diagnóstico que la provincia está como en abril del 2001 y que "en unos meses explota". Al pingüino y al ex campeón de motonáutica no los deja dormir el flagelo de la delincuencia y el trato que les dan algunos medios.
¿Hasta dónde acompañará la ciudadanía a unos y a otros? La complejidad y virulencia de la vida cotidiana de los argentinos se da en un contexto internacional de crisis. Trágico sería no luchar por superarla y desatar fuerzas creativas, confiables y amistosas.