Como no pudo ser de otra manera, el triunfo ajustado del candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en las elecciones generales salvadoreñas ha preocupado a quienes temen que América Central vuelva a ser el escenario de una lucha brutal entre extremistas izquierdistas y derechistas, pero a juzgar por lo que dijo durante la campaña previa y sus declaraciones posteriores, el presidente electo Mauricio Funes no tiene ninguna intención de permitir que en su pequeño país se reediten los horrores de la guerra civil que en los años ochenta dejó aproximadamente 75.000 muertos. Funes, un ex periodista de televisión, subrayó que el líder latinoamericano contemporáneo que más admira es el presidente brasileño Luiz Inácio "Lula" da Silva, lo que fue una forma sutil de despegarse del venezolano Hugo Chávez y, como tantos otros dirigentes en el resto del mundo, se manifestó entusiasmado por la presencia en la Casa Blanca de Barack Obama. Asimismo, se comprometió a procurar estrechar las relaciones con Estados Unidos "para garantizar la estabilidad migratoria de los casi dos millones y medio de salvadoreños que viven y trabajan" en la superpotencia.
Puesto que se trata de la tercera parte de la población de su país, Funes no tiene más opción que la de tomar muy en cuenta sus intereses que, por cierto, no podría hacer si intentara liderar una cruzada contra el país anfitrión. Aunque tanta moderación no sea del gusto de todos los militantes del FMLN, dadas las circunstancias una política de confrontación con "el imperio" no contribuiría en absoluto a mejorar las perspectivas ante lo que es, al fin y al cabo, un país minúsculo que depende en buena medida de su relación con Washington. Afortunadamente para Funes, el reemplazo de George W. Bush por Obama, cuyas consignas electoralistas fueron copiadas por el FMLN, le ha permitido hablar de amistad con el gobierno norteamericano sin correr el riesgo de indignar demasiado a sus correligionarios.
Será sin duda ardua la tarea que le aguarda a Funes, quien asumirá el poder en medio de un crack internacional que ya ha golpeado con dureza a El Salvador, donde muchas familias dependen de las remesas que les mandan desde Estados Unidos. Según parece, se ha propuesto probar que los guerrilleros marxistas de apenas veinte años atrás se han convertido en centroizquierdistas capaces de gobernar con sensatez que no caerán en la tentación de subordinar todo a una "revolución" que no serviría para solucionar nada sino que, por el contrario, ocasionaría un sinfín de problemas a quienes viven sumidos en la extrema pobreza. Se trataría de un cambio similar al experimentado por la derecha salvadoreña, de ahí su voluntad de participar de elecciones a sabiendas de que el FMLN podría ganarlas.
Además de cuidar las relaciones exteriores, el futuro presidente salvadoreño tendrá que reconciliarse con la derecha representada por la Alianza Republicana Nacionalista (Arena), cuyo candidato, Rodrigo Ávila, consiguió el 48,7% de los votos a pesar de liderar un partido que había estado en el poder desde hacía una veintena de años. En el transcurso de la campaña, Arena trató de hacer pensar que Funes -el que a diferencia de otros miembros del movimiento que encabeza nunca actuó en la guerrilla- era un ultraizquierdista cercano a Chávez que, una vez en el poder, procuraría impulsar cambios netamente socialistas equiparables con los ensayados en Venezuela, cuando no en Cuba, pero parecería que se conformará con liderar un gobierno centrista, dedicándose, entre otras cosas, a promover la iniciativa privada. También tendrá que hacer frente al problema gravísimo planteado por la inseguridad. El Salvador es el país de las temibles "maras", las bandas de jóvenes sumamente violentos que están vinculadas con el narcotráfico que se han adueñado de las calles no sólo de su propio país sino también de algunos barrios de ciertas ciudades norteamericanas. Una razón por la que el candidato de Arena perdió la elección consistió en la incapacidad del gobierno actual para eliminar el flagelo que suponen; a menos que el del FMLN logre hacerlo, le sería muy difícil conservar el apoyo de la mitad de la población que le dio el triunfo en las elecciones del domingo pasado.